«El arte de Torres García se compone de elementos puros; allí no hay ni complicaciones, ni trucos, ni confusiones. Es el plano, sobre todo, quien reina; el plano, sostenido por la línea, la cual por yuxtaposiciones confiere a la superficie plana una inscripción rítmica»
Theo Van Doesburg
En sus planteamientos teóricos, Torres Gracía partió de de la identificación entre arte y construcción. Así definió el arte como «construir de acuerdo con una regla, a fin de llevar la obra a una unidad perfecta».
Criticó la pintura naturalista que copiaba la realidad. E incluyó dentro de este grupo a los venecianos y a los españoles del siglo XVII y a las manifestaciones que se sucedieron después de Goya, que acabaron en un arte fotográfico. Solo valoró la obra de El Greco y Velázquez, a los que consideró los primeros modernos.
Sin embargo, Torres García también rehusó la pura abstracción. Él planteó la necesidad de un arte geométrico y abstracto, donde radicara la universalidad del espíritu. Propuso extraer la esencia de los elementos esquematizados, geometrizarlos, e incluirlos en casilleros ortogonales estructurados en armonía mediante la aplicación de rectángulos y cuadrados. Estos elementos podían conservar la idea de la realidad, creía, pero no copiarla, por ello no se debía partir de la naturaleza, sino de la geometría, para evitar caer en lo decorativo.
En su momento, expresó su ideal de este modo: «No puede existir, para mí, convicción mayor que esta: primero la estructura, después la geometría, luego el signo, finalmente el espíritu, y siempre la geometría».
Asimismo, en los escritos de Torres García, se observa una visión platónica del mundo. Él creyó en un orden universal unitario, regido por leyes armónicas que eran las mismas que debían regir el arte. De hecho, en su acto de crear, se percibe una profunda religiosidad y espiritualidad. Este artista intentó superar el plano de lo material, para insertar su discurso en el plano universal, para lo cual necesitó un lenguaje abstracto que le condujera a la unidad como principio puro de todo.
Su arte constructivo, creado con un carácter universal, le hizo intuir la existencia de un mundo más allá del real, de un mundo espiritual intangible. Buscó conjugar lo antiguo y lo moderno, lo clásico y lo actual. Buscó, a través del mundo moderno, la tradición verdadera y, para ello, combinó lo indígena con lo europeo. Su «Universalismo Constructivo» partió de los movimientos de vanguardia europeos y de los motivos de las culturas precolombinas.
Estas fueron las bases para su ensayo final sobre el americanismo, lo que implicaba una reelaboración total de la cultura nacional. Aquí es donde se podría haber producido una contradicción, en tanto y en cuanto Uruguay carecía de culturas precolombinas propias. Pero para el artista, hablar de «sentimiento nacional» era prácticamente sinónimo de «emoción americana». Lejos, pues, de convertirse en un impedimento, este hecho posibilitó a Torres García estructurar sus celdas con símbolos provenientes del patrimonio universal, pretérito y moderno, símbolos en su mayoría esquemáticos, provenientes muchos de ellos de corrientes ancestrales del esoterismo.
La influencia de Rudolf Steiner sobre los miembros de la Bauhaus (Kandinsky, Gropius, Klee, Itten) también se dejó sentir sobre Torres García. En su obra encontramos símbolos de la alquimia (sol, luna, cruz, serpiente, oro, plata, cobre, mercurio, hierro, estaño, triángulo, rueda celeste, pájaro, mujer-hombre), símbolos de la masonería (escuadra con péndulo, compás, manos, pentagramas), símbolos del cristianismo primitivo (cruz, serpiente, pez, corazón, árbol, flor), símbolos del pitagorismo (pentagrama, triángulo, cuadrado, templo, pentágono), símbolos de la cultura egipcia (espiral, serpiente, manos, sol, corazón), símbolos de la tradición hebraica (sello de Salomón, columna, corona, templo) y símbolos de las culturas indoamericanas (greca escalonada, serpiente, llama). También están el mandala tántrico y el yin y el yan. El pez que aparece con frecuencia en las obras de Torres García tiene en griego el nombre de ICTUS, que coincide con las iniciales de Cristo, «pescador de hombres».
Como se aprecia, en sus obras se conjuga, como él deseaba, un lenguaje vanguardista extraído de Europa con un repertorio de signos provenientes, no solo de la cultura precolombina, sino de distintas culturas ancestrales.
Legado
El constructivismo arraigó en Uruguay con la figura de Torres García, en Argentina durante los años cuarenta, y en Brasil y Venezuela en los cincuenta, siendo una de las piedras angulares, junto al arte del suizo Max Bill, del llamado Arte Concreto en el continente americano.
En Argentina son deudores del Constructivismo la Asociación Arte Concreto-Invención y Madí, surgidos ambos en 1946, aunque es la publicación de la revista Arturo en 1944 la que introduce las ideas de Torres-García. En la publicación de Arturo, tuvieron un papel destacado dos discípulos de Torres García, Rod Rothfus y Carmelo Arden Quin, ambos uruguayos pero activos en Buenos Aires.
En cuanto al taller Torres García, tras la muerte del maestro en 1949, continuó persiguiendo como objetivo principal la consolidación de su filosofía estética, en la permanente búsqueda de una síntesis artística entre las culturas precolombinas, el constructivismo de vanguardia y otras tendencias del arte moderno, rechazando los aspectos orientados a las modernas tecnologías occidentales y el industrialismo. El Taller se convirtió en singular terreno de experimentación para el constructivismo y la abstracción, no limitándose las creaciones artísticas a la pintura y a la escultura sino mostrando una amplitud de técnicas que incluyeron los textiles, la cerámica, los muebles y los diseños arquitectónicos, tal el camino señalado por Torres García, quien hoy ya es justamente considerado uno de los grandes artistas universales.