Su salud no quebró su espíritu 

Su vida no fue fácil porque tenía graves problemas de salud. El primero de ellos, desde muy joven fue perdiendo movilidad en las piernas y dolores en la columna vertebral

Su salud no quebró su espíritu 

Autor: Flor Coca

El lugar en que nació es un pequeño pueblo cercano a Durham, Inglaterra, en el año de 1806, un 6 de marzo. Como sucedía en esos años con las familias adineradas, ella fue educada por un tutor y su hermano mayor en casa. Su inteligencia era privilegiada, ya que, con solo 12 años, leía en griego y escribió un poema que tenía como tema la epopeya de Homero. La poesía era algo que sentía en el alma, ya que desde muy pequeña era capaz de redactar los mejores versos. Elizabeth Barrett, era una mujer que sentía el amor y la solidaridad, muy cerca de su alma. Su vida no fue fácil porque tenía graves problemas de salud. El primero de ellos, desde muy joven fue perdiendo movilidad en las piernas y dolores en la columna vertebral.  Para sentirse mejor, Elizabeth recurría a drogas como el opio, que le permitían pasar días sin dolor. Sin embargo, poco a poco fue haciéndose dependiente de éstas. A pesar de sus dolencias, Elizabeth se sobreponía al dolor y llevaba una vida en la que la escritura y la lectura era fundamentales. Como ella empieza desde muy pequeña a escribir poesía, su madre con todo cuidado fue guardando todos los escritos de su hija, para después reunirlos en un libro que llamó “Poems by Elizabeth B. Barrett”.  La casa en la que residía con su familia era una mansión rodeada de jardines, árboles y hermosas colinas que eran parte del paisaje cotidiano con una gran extensión de campo que pertenecía a su padre. Elizabeth en sus poemas y su novela Aurora Leigh, menciona esos entrañables paisajes de su niñez y juventud. 

“Somos perfume y alma de la flor y el capullo. Tus pensamientos nos llevamos, cuando nuestro aliento respiras, hacia los amarantos de esplendores, que en las colinas arden, hacia tiernas campanas de los lirios y grises heliotropos; hacia llanos cubiertos de amapolas, que guardan tal aliento de sueño y tal sonrojo, que, al cruzarlas, los ángeles habrán de parecerte más blancos todavía”.     

Elizabeth Barrett, fragmento de Alma de flores.

Pero no todo era hermoso en la vida cotidiana de la familia Barrett, ya que su padre era un hombre que imponía a toda costa su voluntad. A todos sus hijos les hacía respetar las reglas y una de ellas es que prescindieran de una pareja. Todos debían conservarse como familia siempre.  

Ella se acerca a una mujer a la que admira. Mary Wollstonecraft, autora en 1792 de la Vindicación de los derechos de las mujeres y considerada una de las primeras feministas en el mundo. Y quien se atreve a publicar en la Inglaterra victoriana un libro defendiendo la igualdad entre hombres y mujeres en la sociedad. Lee también a Roseau, Thomas Paine y otros filósofos y revolucionarios. 

En 1833, a los 26 años, se publica la traducción del griego que hace de Prometeo encadenado de Esquilo, ya que desde pequeña estudiaba a los griegos con especial dedicación. 

El inicio de los años cuarenta, trajo mucho dolor a la familia Barrett y sobre todo a la escritora, dos de sus hermanos mueren con poco tiempo de diferencia, Samuel de fiebre y el más amado, Edward, ahogado. El fue quien la acompañó durante su viaje a Torkay, para reponerse de su quebrantada salud. Y es en este lugar que su hermano muere. Ella resuelve no salir y se queda sola durante semanas en ese lugar. Al regresar a la casa familiar, su tristeza es tal que no quiere ver el sol, sentir el aire, pasear. 

Decide el encierro y se queda en su habitación y toda la familia rodea con cariño la habitación. Se acostumbraron a ver a la delicada poeta sumida en la desolación.

“He vivido sólo hacia adentro o con tristeza, por una emoción fuerte. Antes de esta reclusión de mi enfermedad, estuve recluida también y pocas habrá en el mundo entre las mujeres más jóvenes que no hayan visto más, oído más, sabido más de la sociedad, que yo, que difícilmente puedo ya ser considerada joven”.

Pero no deja de escribir aun en su encierro y es en 1842 cuando se publica uno de sus escritos más importantes. Está dedicado a la amargura de los niños que son explotados en las fábricas. Ella era una defensora de los derechos humanos. Su poema “The cry of the children” tiene una importancia relevante en la reforma a la ley de trabajo infantil en Inglaterra. 

Ella conoce tiempo después a Robert Browning, poeta, cuando ya es una escritora reconocida en su país. Ellos comienzan una relación epistolar, en la que Robert declara su admiración y amor por la escritora: “Amo sus versos con todo mi corazón, querida señorita Barret… en este acto de dirigirse a usted, a usted misma, mi sentimiento se eleva por completo. Sí, es un hecho que amo tus versos con todo mi corazón, y también que te amo a ti”.

Su padre se oponía desde luego a su noviazgo con Robert Browning pero ella lo desafió y se casó con el poeta. Y desde ese día se convirtió en Elizabeth Barrett Browning. Una mujer que estaba decidida a disfrutar del amor y de la vida. A escribir libremente y a no vivir encarcelada en la casa familiar. Elizabeth escribe muchos poemas dedicados a su amado, llamados los sonetos del portugués. Después de 2 años, el decide que deben casarse y escapar. Elizabeth comienza a recobrar la alegría de vivir y llegan a su destino próximo: Italia. Pasan los años y ella sigue escribiendo, pero con el tiempo su salud empeora, ya que por los dolores, vuelve al opio, que va minando su salud cada día más. La mujer que es considerada como una de las mejores poetas inglesas, muere en los brazos del hombre amado, el 29 de junio de 1861. Tenía 55 años.

Esta anchurosa tierra con que quiso alejarnos el destino, en el mío deja tu corazón, con latir doble. En todo lo que hiciere o soñare estás presente, como en el vino el sabor de las uvas. Y cuando por mí rezo al Señor, en mis ruegos tu nombre escucha y ve en mis ojos mezclarse nuestras lágrimas.

Fragmento. Elizabeth Barrett Browning.

Primavera 2022

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Ilustración: Iván Rojas

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