Durante todo enero se está presentando Dubois, Santo Asesino, creación teatral colectiva de las compañías Turba, La Impopulárica y Teatro Virgen, que entremezcla hitos biográficos e interpretaciones de Emile Dubois, inmigrante francés acusado de diversos crímenes y fusilado en 1907, hoy convertido en el personaje más venerado por la religiosidad popular porteña.
El inicio del siglo XX trajo a nuestro país no sólo ese tufillo a modernidad (provinciana, por cierto), sino también todos los vicios de las urbes; una amalgama siempre grotesca.
Valparaíso en 1907 era sitio donde convivían la opulencia y la miseria, las formas refinadas y extravagantes importadas por inmigrantes y afrancesados criollos, el desarrollo económico que beneficiaba a la elite, con el abandono y las toscas costumbres de los asalariados y errantes atraídos por el movimiento comercial del puerto.
En estas oleadas de trotamundos se encuentra la figura de Emile Dubois Morales (colombiano de ascendencia francesa, según él), también conocido -entre otros nombres- como Luis Amadeo Brihier Lacroix, francés de nacimiento, quien pasaría a convertirse en el supuesto primer asesino en serie de la zona y luego en venerable «animito» porteño.
La investigación de la historia de su vida y tras-vida (mezcla de crónica roja y religiosidad popular) en la que se adentraron estas tres compañías de teatro de Valparaíso, dio vida a Dubois, Santo Asesino, obra estrenada el 12 de enero en la recuperada Capilla Santa Ana (ahora Centro Cívico) del Cerro Cordillera, que integra atractivos elementos en su puesta en escena y una dramaturgia que indaga en aspectos biográficos e interpretaciones libres de la vida y motivaciones de un personaje que se ha perdido en lo difuso de su propio mito.
SANTO PAGANO
La figura de Dubois vive hoy en dos extremos: Para unos, una especie de vengador del pueblo contra los abusos oligarcas; para otros, un asesino que robaba para sí mismo, tal como dicta la sentencia de 1907 que lo mandó al patíbulo por el asesinato de varios magnates porteños y santiaguinos, ocurridos entre el 7 de marzo de 1905 al 14 de abril de 1906.
Según biografías dispersas y no del todo definitivas, Dubois sería un aventurero dedicado a los viajes. Un actor errante que utilizaba sus capacidades y magnetismo para buscar las maneras de sobrevivir en tierras desconocidas. Tras un periplo por varios países de América, se habría asentado en Valparaíso a mediados de la primera década del siglo XX.
El comienzo de su fin ocurrió cuando fue apresado luego de que atacase al dentista Davies con un garrote y se diera a la fuga. Tras esto estuvo nueve meses en la cárcel. Se declaró inocente hasta su ejecución, el 26 de marzo de 1907, luego de que fuese culpado de los homicidios del señor Lafontaine, Tillmanns, Titius y Challe. Para el juez Santa Cruz, quien llevó el caso, Dubois era, sin dudas, un asesino en serie frío y despiadado.
Se cuenta que el propio Dubois llevó su defensa, con resultados dispares. Sin embargo, el juicio fue apresurado, un testigo clave del francés desapareció antes de ser llamado a declarar, y finalmente, se le sentenció sin pruebas concretas sólo por el asesinato de Lafontaine y por el atentado contra Davies. Aun así, pasó a la historia oficial como autor de varios asesinatos.
Fusilado el mismo día en que se casó, la peregrinación de los porteños a su tumba comenzó el día siguiente, ya que el caso había sido seguido muy de cerca de por la gente y la prensa (El Mercurio de Valparaíso nunca dudó de su culpabilidad).
Como indica el recopilador de relatos orales, Víctor Rojas Farías, en sus libros Colección Legendario Porteño y Valparaíso, El Mito y sus Leyendas, pronto se rumoreó que Dubois se vengaba de quienes lo acusaron injustamente: Por ejemplo, el presidente Pedro Montt, quien negó su indulto, murió en Francia y quien le sucedió corrió la misma suerte.
Estos mitos harán de Dubois un personaje en el que confluyen todos los arquetipos sociales que dan forma a las leyendas: “Un poeta distinguido dominado por un enfermizo impulso asesino; un artista que quería hacer de sus crímenes obras de arte; un homicida impulsado por fuerzas sobrenaturales; un galán aventurero y heroico, acusado falsamente de asesino por la clase alta; y un ladrón que robaba a los ricos para dar a los pobres, muerto en represalia”. (1)
Los restos de Dubois son venerados en el Cementerio 3 de Playa Ancha, donde su animita es un colorido espacio de visita.
