Tumulto: Rock es multitud

Es un rasgo escaso en la generalidad de la música rock, casi como un sello de elegidos: la durabilidad


Autor: berenguer

Es un rasgo escaso en la generalidad de la música rock, casi como un sello de elegidos: la durabilidad. Cuando muchas veces el sinónimo de esta música es el estallido urgente e intenso de un momento en la historia, por el contrario hay grupos que se definen por su persistencia. Como Tumulto. El de esta banda es un nombre cruzado a lo largo de un recorrido de casi cuatro décadas, en el que por lo tanto el grupo ha sido figura o testigo de sucesivas etapas en la evolución de este sonido en Chile, para sobreponerse incluso a la muerte de su líder carismático, el bajista y cantante Alfonso «Poncho» Vergara.

Tumulto simboliza un rock chileno de tiempos duros como pocos, en los años ’70 y ’80. También ha quedado como un referente del rock pesado que algunos denominan «rock clásico». Pero su misma longevidad vuelve estrechas esas y otras categorías y más vale atenerse a los hechos. En su primera edad, la banda apareció en 1972 a tiempo para coincidir con viejos tercios del rock chileno iniciado a fines de los ’60, de la generación de Escombros o Aguaturbia, y para tener en su primera formación junto a Vergara al más activo de los rockeros nacionales de la época, Sergio del Río, iniciado en los legendarios Jockers ya en 1964. En el sonido de rock latino de su primer LP, «Tumulto» (1973), quedan retratados esos años.

Tras el golpe de Estado de 1973 cambia el escenario y Tumulto tiene no sólo el carácter aguerrido para seguir funcionando en un país con toque de queda militar, sino también la capacidad de adaptarse a las nuevas condiciones. El grupo toca en el Teatro Caupolicán pero también en cada discoteca de barrio de Santiago, y si lo que conviene ahora sobre todo es tocar covers, es capaz de emular éxitos rockeros de Deep Purple o Led Zeppelin pero también rock progresivo o jazz rock aprendido de la banda holandesa Focus o del baterista panameño Billy Cobham. Desde 1974 se instala una de las formaciones más recordadas del grupo, entre Vergara, el cantante y guitarrista Orlando Aranda y el baterista Nelson Olguín, y hacia 1979 una nueva dupla se incorpora con el cantante Mario Millar y el multiinstrumentista Jorge Soto: es el Tumulto que patenta su mayor éxito en la canción «Rubia de los ojos celestes».

Tras una breve pausa, el grupo reaparece hacia 1982 de nuevo como trío, entre Vergara, Aranda y el baterista peñaflorino Robinson «Teté» Campos, un hombre a quien el propio bajista reconocía el aporte en haber respaldado otra formación determinante en el grupo. Es la era de diversas grabaciones originales en casete, en 1983, 1987 y 1990. Y es también la era de sucesivas oleadas, entre el heavy metal desde 1981, el thrash metal y el death metal a partir de 1985 y la moda pop de mediados de la misma década, sin que ninguna fuera capaz de dejar a Tumulto fuera de combate, pese al alejamiento de Aranda en 1990 y a la muerte de Teté Campos en 1993. Pronto el combate se hace personal: es la lucha que el propio Alfonso Vergara librará contra un cáncer que finalmente acaba con su vida, el 12 de enero de 2004, a los 57 años. Pero ni siquiera entonces acaba la historia. Es posible ver hasta nuestros días el nombre de Tumulto anunciado en ocasiones en carteles callejeros, ahora que Aranda está tocando con ese nombre, además de los tributos a la banda en los que ha participado el hijo del bajista, Oliver Vergara. Y nuevas oleadas de grupos rockeros como Weichafe o Hielo Negro, entre otros, han valorado el esfuerzo señero de la primera banda de rock chileno que, hace ya treinta y seis años, se puso el nombre de una multitud.

David Ponce
Onda Corta
El Ciudadano

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