Para hablar de una obra como esta hay que advertir primero su pertenencia a “Escena Doméstica, festival en espacios caseros”, proyecto que viene funcionando desde principios de este año, y que ha mantenido una convocatoria permanentemente abierta para obras que quieran sumarse a él. Así, la obra aquí en cuestión se emplaza principalmente en la casa de una de las actrices, aunque su inicio se sitúa fuera de ella, en la calle. Se cita al público a reunirse frente al Hospital del Trabajador, por la entrada de la calle Ramón Carnicier; desde allí, el público comienza un tránsito guiado por Ébana Garín (una de las actrices), único momento donde aparece texto en la obra, un texto que se niega a ser explicativo y que más bien funciona como acercamiento a una vivencia cotidiana del lugar.
Ya dentro de la casa, acondicionada para la obra, los cuerpos de las dos actrices se toman la escena y desplazan cualquier atisbo de textualidad. Bruscamente, nos percatamos de la desnudez de una sola de ellas, está como muerta, su compañera vestida la manipula como un objeto, hace como que le extrae trozos de su boca y su vagina. Los golpes se vuelven cada vez menos cuidados. El ojo del público, muy cerca, puede incluso ver por partes aumentadas el cuerpo vejado de la mujer desnuda. Esbozan así las actrices una historia que bien podría ser parte de nuestra historia nacional reciente, de nuestro imaginario compartido. Se expone al público a un juego con la vulneración del cuerpo, con la transgresión de su dignidad, su trato como objeto, la radicalidad del límite entre la vida y el asesinato, la vida y la tortura. Hoy, cuando conmemoramos 40 años después del golpe militar, La Clínica III remueve una memoria que llevamos en el cuerpo. Una memoria que no es sólo pasado, sino que son marcas en nuestro presente, marcas en la piel, en los ojos, en la carne, marcas del sufrimiento que llevamos como sociedad, como pueblo, los golpes de los pacos hacia niñas y niños secundarios que protestan por una educación digna, la militarización de la Araucanía, la deuda de un sistema crediticio que nos ahoga…
Pero la historia no es el único terreno en disputa al que nos lleva la obra, también confronta las formas convencionales en que nos diferenciamos como público de lo que ocurre en escena, la forma en que oponemos ficción y realidad. Es el vejamen esta vez no contra el cuerpo, sino contra la casa de la actriz, donde nos resguardamos ahora también el público mientras se nos invita a ver el espectáculo. Temblamos a cada golpe del mazo contra la pared, temblamos y con nosotros tiembla el departamento entero, incluso tiemblan los vecinos alterados por el escándalo de los golpes. Se abre un hoyo en la pared, en medio de la polvareda y los escombros repartidos por el suelo del living, de allí viene una luz, se alcanza a ver que del otro lado hay más, hay otra escena. Rápidamente la mujer vestida introduce por el agujero a la mujer desnuda. Con un martillo pequeño y discreto (comparado con el mazo con que destruyó la pared), instala un clavo para luego colgar un cuadro: queda sellada la escena y comienzan los aplausos, pero ¿qué aplaudimos: la brutalidad de la destrucción de una pared que nos abriga y acoge; el trato violento que le dio la mujer vestida a la mujer desnuda? Más bien aplaudimos porque fuimos un público bien comportado, y claro, por el reconocimiento ante un muy buen trabajo. Es interesante entonces cómo La Clínica III desfigura la posición de las actrices, de los espectadores, de la escena misma: la realidad y la ficción no funcionan ya como terrenos delimitados. En especial, queda tensionada esa distancia que tomamos, sea para observar un paisaje, experimentar una obra de teatro o una performance como la que nos convoca; la distancia de la contemplación.
Durante el montaje, “Cuerpo Indisciplinado, Núcleo de Investigación y Creación Escénica” tironea progresivamente del espectador, removiéndolo cada vez más violentamente de la comodidad de esa distancia contemplativa. Vemos entonces que otros modos de producción artística pueden proyectar, a su vez, otras modalidades de contemplar. Y es que si transformamos el sustento material de la escena al sacarla de la sala y llevarla a espacios trastornados (como la calle y una casa golpeada), serán transformadas también las relaciones entre público y escena, entre ficción y realidad, lo que permite el surgimiento de formas distintas de producir arte y de participar de la obra.
Los invito a revisar el sitio web del Festival en espacios caseros, Escena Doméstica (http://escenadomestica.wordpress.com/), a ver qué es lo que han venido mostrando y qué nos ofrecerán dentro de lo que resta del año.
Ficha técnica:
Obra: La Clínica III
Colectivo realizador: Cuerpo Indisciplinado, Núcleo de Investigación y Creación Escénica.
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Por Rodrigo Rojas
El Ciudadano