Todos aman a sueca de culto, la sensual Christina Lindberg, musa de Tarantino en films de violación y venganza

Ahora todos aman a Christina Lindberg

Todos aman a sueca de culto, la sensual Christina Lindberg, musa de Tarantino en films de violación y venganza

Autor: Arturo Ledezma

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Ahora todos aman a Christina Lindberg.

Fue una mujer de vanguardia y adelantada. Voluptuosa y sensual. Había nacido en 1950 en Gotemburgo, Suecia. Hija de una familia de trabajadores. Su madre hacia aseo en la empresa de trenes y su padre murió alcohólico. En la secundaria posó, el año 1968, en traje de baño para Expressen y otra serie de revistas suecas. Luego se desnudó  para Playboy, Penthouse, Lui y Mayfair. Una carrera meteórica que ahora envidiaría cualquiera de esas chicas jóvenes que modelan en la tele.

En 1970 tiene un pequeño rol en el film Rötmånad. Su participación era específica: desnudarse frente a la cámara. El 30 de noviembre fue la  premiere del film. Después fueron a una fiesta en el Alexandra, el nightclub de moda en Estocolmo.  Allí estaba el príncipe sueco Carl Gustav, actual rey de Suecia, que la invitó con un trago.  Carl Gustaf tenía 24 años y durante algunos meses sale con ella. Christina estuvo en fiestas en el castillo y viajó en el Volvo Sport del príncipe. Sin embargo, en esa época, fue catalogada despectivamente como “una de las calenturas del rey” (kungens flammorna).

Groseramente, burdamente, según la antigua mentalidad machista sueca y mundial, el rey podía acostarse con un harem de plebeyas pobres, pero debía casarse con una aristócrata virgen.

Aunque, según los rumores de las revistas, el príncipe Carl Gustav siempre fue considerado sexualmente un nerd, o un pánfilo. Un pálido chico sueco que no sabía cómo tratar a las mujeres, según rumores.

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Christina Lindberg se hizo famosa el año 1973 con un duro film  Thriller. A Cruel Picture. Trata sobre una niña violada por un tío y después violada por varios hombres, que la dejaron tuerta.

Ella en secreto se prepara en el karate, en el manejo de autos, para su inevitable y sangrienta venganza.

Con el tiempo, el film sangriento se convirtió en eso que los periodistas de espectáculo llaman un “clásico de culto” y terminó inspirando a Quentín Tarantino y su Kill Bill.

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Pero, no nos adelantemos.

No nos adelantemos.

La crítica sueca maltrató entonces a la señorita Christina Lindberg y su película tan vengativa.

Era odiada en su país por el sistema patriarcal. Por el sistema. Por la monjas. La violación siempre era culpa de la mujer. Los hombre siempre salían libres.

Y, paradójicamente, también la criticaron unas ciertas feministas moralistas  y luteranas, que la veían como el colmo.

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Pero ahora,  cuarenta años después, después de su viaje por el seco desierto, como un milagro de la naturaleza,  ahora, 40 años después Christina Lindberg es una figura de culto en el mundo del cine. La adoran  esos fanáticos del cine,  que veneran esas obras de inicios de los años 70, tan premonitores sobre la cultura pop libre y arrojada.

Ya ven como son las cosas.

Christina Lindberg está de vuelta ahora después de 40 años de silencio en un documental sueco donde relata cómo fue forzada a terminar su carrera en el cine.

Ella ahora viaja por Europa y cuenta su historia una y otra vez, en salas repletas de aplausos que nunca terminan.

Se hacen entrevistas. Se hacen documentales.

La mujer ha triunfado.

 Finalmente.

Christina Lindberg, como Pippi Calcetaslargas, como Lisbeth Selander, son figuras del feminismo real europeo.

Ella misma se considera una anticipada Lisbeth Salander, la chica vengativa de la novelas de Stieg Larsson, de la saga Millenium.

La mujer  que no se dejará humillar.

La hacker tatuada y violada  que  juega con la vida de los gánsters sueltos de Europa.

También Christina Lindberg se reconoce en la Pippi CalcetasLargas, la figura central de la literatura sueca feminista de los años 50. Una niña que vive sola, para la indignación de los hombres  y las autoridades del pueblo, creada por, sin duda, una de las  escritoras más populares de Suecia, la inolvidable Astrid Lindgren.

Tampoco los hombres suecos premiaron a Astrid Lindgren.

No le dieron nunca el Premio Nobel.

Pero Astrid Lindgren ya no lo necesita.

Está en el ADN de muchas miles y miles de mujeres.

Figuras feministas suecas de verdad.

Como Christina Lindberg.

Como miles de mujeres en el mundo que dicen: “Esto no te lo voy a perdonar, CTM”

via Radio Del Mar


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