Su Opazo, comediante: “No soy la tallera, siempre fui el foco de tallas”

La comediante Susana Opazo llegó a hacer comedia desde otro lugar, “desde el lugar de la persona de la que se reían siempre”. La pillamos antes de grabar un capítulo de su programa ‘El Club de las Tres de la Tarde’, para conversar sobre sus inicios en la comedia; el racismo y la homofobia en las rutinas de los humoristas; de su perspectiva de clase, y de cómo alguien, que desde pequeña sufrió bullying, se convirtió en contadora de chistes.

Su Opazo, comediante: “No soy la tallera,  siempre fui el foco de tallas”

Autor: Mauricio Becerra

Cuando niña un tío repetía una y otra vez los casetes de chistes de Coco Legrand que vendían en la feria y cada verano su padre grababa desde la radio a los humoristas del Festival de Viña del Mar. Así, a puro oído, Susana Opazo -reconocida en el ambiente stand up comedy como Su Opazo– fue asimilando el tono del humor chileno, cuando un chiste está bien contado, con sus pausas y el remate. Las vueltas de la vida y las necesidades de la pobreza hicieron que a los nueve años comenzara a trabajar en una confitería, luego, varios empleos como telefonista en call center y, mucho después, poder estudiar sociología.

A partir de 2007 se comenzó a interesar por el humor, llegó 2011 y en medio de la efervescencia estudiantil, ya frecuentaba los incipientes espacios de comedia chilena. Hoy la vemos en presentaciones que la llevan a distintas ciudades de Chile y en el programa ‘El Club de las Tres de la Tarde’, en donde desde una mirada lesbofeminista desmenuza la actualidad. Así, de a poco, Su Opazo ha ido construyendo un espacio crítico y forjando su público en el programa auspiciado por amigos contadores y correctores de tesis.

– ¿Cómo entraste en la comedia?

– Estaba en una época de mucha depresión y empecé a ver mucha comedia. Empecé a seguir comediantes, ver películas de Woody Allen, apareció ‘La loca de mierda’ en Argentina y llegaron acá a Chile los standuperos. Yo era una niña como Mafalda, más densa, estudié sociología en la ARCIS, siempre todo muy serio. Los que somos como medio intelectuales a veces miramos a la comedia en menos, uno se imagina las películas gringas estúpidas, pero también hay una comedia interesante, que comencé a descubrir. Así empecé a ver comedia, ver comediantes, ir a verlas. Existía ‘El club de la Comedia’ en la tele, pero no había bares de comedia como ahora. Estaban recién partiendo Natalia Valdebenito, Jani Dueñas, Paloma Salas, a quienes las seguía, las iba a ver.

– Era la época de ‘El club de la Comedia’

– Siempre vi mucho comediante, pero en particular nunca me interesaron los de ‘El Club de la Comedia’. Veía el programa de tele porque siempre vi mucha tele. Pero recuerdo de chica haber escuchado a Coco Legrand. Tenía un tío que escuchaba los casetes grabados del humorista y los repetía y repetía y repetía. Y me los sabía, porque cuando era muy niña uno puede escuchar muchas veces las cosas, al final me sabía los chistes de Coco Legrand. Me acuerdo de que mi papá grababa a los comediantes de Viña del Mar en la radio y yo después escuchaba las rutinas una y otra vez de todos los que puedas imaginar, como Pablo Iglesias, gente que ahora está muy olvidada en el mundo de la comedia, yo los escuchaba y ahora lo pienso y ¡chuta! me pasaba días enteros escuchando a estos comediantes. Ahora lo pienso y me hace sentido. Yo me sabía de memoria las rutinas de Coco Legrand y ahora uno ve para atrás y ve al tipo, un viejo chato.

– Fue una forma de pedagogía que tuviste cuando niña, eso de la entonación, el manejo de los silencios

– Me imaginaba esos shows de Coco Legrand, jamás había ido al teatro, yo era una niña de población y lo había visto en televisión. Como para mucha gente hoy, para mí en esa época los comediantes eran los que estaban en televisión.

– De igual forma, hay un humor en el mundo popular que se expresa en el apodo, el chiste. Eso de juntémonos a echar la talla, una forma de como tomamos las cosas.

– Creo que sí, que nosotros como país armamos un chiste de la tragedia. Raúl Ruiz parece que decía que había que tener mucho humor en Chile, porque había muchos terremotos, gente muerta, una epidemia y la gente hace chiste con eso. Estamos enterrando los muertos bajo nuestros pies y ya estamos tirando tallas. Tenemos un trago que se llama terremoto; siento que la tragedia no se la toma como una tragedia, sino que la toman con humor. Pero yo no soy la tallera, no soy las que ando echando la talla.

