Por Pierina Ferretti

El 8 de marzo es el día en que millones de mujeres y diversidades en todo el mundo salimos a las calles para recordar que la historia de los derechos conquistados y ejercer libertades no fue una concesión del poder, sino el resultado de la lucha organizada. Pero este 8M no es solo una conmemoración: es un llamado urgente a la resistencia y la acción frente a la arremetida de la ultraderecha, que ha decidido hacer del feminismo su enemigo principal en la guerra cultural que impulsa.
La estrategia es clara: en un mundo en crisis, donde el modelo neoliberal ya no ofrece respuestas, los sectores reaccionarios buscan fabricar un chivo expiatorio para canalizar el descontento social. Han decidido que el feminismo, el movimiento que más ha transformado nuestras sociedades en las últimas décadas, sea el culpable de todos los males. Según ellos, la baja natalidad, la supuesta crisis de la familia y el debilitamiento de la autoridad no son consecuencia de la precarización de la vida, la falta de acceso a vivienda y salud, ni de un mercado laboral precario, sino del avance de los derechos de las mujeres y diversidades sexuales.
Bajo esta lógica perversa, han construido una ofensiva internacional que busca suprimir derechos y libertades. Desde la negación del derecho al aborto en Estados Unidos hasta el retroceso en políticas de igualdad en América Latina, pasando por discursos que criminalizan la educación sexual integral, la ultraderecha ha puesto en marcha una agenda de restauración neoconservadora. No se trata solo de atacar el feminismo como ideología: buscan devolvernos a un tiempo donde nuestra autonomía no existía, donde el mandato de la obediencia era incuestionable y donde el Estado y la iglesia decidían sobre nuestros cuerpos y nuestras vidas.
Esta ofensiva se ha intensificado porque el feminismo ha demostrado ser un horizonte verdaderamente transformador. Somos un movimiento político global que no solo ha cuestionado las estructuras de dominación, sino que ha construido alternativas para una vida más justa. Hemos desnudado la explotación oculta en lo doméstico, la inexistencia de una igualdad real sin redistribución de cuidados y la hipocresía de un modelo neoliberal y patriarcal que nos exige ser madres sin garantizar derechos básicos para la crianza. Hemos mostrado que el problema no es la libertad de las mujeres, sino el sistema que nos condena a la precariedad.
Y es precisamente la libertad lo que la derecha nos quiere arrebatar. Porque su modelo se sostiene en la sumisión, en la dependencia económica y en el miedo. Por eso atacan la educación sexual, la existencia de la violencia de género, el derecho a decidir ser madre en condiciones de igualdad o a no serlo sin criminalización, y las políticas de igualdad salarial. Por eso buscan imponer un relato donde la maternidad no es una elección, sino un deber ineludible; donde el trabajo no es un derecho, sino un privilegio condicionado a nuestra función dentro de la reproducción de la sociedad.
Este 8M nos debe encontrar más organizadas, con más claridad sobre los desafíos y con la convicción de que el feminismo es el único camino posible para una sociedad libre e igualitaria. La historia nos ha enseñado que los derechos no son lineales, que los avances pueden ser desmontados y que ninguna conquista está garantizada sin una lucha constante.
Por eso, en un contexto donde las derechas radicales se articulan para frenar el avance de nuestras demandas, nuestra respuesta debe ser más audaz y colectiva que nunca. No basta con resistir, hay que avanzar. No basta con defender lo conquistado, hay que ir por más. Y eso significa pelear por un modelo que garantice que la reproducción de la vida no sea un privilegio de clase, sino un derecho universal; que las maternidades sean deseadas, dignas y viables; que el trabajo doméstico y de cuidados sea reconocido y redistribuido; que la educación no sexista sea un pilar de la democracia.
Este 8M es un recordatorio de que el feminismo es, y siempre ha sido, un movimiento de transformación profunda. Hoy más que nunca, organizarnos es la única garantía de que nuestra libertad no será negociada, de que nuestra igualdad no será postergada y de que nuestro futuro no será escrito por quienes nos quieren devolver al pasado.
Porque el feminismo no es el enemigo, es la respuesta. Y este 8M vamos por más.
Por Pierina Ferretti
Directora Ejecutiva Fundación Nodo XXI
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