La razón del miedo
Entiéndeme, la última vez,
dejé que se esparcieran mis pedazos.
Por eso hoy,
no esperaba encontrarme
tan entera ante tus ojos.
—
No la conoce
Una vez escribí: «Te quiero porque adoro mi pena».
Me ha inundado la tristeza al releerlo.
Qué ignorancia.
El amor,
cuando merece la pena,
no la conoce.
—
Recuerda
Ahora que no estás,
mi memoria es un campo de minas.
No hay nadie que me advierta,
nadie que detenga mi curiosidad,
nadie que me haga olvidar dónde explotabas.
—
—
Ella es breve
No quieres destapar este desastre.
Hablamos de un barco a la deriva,
que sigue anclado a la orilla que abandona.
Un amante precoz
que acaricia las cadenas de sus errores.
Una trapecista que pierde el equilibrio
y todavía te busca más allá de su red.
Una voz enamorada del silencio.
Un poeta que sólo sabe escribir a su primer amor.
Hablamos de un caos
que adora la brevedad de las cosas eternas
y se ordena omitiendo que ama.
Por las noches no grita
no tiene ganas,
sólo escucha y presta atención a su calma.
Hoy ve a la vida alimentando una soledad divina,
y esa luna que brilla más que nunca
porque, como ella, sólo será esta vez.
—
Todo está bien
Dos cuerpos que se enciende
avivan la luz de un principio.
Un reloj se para
dando cabida a esta hora muerta
en la que no estás ni apareces.
Y la realidad se presenta desmedida.
Lo único que no muere es la verdad,
amor, y tú la has roto.
Ante la mentira,
yo prefiero desbordarme y acabarme
a ponerle un parche al miedo.
El dolor es un amigo,
porque le doy la mano y me aleja de yi,
Cuando vacilo, me recuerda tus razones,
tu risa, tu humillación y tus silencios.
Pero todo está bien.
Dos cuerpos que se encienden
pueden apagarse,
porque la luz no es el motivo
ni la oscuridad un final.