Como buen metalero, la actitud narrativa de Maximiliano Sánchez en “Thrash metal: del sonido al contenido. Origen y gestación de una contracultura chilena” es a ratos virulenta e intolerante. Intentando desarrollar una reconstrucción socio-histórica desde la sociología, su investigación profundiza en el contexto político y cultural en el que se va formando desde la primera mitad de los 80, lo que será, ya concretamente desde 1985, el thrash metal chileno, una de las tribus contraculturales (junto con la punk) de más convocatoria y producción simbólica.
Si bien ya había bandas como Rust, Dorso y Chronos desde 1983, el año 1985 será el de nacimiento oficial de la movida thrash en Chile, coronado con el primer “Death Metal Holocaust”, festival realizado en diciembre de ese año –que tendría tres versiones más, incluso con bandas extranjeras- en el que tocaron Massacre, Pentagram, Nimrod, Ryst, Cript, y Belial (una de las primeras porteñas).
El libro realiza una contextualización del metal como género musical y como contracultura en el Chile de los 80, el rápido desarrollo en regiones, y su autonomía (y hermetismo) expresada en fanzines, sellos independientes, y conciertos en lugares fuera del circuito comercial como el gimnasio Manuel Plaza o la sala Lautaro. A través de entrevistas y material gráfico se indaga en las bandas iniciales y en la segunda oleada, donde figuran Sadism o Torturer, que iniciarían el giro death metal que dominaría en los 90. Anécdotas y aspectos desconocidos, muy ricos para comprender el fenómeno, también abundan.
Más allá, hay referencias a los efectos de su relativa masificación, al rol de los productores de conciertos como mediadores frente a la autoridad, a los sesgos de género, y a las contradicciones políticas dentro de un movimiento socialmente heterogéneo.
DE METAL O DE CARTON
-En el libro recalcas que el thrash no es político. Sin embargo toda expresión estética es política, aunque no necesariamente militante. ¿De qué manera crees tú que se expresa el elemento político en el movimiento?
-El thrash sí tenía formas de organización como grupo social distintas, que planteaba unas visiones de mundo y apropiaciones, que sus elementos estéticos reflejaban una forma de vida particular, donde hay interacciones y relaciones de poder. En el fondo todo el análisis que hay del thrash como contracultura que el libro refleja tiene el trasfondo político del que tú hablas, evidentemente como expresión artística que es.
La verdad no pretendo entrar al debate intelectual con esto. Todo lo contrario: entre más alejado me encuentre de dicho mundo tanto mejor y me alegra mucho que todas las personas que han adquirido el libro sean metaleros. Los intelectuales que se lean el último libro de Garretón o Mayol.
-El emborronamiento de las identidades de clase señaladas como característica del movimiento, ¿no puede ser acaso tomada como una operación ideológica de parte del poder, un mecanismo de inmunidad?
-Esa es una sobre-lectura que me parece completamente desestimada. Ahora bien, los marxistas de los 80, que se vinculaban al mundo universitario y escuchaban a las bandas del Canto Nuevo, siempre consideraron esta música imperialista, alienante, poco comprometida. Personalmente creo que los sectarios, desclasados e inconsecuentes, que después trabajaron en el Gobierno para legitimar un sistema neoliberal, herencia de la dictadura, una vez llegada la Concertación, fueron ellos y no los thrashers.
-¿Qué hace que los fanáticos “sean metaleros para toda la vida”, a diferencia de otros estilos, más ligados a cierta edad o moda musical?
-El metal, como cualquier otro género musical es permeable a las modas y a que sus seguidores o fans puedan alejarse en determinado momento de él. En los 80 esta movida tenía muchos elementos que lo hacían muy atractivo para las y los jóvenes, pero si no incorporaste el apego musical hacia el estilo es muy posible que tu afición se diluya en el tiempo. Lo que hace distinguible este estilo es que el componente musical es muy fuerte, prima la música, prima el ser melómano, el coleccionar discos, el querer conocer más bandas y estilos que van surgiendo a medida que el metal evoluciona. Otra gran explicación es que los grandes referentes musicales del estilo siguen plenamente vigentes (…) si el 2001 Exodus saca un disco como el “Temple of the dammed”, ¿cómo crees tú que algún metalero pueda perder la afición por este estilo?
–¿Cómo ves el actual panorama del género en Chile?
–Muy alentador, hay gente muy seria, con sellos discográficos como Australis, que se ha encargado de re-editar algunas viejas glorias en muy buena calidad, además de producir a nuevas bandas. Existen personas haciendo eventos y megaconciertos internacionales, que si bien pueden mermar la asistencia del público en los eventos nacionales, les está dando la oportunidad a muchos referentes nacionales de tocar ahí. Me atrevo a decir que el metal en Chile es el estilo que tiene los mejores representantes dentro de su estilo, tienes para todos los gustos y todas tienen una calidad técnica de primer nivel. Existe además una escena más underground purista que también tiene grandes agrupaciones, con muchos demos y eventos autogestionados… por ahí intentan mantener algo de lo que tuvo el metal en los 80, intentando mantenerse alejados del fenómeno globalizador de la música, al cual el metal no ha podido escapar.
SONIDO ESENCIAL (DISCOGRAFIA RECOMENDADA)
Dorso – “Bajo una luna cámbrica”. Producción propia, 1989. “Es mi disco favorito de ellos, tiene elementos de muchos estilos musicales. Dorso siempre ha sido algo aparte en la escena por su sonido fusión. Todo metalero debe conocer a Dorso y en especial este disco. Otro que recomiendo es “El espanto surge de la tumba”.
Warpath – “Mental Acceleration”. Attic records, 1988. “Una de las mejores producciones de Thrash metal en Chile durante los 80s, incluso hasta hoy”.
Necrosis – “The search”. Heavy metal maniac records, 1988. “Un disco que fue prensado en Brasil en formato vinilo, de las bandas más importantes de nuestro metal, aún vigentes. Disco fundamental para cualquiera que se precie de fan del metal Chileno”.
Torturer – “Opressed by the force”. Infest records, 1992. “Uno de los mejores discos de metal en Chile, por su calidad técnica. Lo editó un sello francés, por lo que la banda se hizo conocida en otras latitudes. Torturer sigue siendo de las bandas más potentes en vivo”.
Sadism – “Tribulated Bells”. Toxic records, 1992. “Este fue el despegue del death metal como sub-género. Si bien Sadism es una banda de fines de los 80, este es su primer disco y el primer LP death metal en el país. Es un disco que en lo personal me encanta, por sus matices y por lo agresivo de su sonido. La banda sigue vigente, recomiendo su último disco salido hace unas semanas atrás: “The ocularis domination”. Es extraordinario”.
Por Cristóbal Cornejo
El CiudadanoPublicado en «Onda Corta: sonidos locales», El Ciudadano, edición impresa abril 2014