La salida del clóset: ¿el gesto más radical?
Salir del clóset: ese episodio transicional para las identidades no heteronormadas en que, abandonando una forma prescrita de habitar el mundo, se muestran de manera abierta, transparente, desafiante ante la voz que ordena el mundo de acuerdo a los planos del padre.
Cerrar la puerta del clóset tras nosotr@s, para siempre, abandonando una triste seguridad que asfixia y merma. Cerrar la puerta e ingresar a un mundo palpitante y policromo, donde los gestos aprendidos pierden su significado y donde el descubrimiento radical de una identidad holográfica se ofrece a nuestra voluntad exploradora.
El abandono de la identidad atómica y la inserción en una cadena solidaria
A finales del siglo XIX, el filósofo Karl-Heinrich Ulrichs, publicaba bajo el seudónimo «Numa Numantius» tratados como «Estudios en el acertijo del amor masculino«, donde abundaba sobre la atracción que algunas personas sentían por aquellas de su mismo sexo. Más adelante, Ulrichs comenzó a publicar bajo su propio nombre, defendiendo abiertamente a los homosexuales y lesbianas procesadas judicialmente por sus preferencias e incluso llevando su lucha ante el Congreso de Juristas Germanos, ante quienes pronunció una inmortal arenga en contra de un párrafo de la ley que condenaba a las orientaciones no heteronormadas:
«Caballeros, la cuestión también compete a un grupo de personas cuyos números en Alemania ascienden a los miles. Muchas de las más eminentes y nobles personas en nuestra nación y en naciones foráneas han pertenecido a este grupo».
Karl-Heirich Ulrichs pasó la mayor parte de su vida adulta e intelectual «fuera del clóset», en fricciones con la ley, más por sus ideas que por su vida privada. Sin embargo, decidió anteponer la camaradería con otr@s que, como él, vivían fuera de la heteronorma, antes que permanecer en las sombras de la autocensura, gozando de las sápidas comodidades que el statu quo ofrece a quien no se le enfrenta.
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Salir del clóset: revelar ante el monolito circundante una configuración disidente. Lanzar la señal de humo que nos revelará diferentes ante el Gran Concilio, pero nos hará visibles ante quienes, como nosotr@s, habitan una condición que se aparta de la norma santificada por vetustos pergaminos. Avanzar por el camino de la diversidad y, una vez encaminad@s, voltear y tender la mano a quienes apenas se descubren; enseñarles a habitar el infinito extrarradio del prisma identitario, un extrarradio de mayor área que el territorio heteronormado al que rodean.
En este sentido se desenvuelve el trabajo fotográfico de Alan Díaz Telpalo, quien explora la memoria de l@s protagonistas de sus retratos hasta llegar al momento en que decidieron revelar ante quienes les rodeaban su orientación sexual, produciendo series fotográficas en blanco y negro que constituyen documentos íntimos y representativos de un tipo de sujeto que, en su orientación sexual, ha encontrado una forma consciente de devenir.
Mientras la persona fotografiada habla, Alan Díaz acecha con su cámara, esperando el momento crítico de la anamnesis en que el cuerpo se rompe o está a punto de romperse, ante el peso de la memoria detonante.
«Yo soy», una exploración en torno al ser que deviene
La serie de retratos «Yo Soy», del licenciado en Comunicación, Alan Díaz, emerge de una investigación multidisciplinaria en torno a la praxis fotográfica. Su principal antecedente es el proyecto «Humanae», de la fotógrafa brasileña Angélica Dass, una investigación en torno a las implicaciones perceptivas del tono de piel, que clasifica de acuerdo a su Pantone.
Alan Díaz, a su vez, mediante el blanco y negro diluye los tonos de la piel de sus fotografiad@s, en cuyas experiencias en torno a su orientación e identidad escarba, auxiliado de las herramientas que le proveen su solvencia como entrevistador.
Así lo explica:
«El proyecto ‘Yo soy’ nace de una experiencia personal y eso fue un impulso para hacer esto, algo que a mí me pasó, que fue la complejidad de la autoaceptación y el cómo yo pensaba que la sociedad me veía, que al final de cuentas no era como yo pensaba. Esa reflexión inicial me ayudó a formar una serie de preguntas, tales como ‘¿En qué momento te diste cuenta de que una parte importante de ti divergía de lo común que hay en la sociedad?’.