SANTO ASESINO
El velo de misterio en torno a la vida y la verdad de Dubois, su ambivalencia, la propia leyenda construida por él mismo en torno a sus diversas identidades y oficios, además de ser un personaje arraigado en la tradición del Valparaíso profundo, de seguro deben ser algunas de las motivaciones que llevaron a estas tres compañías de teatro a indagar en la figura del francés y en dar vida a un montaje que juega inteligentemente y con notables resultados estéticos en este Dubois, Santo Asesino.
Un anochecer en que el viento ataca con furia en las calles del Cerro Cordillera, específicamente en las afueras de la desolada Capilla Santa Ana, dan la bienvenida a una treintena de asistentes que vencen el tedio de un domingo cualquiera.
El espectáculo comienza en las puertas. La retórica desde el campanario de uno de los varios actores que interpreta los diferentes momentos de Dubois nos hace inferir que no sólo daremos un paseo por los vericuetos de la imaginación.
El ingreso a la Capilla es silencioso y oscuro. Una de las particularidades de la obra es la utilización del espacio. Desde el campanario hasta el altar, focos de atención simultáneos, los asistentes deben moverse por las esquinas y acercarse a mínimas escenografías montadas entre los escombros, que se convierten en escenario múltiple, construido con una iluminación en perfecto equilibrio entre lo funcional y lo efectista.
En estos desplazamientos, el público se encuentra en un momento participando de una fiesta, en otro escuchando el relato de una vida desgraciada, en otro testificando la muerte y la violencia a manos de un asesino, quebrándose su lugar tradicional en cualquier espectáculo. Pasada la mitad de la obra, el público queda en medio de la Iglesia, sentado en sencillas butacas que giran en 360º.
La oscuridad, las ruinas, el vestuario y la música son estimulantes y funcionales (salvo por algunos ruidos producto de la tecnología digital) al ambiente siniestro y oscuramente humorístico que desarrollan las escenas. En ellas se ve un Dubois actor, mago, socialité, marginal, agresivo y seductor, reflexivo e impulsivo, en un círculo que intenta dar la vuelta a todas las interpretaciones referentes a su persona.
Y lo logra con una dramaturgia por momentos de alto vuelo poético, pero que además proyecta la situación social de comienzos del siglo pasado con los actuales problemas y realidades que afectan a los más pobres y a los marginales, dejando, al final, la sensación de un Dubois consciente, sensible y activo frente a la injusticia, haciéndonos cómplices de sus pensamientos, sufrimientos y actos.
Es en este nivel en que la figura de Dubois se nos hace presente y necesaria hoy más allá de la leyenda, en el momento en que su figura nos identifica, incorporando a porteños y extranjeros en una historia de muerte y vida, porque, paradójicamente, el fin de su vida es el inicio del mito, tal como cuando inferimos que es realmente la novia la que muere y no Dubois, vivo hoy en el teatro y en el recuerdo y fe de sus fieles.
(1) Emile Dubois: sus misterios y verdades. http://www.ciudaddevalparaiso.cl/inicio/patrimonio_historia_sxxi_nueva.php?id_hito=25
Por Cristóbal Cornejo
El Ciudadano
DUBOIS, SANTO ASESINO
Funciones jueves, viernes, sábado y domingo hasta el 29 de enero a las 21.30 hrs. en Bulnes esquina Eyzaguirre, Cerro Cordillera. $1500. Reservas al 78135082.
Elenco: Daniela Alcaide, Daniel Benítez, Carolina Castillo, Felipe Díaz Galarce, Alexandra Farías, Demian Ormeño, Javier Ramirez, Gustavo Rodríguez, Javiera Valdivia
Dramaturgia: Gustavo Rodríguez
Vestuario: Paula Vidal
Escenografía: Eduardo Hinojosa
Música: Jorge Alcaide
Diseño gráfico: Gonzalo Olivares
Fotografía: Jorge Villa
Audiovisual: Jose Bahamondes
Producción general: Javiera Valdivia, Carolina Castillo, Cristina Alcaide