– ¿No eras de las que tiraba el chiste?

– No soy la tallera, pa’ na. Lo que llamamos la talla suele ser reírse con mucha crueldad. Yo siempre sí he sido el foco de tallas. De mí se han reído, al ser lesbiana, camionera o Juana Tres Cocos, que es como me decían cuando niña. Yo soy una persona de la se han servido para hacer bromas toda la vida, pero no soy de las personas que hacen bullying. A mí me hacían el bullying. El chileno es muy bueno para la talla, pero esa talla suele ser para el débil que está cerca. Tirarle la talla al gordo, a la fea, a la suegra, a las lesbianas, al maricón. Yo he sido objeto de tallas, nunca he sido el florerito de la fiesta.

– ¿Y entre comediantes cómo es esa relación?

– En general cuando he estado con los comediantes en un grupo, por lo general yo estoy callada, no tengo nada que decir. Están todos gritando, queriendo llamar la atención, yo estoy en silencio porque no me voy a poner a gritar para hablar más fuerte. Yo en esa situación como que me voy para adentro porque nunca he sido ese personaje que tira la talla.

COPANO Y EL PLATO TÍPICO DE HAITÍ

– De alguna forma eres comediante desde la experiencia de quien fue objeto de bullying

– Claro, yo lo tengo súper claro. Cuando Lemebel decía “que tengo cicatrices de risas en la espalda” lo tenemos claro en el mundo LGBT, sobre todo quienes no somos hombres gays y sufrimos discriminación. En ese sentido tenemos cicatrices de risas en nuestras espaldas, pero me llama la atención cuando el humor es de arriba para abajo, cuando el fuerte humilla al débil. No es que quiera andar atenta, pero me doy cuenta. No es que no me quiera reír de las personas afros, lo que pasa es que sinceramente no me da risa un chiste sobre ellos, aunque esté bien construido, sea muy imaginativo o qué sorpresivo que es el remate que dio esta persona. A mí no me da risa porque entiendo lo que me está diciendo y me parece algo ofensivo, me da rabia, me da pena, pero no me da risa. Pero sé que a mucha gente le da risa esas cosas. A mí no me dan risa y llegué a hacer comedia desde otro lugar, desde el lugar de la persona de la que se reían siempre.

– El racismo es un lugar común entre varios humoristas chilenos…

– No es algo que yo intelectualice, sino que en verdad no me dan risa los chistes racistas. No me voy a poner a fingir que estoy riendo porque justo esta persona que cuenta el chiste. No puedo olvidar, tengo buena memoria. Copano, la primera vez que fue al Festival de Viña del Mar hizo un chiste que decía: “¿Cuál es el plato típico de Haití? El plato vacío”. No es que yo intente no reírme de eso, pero me parece algo demasiado violento, sucio y cruel. Cuando escucho eso no digo no me voy a reír porque no es correcto, no se trata de eso. Mira, no conozco a nadie de Haití, pero no me da risa esa cuestión. Tal vez las cicatrices que tengo en la espalda hacen que eso no me de risa, sino que más bien rabia.

– Un lugar común de los humoristas es el maricón, aunque recientemente se ha dejado ese personaje en las rutinas de humor.

– Se dejó un tiempo, pero ahora ha vuelto, ha vuelto el chiste del pico, del maricón, estamos en un retorno de chistes discriminatorios. El público para ese tipo de chiste nunca va a dejar de existir, lo que sí yo pienso es que los hombres son profundamente gays, que les encanta estar entre ellos y que, aunque se sientan héteros y amen mujeres, tienen mucha misoginia y en realidad tienen una homosexualidad muy encriptada y creo que eso lo liberan a través del humor. Por eso les encanta vestirse de mujer, hacer chistes de maricón, representar a maricones, como en el ‘Club de la Comedia’ eso era todo el tiempo, el Toto el Coto, no sé cuánto. Fingir ser gay es una manera de expresar una homosexualidad creo que encubierta. Mientras más encubierto eres, creo que los chistes son más homofóbicos.

– Al mismo tiempo, la lesbiana ha sido invisibilizada en la comedia chilena.

– Las lesbianas no existen en ninguna parte. Imagínate que en Chile se penalizaba la sodomía y no se penalizaban a las lesbianas. A fines de los noventa se despenalizó la sodomía en Chile, pero las lesbianas ni siquiera entraban dentro de la categoría de delito. Eso da cuenta de una mirada muy masculina de la sexualidad, que asume que el sexo es pene, es un pene penetrando. Entonces las personas que no tienen pene no cometen delito, ni siquiera como pecado es nombrado. De igual forma, estar invisible en la sociedad tiene cosas buenas y malas. No existimos, no somos la misma categoría analítica, ni la categoría identitaria del mundo gay. No tenemos la misma discriminación, sueños y anhelos. Las lesbianas y los hombres gay son diferentes, porque tienen otro nivel de discriminaciones. Es importante hacer esas distinciones porque dentro del mundo LGBT no tenemos los mismos padecimientos, y aún más con las personas trans.