Y de ese propio asombro que produce haber emergido de las sombras en que se mantenía nuestro ser, de ese reconocimiento del propio rostro, ya sin el velo, en el que nuestra mirada se reconoce por vez primera en su cabal profundidad, sigue la pregunta por el siguiente paso, el siguiente desvelo, ya no ante nosotros, sino ante l@s demás. ¿Cómo me presentaré ante aquellos ojos, ahora que mi velo ha caído y camino desnud@, íntegr@, roto en lo más intimo de mí el sentir que se me había prescrito desde extraños párrafos?
«A partir de mi descubrimiento, enfoqué mi proyecto más en la parte social, donde uno se pregunta cómo podría reaccionar la gente ante algo así (digamos familiares, amigos, padres, hermanos, profesores) incluso que forman parte de nuestra sociedad. ¿Cómo su reacción influye en nosotros y en nuestro comportamiento? No es lo mismo tener una reacción donde te digan ‘Adelante, no hay ningún problema’, a una reacción totalmente negativa, donde te digan: «Mejor aléjate, esto no es normal, algo está mal en ti».
Para su proyecto «Yo soy«, Alan Díaz condujo en 2020 una serie de entrevistas cuidadosamente diseñadas, en un medio controlado, que grabó en video y de las que extrajo además instantáneas fotográficas. Las entrevistas, semiestructuradas, tenían un enfoque biográfico y se orientaban al momento en que revelaron su identidad, por primera vez, ante un ser querido o apreciado. Después del momento climático de la anamnesis sobrevienen gestos de melancolía, serenidad o desesperanza, que en expresión abierta o autorreprimida, condensan el momento culminante del trabajo con l@s retratad@s.
Alan Díaz seleccionó el blanco y negro para sus retratos por el efecto de intimidad que esta escala genera en el espectador, además de la precisión solemne con que asienta la personalidad de la persona retratada en el plano fotográfico. Así justifica su elección:
«El blanco y negro da más impacto a la mayoría de las fotografías, y más cuando es retrato, porque se ven más las facciones del rostro, además de que no hay un color en específico que atraiga más la atención. Si volviera a plantear el proyecto, me quedaría con el blanco y negro, pero si hiciera un proyecto diferente al retrato, lo cambiaría a color».
Confrontado con las implicaciones binaristas del blanco y negro, en contraposición con el multicromatismo que se ha convertido en símbolo del movimiento de la diversidad, Alan rememora:
«Meses después de terminado el proyecto, me cuestioné por qué había usado el blanco y negro para mostrar algo muy diverso, que no es sólo blanco ni negro, sino que es verde, azul, rojo, amarillo, naranja. Sin embargo, mi elección del blanco y negro para estos retratos parten de este contraste, de lo que fuimos a lo que somos. El sentido del proyecto es eso, volver atrás para ver en qué nos hemos convertido y ver esta transición y este cambio.
Y este cambio puede ser para bien o puede ser para mal, de acuerdo a la reacción de la gente. De hecho, creo que esto podría dar pie a otro proyecto fotográfico, donde se estableciera un contraste entre personas que fueron aceptadas desde un inicio y otras que no lo fueron. El contraste de la fotografía se nota bastante las repercusiones de la aceptación o la falta de ella».
Antes de la pandemia, el Museo de la Memoria y Tolerancia, en la Ciudad de México, había mostrado interés en el proyecto fotográfico de Alan Díaz; sin embargo, el retorno a la normalidad marcha con mucha lentitud en los espacios culturales y el fotógrafo aún no ha encontrado un recinto que le permita exponer su trabajo fotográfico.
Mientras tanto, Alan continúa estudiando teoría de la fotografía, capturando nuevas instantáneas y, en general expandiendo sus horizontes dentro del oficio fotográfico, aún desde el paradigma documental y siempre en búsqueda de confrontar la mirada del espectador con una realidad que la ortodoxia que prima por estas latitudes preferiría que permaneciera oculta.