Su hijo le llama «Orlando»… O “mi padre”. Pero mucho “Orlando”, con una mezcla intensa entre amistad y respeto filial. Pancho se me aparece, entonces, en una encrucijada de luz y sombras de fuerte contraste, absorto y gozoso en un patio de concreto del Katzen Arts Center, marcado por una X de cemento gris y cielo azul extremo. El sol abraza fuerte y poderoso, pero no lo suficiente para doblegar unos delicados cóndores que salen de las manos curtidas de Pancho Letelier, allá muy arriba en el andamio.
Francisco, uno de varios hermanos, tiene manos de obrero, de obrero de pincel y compromiso. Es, quizás, el más activista de todos, desde el arte urgente que surge de los hijos del asesinado Orlando Letelier.
Se me aparece Pancho luego en mi casa de Maryland, un refugio de árboles y silencio a las afueras de Washington DC, ciudad imperial donde nos hemos encontrado en otros años poderosos, en luchas diversas, en el rechazo al embargo contra Cuba, o en los homenajes constantes a su padre-mártir, allí en Sheridan Circle, donde yace el monolito que lo recuerda a él y a Ronni Moffitt, quien acompañó, ¡tan joven!, el destino fatal del ex ministro de Salvador Allende.
Pero esta vez Orlando Letelier no es el mártir de Sheridan Circle, sino “Orlando”, a secas, que en voz de Pancho suena tan cercano, tan vibrante a humanidad sin maquillaje político ni consigna urgente. “A mi papá le encantaba la vida, los amigos. Consiguió un terrenito en Virginia cuando vivíamos acá en Estados Unidos, donde plantó muchos álamos. ¡Quería que se pareciera a Chile!”, nos cuenta a mí y a mi gran amigo Andrés, que nos acompaña en un brindis por toda esta historia profundamente chilena y latinoamericana. “Mi padre tocaba la guitarra, y cantaba. Tenía una voz profunda, ¡así!”, dice Pancho, y procede a entonar unas cuantas notas, mezcla de Atahualpa Yupanqui bien abaritonado.
Estimado Orlando, ahora se me aparece tu hijo. Nos cuenta su encuentro cercano con la muerte, esa que se mezcla con el compromiso y la solidaridad, y que le llevó a compartir recientemente sus murales con el pueblito de Bil’in en la Palestina ocupada. Los lugareños se organizan cada viernes para ir a protestar contra el gran muro que han construido las fuerzas israelíes, y que les cortó el acceso al agua y sus plantaciones de olivo. Un pueblito de miles de años de antigüedad, que valiente se acerca al muro, en momentos en que son recibidos por las descargas al cuerpo de las bombas lacrimógenas. Entre el ataque químico, la mujer que va a tu lado, Francisco, es golpeada por la lata de gas, y su sangre se vierte en la tierra. Rozas a la muerte como en un suspiro. Todos saben que un golpe directo en el pecho significa el vacío, el infierno… la muerte. Como puedes, mareado por el gas, ayudas a sacar a la mujer palestina de la trampa militar, y llegas maltrecho de vuelta al pueblo, asfixiado, manchado por el polvo sagrado de la tierra ocupada. Tu respuesta ante tanta violencia serán tus murales, que vibran en los muros de Bil’in. Por el tiempo que el odio lo permita.
Orlando te llama “Francisco”, estimado Pancho, pintor comprometido que llevas 30 días completos y sudorosos, anónimos, bajo el sol más caliente de la historia moderna en Washington DC, avanzando en tus telas al aire libre. La misma tierra que te permitió Pancho, en tu adolescencia, cumplir tu sueño y comprar un caballo, tras varios veranos trabajando de sol a sol en una granja, el mismo sol que te rodea hoy, y el mismo Washington que te arrebató a tu padre tras la infame orden del dictador que no merece ni siquiera ser nombrado junto a Orlando en la misma página. Y este 5 de septiembre, el mismo mes fatídico del bombazo asesino, celebras tu cumpleaños querido Pancho haciendo lo que más te da alegría en la vida, pintar y pintar de sol a sol recreando a Orlando Letelier, a Ronni Moffitt, a Rodrigo Rojas de Negri, a tu madre Isabel, y una gran cantidad de rostros reconocibles para el alma: obreros, indígenas, mujeres y niños, junto a las plantas y montañas de la patria, junto a tus pinceles y tu andamio.
Francisco, llamas a tu padre “Orlando”, como quien saluda a un amigo profundo, y su vida de compromiso en el exilio por devolverle la libertad al Chile de los setenta, te da ahora una fuerza interior enorme que convierte a la confección generosa de tu mural, en un nuevo Bil’in, en una nueva Villa Francia chilena, en una nueva favela brasileña atacada permanentemente por la pobreza. Acá, en el corazón de Washington DC, la historia lo contará con todas sus letras: este 11 de septiembre de 2016 se inaugura el mural “Todas las manos” de Francisco Letelier, tu mural que es un grito de vida, un oasis de brisas en medio del calor agobiante, un brindis de alegría con tu Orlando… con nuestro Orlando.
DETALLES
Qué: Lanzamiento del mural “Todas las manos”, del pintor y poeta Francisco Letelier
Cuándo: 11 de septiembre de 2016, 2pm.
Dónde: Evento de trova y poesía, con el artista salvadoreño Quique Avilés y el cantautor chileno Patricio Zamorano, en el Kay Spiritual Life Center, American University, 4400 Massachusetts Ave, NW, Washington, DC
Lugar de la exposición: patio exterior del Katzen Arts Center, American University
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Por Patricio Zamorano, desde Washington DC
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