POSICIÓN DE CLASE Y PÚBLICOS

– ¿Quién es tu público?

– Los he ido conociendo. Hemos ido haciendo encuentros. Es mucha gente adulta, hay mucha gente LGBT, pero no cualquier tipo, sino quienes les interesa la política. Es un público muy diverso, pero lo que sí me he ido dando cuenta es que es gente que le gusta la política y enfrentar temas que son algo dolorosos. Hacemos comedia, pero no hablamos de poto y sexo, nos metemos en temas peludos, en la parte complicada, pero el público me pide eso, me he dado cuenta. Tratamos de ponerlo con humor, de explicar porque veo que es un público que quiere entender las cosas. Recibimos las noticias, pero no necesariamente entendemos lo que significa para nosotros. Creo que muchos vienen al podcast para ver una mirada, que es la mía y así tratar de armar su mirada. Quieren entender algo, el caso Hermosilla qué significa, las implicancias, creo que buscan comprender y eso tenemos en común. Hay público hétero también, muchos hombres, la otra vez me escribió un republicano y me preguntó: ‘sabís, soy republicano y me inscribí en tu podcast ¿estoy mal?’.

– En tus podcasts tú destacas mucho el tema de la clase, algo que se omite en las conversaciones en Chile ¿por qué ese énfasis?

– Porque Chile es un país donde la clase influye en todo. Si tú eres de cierta clase, eres tratado de otra forma cuando entras a comprar a una tienda; cuando eres de ciertas universidades, eres tratado de otra forma en una fiesta, eres invitado o no a un encuentro, quedas o no quedas en un trabajo. La clase determina demasiadas cosas en este país. Si alguien lo niega es que no quiere reconocer sus propias opresiones. La clase es una medida de análisis y me gustaría que la gente que venimos de la pobreza como yo -pese a que ahora estamos pasando de capa media- y venimos con esa mirada, nos debería hacer entender mejor quién es el enemigo, que no son los otros pobres, no son los que votan por este o por el otro, sino los cuicos que trabajan juntos. Lo que hizo el caso Hermosilla fue demostrarnos eso; si ese abogado trabajaba para izquierda y derecha, son todos de la misma clase y se ponen de acuerdo. Es obvio que se pusieron de acuerdo para reprimir el movimiento y ahí estuvo el Boric para firmar y recibió su compensación. Así es Chile. Los cuicos son una sola clase y es un engaño cuando nos dicen que están en una lucha entre izquierda y derecha. Para mí la política es como la lucha libre. Hacen como que se odian, se pegan y se van a matar, pero es toda una actuación y los que estamos fuera de ese mundo les compramos ese cuento.

– En tu programa también te refieres a los del Frente Amplio ¿cómo los ves? Porque hablaban bien bonito los cabros…

– Es que las personas ilustradas hablan bonito. Creo que el Frente Amplio tiene algo que cruza toda la historia de nuestro país y es que son personas cuicas. Pese a que en Chile nadie se considera cuico, considera que Piñera se consideraba de clase media. No se consideran cuicos porque siempre hay alguien más cuico que ellos. Eso tiene que ver con los privilegios. Los que los tienen están en otro lugar respecto de quienes no los tienen. Yo nunca entré con esos privilegios. Empecé a estudiar con 24 años en la universidad, trabajé toda mi vida. Empecé a trabajar a los nueve años en la confitería del Apumanque y no fue para comprarme ropa, sino porque con mis hermanos éramos pobres y trabajábamos porque no había comida. No hay plata para estudiar, nuestros padres nos abandonaron, tuvimos que trabajar siempre para sobrevivir. En ese sentido no tengo nada que ver con la gente del Frente Amplio. Yo sé que en dicha colectividad hay quienes no son cuicos, que trabajan y creen en el proyecto, pero las cúpulas, los que toman las decisiones, los que decidieron firmar el 15 de noviembre cuando el Boric firma son los cuicos. Son los Boric, los Winter y se pasan por la raja a todas las bases, que son las que trabajan. Tengo claro que hay gente que no es cuica, que está embaucada en ese proyecto, que tiene esperanzas de que cambien las cosas, pero los que toman las decisiones son puros privilegiados, con los cuales no tengo nada en común porque yo vengo de la pobreza. Ahora me va bien porque soy comediante y he tenido más suerte en la vida. No vengo de ese mundo, no vengo de esas universidades y no pienso como ellos.

Por Mauricio Becerra R.


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