Un pájaro verde, un ángel negro: El arte contra el olvido

Cómo cuesta cambiar ese hábito, pasan los años y si bien suceden algunas excepciones, pareciera ser que la ingratitud con sus pies de plomo se resistiera a dejarnos en paz

Un pájaro verde, un ángel negro: El arte contra el olvido

Autor: Carlos Montes

Cómo cuesta cambiar ese hábito, pasan los años y si bien suceden algunas excepciones, pareciera ser que la ingratitud con sus pies de plomo se resistiera a dejarnos en paz. Agota la cantinela de que nadie es profeta en su tierra y más se desdibuja, si pensamos en la cantidad de información con la que contamos; ya no es buena excusa hablar de desconocimiento, la cosa parece más falta de voluntad.

Sin embargo, hay quienes creen que la historia es una progresión, una construcción que se alza con el tiempo entre ensayos y errores y que por lo mismo, nos va dejando evidencias fabulosas como novelas, edificios, teorías o canciones. Hay quienes tienen claro que la identidad se alza entre las piezas del pasado más los trozos de este tiempo, siempre móvil.

El músico nacional, Jacinto, hace pocas semanas lanzó un nuevo sencillo, “El pájaro verde”. Inspirado en el cuento homónimo del escritor Juan Emar, este es el anuncio de una trilogía de canciones que estrenará próximamente, todas urdidas a partir de la obra de este creador brillante y que pese al paso de los años, sigue confinado en el rincón de la ingratitud y el desconocimiento de su trabajo visionario.

Fiel a sus andadas en proyectos señeros como Cazuela de Cóndor, convencido que el folclor es un músculo que se activa por la desobediencia, por eso que resulta en canciones que hermanan el territorio junto al ruido de Lee Ranaldo o las nuevas lenguas de Christian Vander, así es como calza perfecto el homenaje que rinde Jacinto a la obra fantástica de Emar, capaz de engañar al tiempo. La historia de un loro vetusto, embalsamado pero capaz de ser más que el embrujo de la muerte, brilla mucho más con el relato sonoro -y refolclorizado- propuesto por Jacinto.

Y mientras suena la guitarra filuda y lisérgica en la canción de Jacinto, Twitter informa hace pocos momentos de la muerte a los 71 años de Mario Gutierrez, guitarrista, director y músico fundador de los legendarios, Los Ángeles Negros. Imposible no llorar su pérdida y sentir nuevamente el sabor ocre de la ingratitud. Otra vez.

«Queridos amigos, fans y seguidores de esta leyenda llamada Mario Hernán Gutiérrez Contreras, fundador de Los Ángeles Negros, guitarrista insigne de esta emblemática agrupación chilena, jamás reconocida en su magnitud en su tierra, Chile». Este fue parte del mensaje que su familia compartió en redes, mensaje que entristece al revelar cómo su círculo íntimo fue testigo del pago de Chile con Gutiérrez y con la agrupación que lideró por más de 50 años.

Es fabuloso pensar en la claridad y el amor que Mario le profesó a su proyecto creativo y de vida. Desde la segunda fila fue siempre el que insistió, el que con sencillez siguió pese a que las luces apuntaran a otros o a las fracturas o a las partidas, desde ese lugar y con la belleza de su guitarra logró que Los Ángeles Negros fueran un sonido y se convirtieran en parte del patrimonio cultural latinoamericano.

Juan Emar y un pájaro verde; Mario Gutiérrez, un ángel negro. Parece que la cura contra el olvido y la desidia está siempre en lanzarse. Y volar.


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