Había en el fondo del mar una perla y una vieja trompeta.
Fragmento
Las sutiles capas del agua sonreían con delicadeza al pasar junto a ellas, las llamaban las dos amigas.
Había un niñito ahogado junto a un árbol de coral. Los brazos descoloridos y las ramas
luminosas se enlazaban estrechamente; los llamaban los dos amantes.
Había una estrella, una liga de hombre, un libro deteriorado y un violín diminuto; había otras
sorprendentes maravillas, y cuando el agua pasaba, rozándolas suavemente, parecía como si
quisiera invitarlas a que la siguieran en cortejo centelleante.
Pero ninguna era comparable a una mano de yeso cortada. Era tan bella que decidí robarla.
Desde entonces llena mis noches y mis días; me acaricia y me ama.
La llamo la verdad de amor.
He leído poesía desde pequeña porque me invitaron a representar a mi escuela en un concurso de declamación. Los ademanes nunca me gustaron, yo quería leer poesía, disfrutarla y transmitir lo que, a mi entender, a los 10 años los poetas querían que sintiéramos al leerlos.
Años después, en una librería de viejo en la calle de Puente de Alvarado de la Ciudad de México, descubrí a Luis Cernuda. Hablé con un viejo librero que si sabía de libros. Eran muchísimos, apilados en columnas y él sabía muy bien que había en ellas. Leer a Cernuda me fascinó. Era un poeta que no solo nos descubría los misterios del mar, del amor, de la desesperanza. Era también el poeta de la angustia de vivir en una sociedad cerrada, ajena a lo cambios, una sociedad en la que los desheredados no existen, las personas diferentes, tampoco.
Cernuda nació en Sevilla, España, en 1902. Tuvo un padre militar y esa rigidez e intransigencia en la vida diaria herían profundamente al futuro poeta sin que su padre se enterara.
Para fortuna de todos, Luis encuentra en la universidad a Pedro Salinas, uno de los poetas más sobresalientes de la llamada Generación del 27 como docente en la Facultad de Derecho. De inmediato comienzan una relación que sería muy enriquecedora para la literatura española y del mundo. Pedro Salinas no es solo su maestro, también colabora con Luis para dar a conocer sus publicaciones. En 1925, ya con 23 años el poeta conoce a Juan Ramón Jiménez. Sí, el escritor y poeta premio Nobel. El de Platero y yo y, comienza a publicar sus escritos en la Revista de Occidente. Al año siguiente viaja a Madrid y colabora en otras revistas, entre ellas, Litoral que fundaron los escritores Manuel Altolaguirre y Concha Méndez, quienes pertenecen a la misma generación que Salinas y se convierten en grandes amigos de Luis y se seguirán las huellas para siempre, aun en el exilio.
Vicente Aleixandre y Federico García Lorca son también amigos del poeta y con quienes comparte proyectos y anhelos para España. Después de su primer libro, Perfil del aire que no es muy bien recibido por la crítica, en 1933 escribe y se publicará en 1934 Donde habite el olvido, uno de sus mejores libros. “Donde habite el olvido, En los vastos jardines sin aurora; Donde yo sólo sea Memoria de una piedra sepultada entre ortigas Sobre la cual el viento escapa a sus insomnios”. es un fragmento del poema que da nombre al libro.
La vida no fue fácil para la sensibilidad del poeta. En la España pre franquista la homosexualidad era severamente castigada por la sociedad conservadora. Pero él no se deja vencer y lo hace saber en su libro Los placeres prohibidos.
Además de poeta y crítico literario, Luis Cernuda fue traductor de la obra de Paul Eluard. Y es que su origen además de español por su padre, descendía de franceses por su madre. Llega la guerra civil en 1936 y la persecución y la cárcel les esperan a quiénes por convicción, lucharon con los republicanos. También el exilio les espera a miles de españoles. Otros mueren asesinados como Federico García Lorca, a quien Luis le escribe:
Elegía a un poeta muerto
“Como en la roca nunca vemos la clara flor abrirse,
Entre un pueblo hosco y duro no brilla hermosamente El fresco y alto ornato de la vida.
Por esto te mataron, porque eras verdor en nuestra tierra árida Y azul en nuestro oscuro aire”.
Luis se va al exilio en 1938 y lo vive en París, Inglaterra y al final México. Luís Cernuda deja atrás los sueños de una España diferente. Una España sin discriminación. Una España libre de prejuicios.
En México, país al que llega en 1952, se reencuentra con sus amigos, los poetas, los que también viven el exilio. Y aquí trabaja en instituciones muy prestigiadas como la UNAM y el Colegio de México. Conoce también a los poetas y escritores mexicanos. José Emilio Pacheco, uno de los escritores más leídos de nuestro país, dijo de Luis Cernuda: “Vivió en una arisca soledad, cercada de rencor por todas partes: legítima defensa de un ser vulnerable en extremo, de un caído en el infierno que acepta el mal y, al expresarlo, lo conjuro”.
En México, la vida y el amor vuelven a darle alegría al poeta. Dedica a Salvador Aligheri el libro 16 poemas para un cuerpo.
Vivió la intransigencia, la soledad, el amor y, sus hermosos poemas llenos de todos los sentimientos que lo acompañaron durante su vida, se quedaron en ellos. Y así podemos leerlo siempre.
Luis Cernuda murió en México en 1963, no estaba solo, Concha Méndez su amiga de siempre, estaba con él, también la mano de yeso que llenaba sus noches y era el amor.
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