«Si quiere que el nuevo Chile sea un hecho, vote por Vicente Huidobro. Si quiere salvar el salitre, limpiar el país y verlo pronto grande y rico, vote por Vicente Huidobro (…) Si quiere el desarrollo de la instrucción y que los móviles de la Revolución se cumplan pronto, vote por Vicente Huidobro».
Eso decía, en lo medular, el panfleto que hace casi 100 años, anunciaba la flamante precandidatura presidencial del poeta Vicente Huidobro con miras a las elecciones de 1925. El artista fue proclamado el 17 de octubre de ese año por la «Gran Convención de la Juventud Chilena», que incluía entre otras agrupaciones, a la Federación de Estudiantes de la Universidad de Chile.
En ese momento, Huidobro había vuelto desde Francia trayendo las brillantes credenciales mundiales del Creacionismo, inventado por su obra y gracia, corriente que se planteaba como una revolución no solo en la Poesía, sino en las Artes en general. Esta misma energía quiso plasmarla en un proyecto político donde los jóvenes tenían el papel protagónico.
«La gente baila llorando»
En ese tiempo, ya el poeta manifestaba seguido su contrariedad por el destino del pueblo de Chile, tal como lo señala una carta enviada a su amigo, el artista chileno Juan Emar, a su regreso a Chile en abril de 1925:
«Siempre las mismas caras tristes. La gente baila llorando y me han dicho que en el Parque Forestal a las parejas las alumbran los guardias con una linterna. Una linterna en sí no representará gran cosa, pero sí representa un valor como símbolo de la mentalidad de un país. Es un síntoma de la idiotez reinante. Querer reducir a toda la ciudad a un patio de colegio jesuita vigilado por el paco de la esquina y que 500 mil habitantes queden tan tranquilos significa más que una linterna sola, significa un síntoma de enfermedad mortal…»
Por ese entonces, Huidobro publicó «Acción», un diario que él mismo catalogó como «de purificación nacional», y que luego fue clausurado, entre otros motivos, por la publicación de un informe donde se daba cuenta de la corrupción en el Congreso, lo que causó un escándalo.
Debido a este mismo motivo, además, sufrió dos atentados desde los sectores conservadores «por calumniar a la gente decente», según consigna Volodia Teitelboim en su biografía huidobriana ‘La marcha infinita’.
«La furia de los acusados se traduce en respuestas amenazantes in crescendo. Unos sólo pretenden darle un susto que lo ponga tiritón. Otros, menos discretos, sostienen que se merece una buena paliza y unas cuantas patadas, para que aprenda a no calumniar a la gente decente», apunta Teitelboim, testigo en primera línea de los acontecimientos.
Finalmente, Huidobro bajó su candidatura en apoyo a José Santos Salas, quien tenía el apoyo de distintos gremios de obreros y empleados, más el Partido Comunista, y que luego terminó perdiendo la contienda frente al candidato de la oligarquía, Emiliano Figueroa Larraín.
Tras esto, el poeta regresó a Francia, y según Teitelboim, pese al fracaso, el «virus» de la política se infiltró en su sangre:
«Llamó a actuar por causas que encontraba justas. Si antes insurgió contra el Imperio Británico, ahora le pondría mala cara al Tío Sam, patrón de las Tres Américas. En 1933 instó a crear bloques de resistencia latinoamericana para contrarrestar la penetración de Estados Unidos. Ese mismo año lanzó un manifiesto: ‘A los jóvenes de América, ¡uníos para formar un bloque continental! Retomando, a su modo, y desde el Sur, el proyecto de Bolívar, propuso crear la República de Andesia, que uniría a Chile, Bolivia, Argentina, Uruguay y Paraguay», señala la biografía de Volodia.
Tenía razón el escritor: tras la publicación de su aclamado ‘Altazor’ (1931), los efectos de la crisis del ’29 obligaron a Huidobro a regresar a Chile, y luego, con el advenimiento del fascismo en Europa, se declaró abiertamente antifascista y se unió con entusiasmo a la causa republicana en la Guerra Civil Española, viajando a formar parte de las brigadas que combatían en las trincheras.
Lo mismo haría durante la Segunda Guerra Mundial, donde entre otras excentricidades, aseguró haber rescatado el teléfono de Hitler desde uno de sus bunkers. Lamentablemente, aquella vez, volvió con una secuela que años más tarde, en 1948, le costaría la vida: un balazo que le causó una lesión en la cabeza.
Este hecho, lejos de amilanarlo, lo motivó aún más, como lo indica en otra carta, enviada a su amigo el pintor Luis Vargas Rosas, el 17 de mayo de 1945:
«Llegué al frente con ansias de vengar mis heridas, pistola en mano y un rico Mauser quitado por mí mismo a un oficial alemán. Con dos amigos, solos los tres hicimos seis prisioneros. En Kenpten yo solo con Lambert hicimos prisionero a un Cabo S.S. y con Jaques Fanó y un oficial hicimos otro prisionero de marca mayor y un capitán S.S. grandote que se escondía en la foret (sic) cerca de Bladeshwald y que tenía terrorificada a las gentes que se habían rendido, con toda clase de amenazas. El gallo apenas nos vio llegar levantó las manos y kaput. No disparó ni un solo tiro. ¡Que desgonflados (sic) están! Las mismas gentes del pueblo nos señalaron dónde se escondía».
Vicente Huidobro nació el 10 de enero de 1893 en Santiago y murió el 2 de enero de 1948 en Cartagena. Actualmente, su casa en dicho balneario es un Museo dedicado a su vida y obra.
Más información en el Instagram del Museo (aquí).
Tres libros para conocer la vida de Huidobro
AOM