Podría ser la última escena de la obra, pero no es parte del montaje y se produce al inicio. Es un vehículo de seguridad ciudadana instalado junto frente a la puerta de la sala de calle Matta Oriente, y un par de funcionarios municipales controlando los permisos de la obra. Es Chile del 2009, de mayo de este año, justo una noche después de la muerte accidental de un muchacho anarquista y el mismo día de los allanamientos a las casas ocupadas y los centros culturales. Todo calza perfecto, todo se liga, así como lo logran los actores y músicos de el “Gran Baile Gran”, trabajo del 2007 que la compañía ha vuelto a presentar, en una adaptación para sala, luego de su versión original de calle.
Y no puede ser en un más oportuno, y no lo digo por la coyuntura antes descrita, sino por el momento global que enfrenta el país, por la suma de miserias y mezquindades que no sumen en jornadas tan poco amables y soportables. Lo digo por algo que el director de la compañía dijo esa noche, al dedicar la presentación a los pobladores que están viviendo a orillas de el Mapocho, bajo el puente Pío Nono. Lo digo por la miseria humana y social, travestida de país exitoso que no quieren hacer creer, tal como lo plantea la obra al mostrarnos el cuadro de la dictadura militar y unos torturadores que manosean la patria, que abusan de ella, que la usan para satisfacer sus bajos instintos y a la vez mostrarse como correctos ciudadanos. Lo planteo también, por esa curiosa sociedad que enfrentamos, donde la vida ajena es lo fundamental a conocer, marcado por la frivolidad y lo chabacano, con una televisión que enajena y manipula, tal como lo muestra Mendicantes al poner en su justo tono a la televisión de los ochenta, que muchos gustan de evocar como mejor que la actual, pero que cumplía los mismos objetivos de manipulación comunicacional que los que hoy se observan.
Por esas ideas plasmadas sin corte, sin tiempo para la reflexión instantánea, por ese gran hilo invisible que cruza toda la obra, que parte en la oligarquía de 1920, y siguen con esos trabajadores o campesinos esforzados, con los logros del Frente Popular, con las persecuciones ideológicas y que emociona esas familiares de detenidos desaparecidos, el “Gran Baile Gran” resulta una revisión sintética y justa de la sociedad chilena, donde han primado los intereses económicos y donde los castigados, los reprimidos, los condenados al eterno sacrificio y desprecio han sido los mismos. Así el trabajo desde su puesta en escena, desde su composición festiva y dinámica, desde sus acertadas caricaturas, desde su estructurada selección de las piezas musicales, desde sus intervenciones sonoras -uso de la radio y del discurso de Allende del 4 de septiembre de 1970, como elementos estructuradores de algunos vínculos del relato-, y desde su plenitud conceptual, logra instalar una necesidad de análisis, de reflexión y de mirar lo que hemos sido y somos como país, y plantea o deja como ejercicio, el hecho que muchas veces manejamos una serie de situaciones de manera aislada, pero que al ponerlas en este continuo bailable, en este gran baile gran, en este hecho de que nos han bailado tantas veces, no seamos aún capaces de darnos cuenta que la música -con el perdón de los muchachos- la ponen los otros, y nosotros, los de aquí abajo, sólo estamos para seguirles el ritmo.
Gran Baile Gran
Teatro Mendicantes
Matta Oriente
Funciones: jueves a sábado, 20: 30 horas, domingos 20 horas
Valor: jueves populares 2.000 pesos, estudiantes y adultos mayores 2.000 pesos, público general 3.000 pesos.
por Jordi Berenguer
El Ciudadano