Puebla, Pue. 9 de octubre de 2021. Un director de cine (Rocko Zevenbergen) filma con menguante presupuesto una película sobre un joven aficionado a las fiestas y las drogas llamado Dood (Estevan Muñoz). Tras una redada, Dood se encuentra con una extraña criatura semejante a un cerebro dentado, a la que el joven describe como «una combinación de vómito y semen», y que más adelante será insultado como «algo demasiado bajo para llamarse Gremlin y más emparentado con los Critters».
Tras racionalizar en un primer momento que la criatura es producto de sus sentidos intoxicados, Dood llegará a comprender que este singular entre no se diluirá tras la resaca narcótica e incluso, tras un primer momento de repulsión y rechazo, accede a llevarla consigo en su vehículo y hospedarla en su casa.
A partir de este momento, Dood experimentará una progresiva descomposición mental, en la que la criatura se incorporará a su ser físico y psíquico de una manera cada vez más invasiva, ejerciendo un parasitismo en que se nutre del dolor y la degradación del joven protagonista, forzándolo a incurrir en actos repulsivos.
Además, lo bombardeará todo el tiempo con frases inquietantes y desmotivantes, algo así como el cerebro que pregunta a su dueña «¿Vas a dormir?» en el célebre cómic convertido en meme, publicado por primera vez en 2017 por Hannah Hillam.
Mientras la historia de Dodd y la criatura se complica por una investigación policiaca iniciada en contra de él y sus amigos a cuenta del consumo de sustancias ilícitas, en el otro plano narrativo, el del propio cineasta, el equipo de filmación comienza a cuestionar la narrativa que perciben como desaforada y las escenas cada vez más grotescas que se representan en la película. Mientras la mente de Dodd se diluye ante la influencia perniciosa de la criatura, el equipo del director de la película se disgrega, arriesgando la culminación de la película.
«¡Te necesito muerto!» (I Need you dead!, Sevenbergen, 2020) es una pieza cinematográfica cuyo género transita de la alegre parodia a los referentes más oscuros del cine de transfiguración corpórea. Constituye una reflexión sobre los extraños sótanos a los que ocasionalmente se desciende en la búsqueda psicodélica, donde las falsas epifanías aguardan con sus colmillos afilados.
Por otro lado, en el plano de su metanarración, la pieza pone de manifiesto el calvario de quien decide consagrarse a la experimentación cinematográfica y partiendo de cero escribe una historia y se expone al escepticismo no sólo de los inversionistas, sino hasta de su propio equipo de trabajo.
Lo crudo, lo podrido y lo apastelado: una charla con Rocko Sevenbergen
El Ciudadano México tuvo oportunidad de entrevistar al estadounidense Rocko Zevenbergen el 8 de octubre de 2021, unos minutos antes de la proyección de ésta, su ópera prima, en el espacio cultural «Estridente», en Cholula, Puebla. Se trató de un evento íntimo, donde el director regaló DVDs y pósters de la película a los asistentes, con quienes bebió y convivió como si conociera de toda la vida.
La estética gore que emerge en el algunas escenas de «¡Te necesito muerto!», que combina el horror corpóreo (body horror) con el filo «slasher«, alcanza momentos que estremecerán hasta las retinas más curtidas en en este radical género cinematográfico, donde no escasean la sangre, las vísceras ni los tabúes. Cuestionado sobre la posibilidad de incomodar a adultos conservadores o a jóvenes liberales con hipersensibilidad política, Zevenbergen es enfático:
«Empieza a haber un poco más de censura proveniente de gente que decía ‘sólo exprésate con libertad’, y es interesante ver cómo eso ha cambiado. En lo personal, no me importa de qué lado venga (la censura). Diré lo que tenga que decir y lo pondré en mi película. De hecho, hay algunas cosas en esta película («¡Te necesito muerto!») que preocuparán a ambos lados, ya seas conservador, o liberal, o lo que sea. Hay cosas en el mundo real que son perturbadoras. Todo lo que deseo hacer es empezar una conversación».
La primera escena de la película que nos ocupa, donde un grupo de música punk toca en una fiesta casera, resalta por su vivaz paleta de colores, así como un soporte musical (intepretado a cuadro por Nick Normal, una banda ensamblada especialmente para película por el propio director a partir de miembros que escogió de otras bandas de Portland) que remite a la estética de las películas de serie B de los años ’80.
Interrogado en torno el culto de esta década que se vive actualmente a través de series como «Stranger Things», o incluso en «San Junípero», considerado el capítulo más esperanzador de la serie «Black Mirror», así como en la nostalgia ‘ochentera’ evidente en la música darkwave y retrofuturista que se produce en la actualidad, Sevenbergen reflexiona:
«Los ochenta representan un tiempo en que las cosas que «asustaban» realmente no asustaban. Los setenta asustaban en términos de lo que se estaba proyectando en las salas cinematográficas, mientras que en los ochenta… «Los Gremlins», que son muy tiernos; «Pesadilla en la Calle del Infierno», que es más jocosa de lo que es aterradora. Yo creo que la gente quiere sentirse cómoda, lo que no es malo en sí mismo, y por eso están buscando este tipo de horror jocoso. En lo personal, amo los ochentas, pero también me gusta el cine crudo de los setenta y los noventa. Mi ambición con «¡Te necesito muerto!» fue fusionar ambas. Al inicio de la película te sentirás como en los ochenta y dirás «¡Hey, Rock n’ Roll!», pero conforme te internes en la película, esa comodidad se irá desvaneciendo».
Efectivamente, el cambio de género que experimenta la película a lo largo de sus accidentados giros la convierte en un filme mutante, transgénico, cuya colorida epidermis hay que tomar con pinzas y no bajar la guardia ante las rojas entrañas que no tardarán en desparramarse tras el desgarramiento de la apastelada superficie.
«»¡Te necesito muerto!» se filmó con un presupuesto de treinta mil dólares, atesorados durante años en que Rocko desempeñó todo tipo de oficios, entre los que recuerda el de cocinero especialista en papas fritas. Un día después de su estreno en 2020, todas las salas de cine cerraron por la cuarentena del COVID-19. Como buen director de cine independiente, Zevenbergen vive mediante la filosofía del «hágalo usted mismo» y terminó adaptando su propio autocinema en Oregon para poder retomar las exhibiciones de la película.
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«Con o sin epidemia, todo se sintetiza en saber resolver problemas. Porque cuando eres un cineasta todo mundo te dice «No, no, no» y me vuelve loco. Debes idear soluciones locas para problemas locos».
El siguiente presupuesto que Rocko tiene en mente para la próxima de película es de cien mil dólares. Está consciente de todas las puertas que deberá tocar, pero también tiene muy claro hasta qué punto estaría dispuesto a ceder por alcanzar mayores presupuestos. «Si lo que me vas a pedir es que cambie la escena que yo considero medular en la película, olvídalo, buscaré otra forma de financiarme o de resolver el tema técnico que esté enfrentando».
Finalmente, cuestionado sobre si algún día filmaría una película en México, país más ‘gore’ que cualquier delirio cinematográfico, Rocko dice que se atrevería, siempre y cuándo aprenda antes español, reto para el que piensa acogerse a la enseñanza de Aerin Chacklai, coproductora y subtituladora al español de la película en comento.