Por Wladimyr Valdivia Westphal
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Una de las películas que comenzó a generar grandes expectativas gracias a su cautivante tráiler este año fue ‘Smile’, primer largometraje del estadounidense Parker Finn y protagonizada por Sosie Bacon (’13 Reasons Why’) y Jessie T. Usher (‘The Boys’).
A la psiquiatra Rose Cotter (Sosie Bacon) le toca presenciar un trágico incidente, cuando una paciente fuera de sí se quita la vida frente a ella, mientras muestra una gran sonrisa. A partir de ahí, una serie de hechos inexplicables y la constante sensación de una presencia que pareciera obligarla a realizar ciertos actos, obligan a la doctora a investigar sobre lo sucedido, mientras lidia con la incredulidad de su esposo, el resentimiento de su hermana y solo cuenta con la complicidad de su expareja Joel (Kyle Gallner).
‘Smile’ se nos presenta con un diseño visual y sonoro lo suficientemente simple como para meternos rápidamente en la historia, haciendo uso, sin ningún tipo de vergüenza, pero con mucha eficacia, de sustos generados por golpes de sonido y planos sorpresas. Su premisa tampoco ofrece gran novedad, con una misteriosa entidad que se comienza a apoderar de las personas y a ocasionar suicidios, transmitiéndose como un virus a quien lo presencie, marcado por una terrorífica sonrisa dibujada en el rostro del “poseído”.
Sin embargo, Finn encuentra en su detallada y minimalista puesta en escena y en su mensaje entrelíneas sus principales virtudes, que siempre resultan difíciles de imponer en el cine de terror.
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La cinta utiliza la sonrisa, asociada socialmente con la felicidad, como un dispositivo narrativo que desorienta, que tiene en su falsedad el reflejo del sufrimiento y que le da vida a esta infección etérea que se alimenta del dolor, de nuestra fragilidad mental y de las peores heridas de nuestro pasado.
Este irracional comportamiento le permite a la cinta ofrecernos una serie de momentos de terror puro, mientras consigue retratar, a su modo, el desequilibrio psicológico de una sociedad enferma y atrapada con demasiada facilidad por los traumas, el estrés y los síntomas depresivos.
Esta paradójica relación entre la muerte y la felicidad se ve reforzada con su diseño artístico y decorados, donde abundan los colores terciarios pasteles que decoran salas enteras reducidas en utilería, con tan solo pequeños elementos funcionales a la escena, como teléfonos, cuadros o muebles, maximizando así la sensación de frialdad y desorientación, consiguiendo una atmósfera de tensión y desconcierto constante y muy eficaz.
Destaca el correcto trabajo de Sosie Bacon, hija de Kevin Bacon y Kyra Sedgwick, en su primer papel protagónico.
Si David Robert Mitchell en su magnífica ‘It Follows’ (2014) retrataba la sexualidad como el detonante para descubrir los límites y el significado de nuestra existencia ante el desconocimiento de la misma, también a través de la transmisión de una entidad sobrenatural, el virus de ‘Smile’ ataca el autoconocimiento, a la experiencia vivida que deja vacíos y que nuestro inconsciente no es capaz de manejar. A diferencia de la cinta citada, Finn, también guionista, no puede consolidar su mensaje al decidir priorizar las claves del género, intentando apelar mucho más a nuestra emoción que a la razón.
‘Smile’ es una gran exponente de este nuevo cine de terror mainstream que puede abusar de los estereotipos, que incluso puede resultar poco original y hasta previsible, pero que no teme cruzar los límites, tanto en lo visual como en lo narrativo, que consigue una atmósfera a ratos insoportable y que nos hace esperar el siguiente trabajo de un director con mucho potencial.
Mira el trailer a continuación: