Las características son las mismas de siempre. Un puñado de seres que se reúne en un lugar donde los vecinos pasan y miran raro. Un puñado de seres que sentados en las veredas se toman su tiempo para ingresar. Adentro otro puñado prepara todo para que la música que los mueve y los convoca se presente de la mejor manera. Unas pocas luces, una feria con libros, fanzines, parches, discos y poleras, y la señora de la barra viendo en la televisión el partido de Paul Capdeville con un jugador austriaco.
Y cuando algunos de los chilenos ya terminaron, aunque quizás no se dieron cuenta, de conmemorar la primera junta de gobierno y rindieron honores a sus fuerzas armadas; y cuando otros aún lo hacen, el mencionado puñado de seres está en otra cosa, está escuchando la fuerza de las ideas que le entregan los muchachos de Marcel Duchamp o la envolvente y cautivante sonoridad de Déjalo Sangrar. Quizás no lo reflexionan así, quizás no se dan cuenta de su distancia de lo que otros están viviendo, quizás su momento es tan fuerte que estas ideas aparezcan como frases cortadas. Como aquellas de Guillo de Punkora que va hilando algunos de sus temas con la coyuntura, con la mentira instalada como verdad y para peor, como la única verdad. Son frases que quizás se pierdan, que quizás sólo escuchen esos 20 ó 25 personas que se dieron cita, y que saben de la fuerza que allí se congregó, y que se hacen parte de ese otro sistema que se llama autogestión.
Autogestión que se construye en lo musical, en brindar apoyo a una banda que viene de Argentina (Mal Pasar) y que toca a la par de las bandas locales, apoyo para facilitar un instrumento cuando el bajista de T.A.M. corta su cuerda o cuando hay que usar una sola batería donde sólo se cambian los platillos y la caja. Así es la cosa, a pulso, con “lucas” que alcanzan para no salir para atrás y las ganas de querer hacerlo cada vez mejor, cada vez con un sonido de calidad y en condiciones donde se pueda tocar y decir, o decir y tocar, y donde por una tarde, por cinco horas o menos, se pueda recibir un remezón de fuerza musical, de carácter más que de estética, donde las risas son verdaderas y no hay poses ni mentiras, donde cada guitarra, bajo o batería fue pulsado no sólo para entregarte una armonía o una secuencia de notas vacías, sino que están cargadas de ánimo, de potencia, en jornadas que no son buenas y donde reconocerse de algo o que sepan que eres y piensas distinto sigue siendo un riesgo, tal como dijeron que no ocurriría a partir del once de marzo de mil nueve noventa.
¿Cuándo y dónde fue?
20 de septiembre
17 horas
Chicanos Bar (ex Iruña), Brasil 658
$2.000 pesos
Jordi Berenguer
Onda Corta
El Ciudadano