Cuando Stephanie Chaves tenía cuatro años, su profesora le hizo dibujar a su familia. «Nos imaginé a todos en la playa» rememora «y a mi padre le puse un tanga rojo. No tengo ni idea de dónde lo saqué, mi padre no lleva tangas rojos» comenta. Lejos de ser una anécdota, este dibujo se convirtió en una premonición. Provocación y color, dos de los elementos más representativos de esta artista, se manifestaban prematuramente. Era un adelanto de lo que estaba por llegar.
«Nunca he estado en una orgía pero se debe ver así. O se debería», comenta Chaves sobre Orgy, una de sus obras más llamativas. Veinte años después de hacer aquel dibujo profético, Chaves no se ruboriza al hablar de sexo. Al fin y al cabo, es un tema recurrente en sus ilustraciones y a la vez, una de sus fuentes de inspiración. Esta ilustradora costarricense asegura que las imágenes se le agolpan en la retina mientras besa a Brayan -su muso, modelo y novio- y que estas se convierten en un torrente mientras hacen el amor.
En el plano formal, los dibujos de Chaves tienen referentes tan diversos como Keith Haring o series de animación como ‘Rugrats, aventuras en pañales’ o ‘Agallas, el perro cobarde’.
«Creo fielmente que cada uno de los creadores de esos programas son verdaderos genios» asegura. Si nos centramos en el fondo la cosa se complica. «Como dice un amigo mío soy el resultado de una sociedad machista y patriarcal» reflexiona Chaves. Costa Rica no tiene una mentalidad abierta. Temas como la homosexualidad, la promiscuidad o los fetiches son vistos como un pecado, como una enfermedad y Chaves se rebela contra este pensamiento con cada trazo.
«Es inconcebible que el sexo todavía sea tabú. Me parece inaudito», asegura. Esta joven artista ha decidido desafiar la cultura imperante en su país a través del dibujo. «Voy poco a poco pero ahí voy» comenta satisfecha. Quiere «incomodar a las personas, denunciar temas sociales y exponer tabúes» con sus dibujos. Y parece que lo está consiguiendo.
La ilustración fue para Chaves la ventana que se abre cuando el destino, en forma de galerista, cierra una puerta. O muchas. Cientos de galerías se negaron a exponer su trabajo como artista visual.
«Quería hacer enormes instalaciones, ensambles, pinturas, videoarte…», enumera Chaves sobre una vocación felizmente frustrada. Después de llamar a muchas puertas se dio cuenta de que sin un nombre y un portfolio no tenía nada que hacer. Así que se acordó de su profesora de la infancia y decidió apostar por el dibujo, una modalidad más sencilla en su ejecución, más barata y humilde.
«Dibujar es fácil» asegura, «puedo hacerlo en cualquier lugar, en cualquier momento. Si no poseo un lapicero me compro uno, si no tengo papel, uso una factura vieja que guardé en mi billetera».
También se ha adentrado en otros campos, como la fotografía retocada, con el proyecto inconcluso ‘The Naked Project’, pero siempre vuelve a sus orígenes. «Mi meta es vivir de lo que amo y que la gente ame lo que hago», relata Chaves, una meta ambiciosa que confiesa está cerca de lograr. De momento sigue pintando. Escandalizando a sus conciudadanos a cada trazo.
por ENRIQUE ALPAÑÉS en Yorokobu