Durante la madrugada del 27 de febrero de 2010, Chile vivió uno de los terremotos más devastadores de la historia. Con un epicentro en el mar frente a la Región del Biobío, el sismo desencadenó un tsunami que golpeó las localidades de Constitución, Dichato y Talcahuano principalmente.
A las 03:34 AM, Chile se remeció como pocas veces ha ocurrido antes; un fuerte movimiento telúrico de magnitud 8,8 sacudió la zona centro-sur del país, con el epicentro 150 km al noroeste de Concepción.
El terremoto tuvo una duración de aproximadamente tres minutos y afectó al menos siete regiones del país.
Minutos después del sismo, comenzó a gestarse otra amenaza: el maremoto. A las 03:45, el Centro de Alerta de Tsunamis del Pacífico (PTWC) advirtió a Chile y Perú sobre la probabilidad de una fuerte marejada producida por el movimiento telúrico. Sin embargo, el Servicio Hidrográfico y Oceanográfico de la Armada (SHOA), encargado de dar la alerta en territorio nacional, cometió un error crítico al cancelar erróneamente la alerta de tsunami, lo que impidió una evacuación masiva.
Entre las 04:00 y 05:00 AM, el SHOA informó a la ONEMI que no había riesgo de tsunami, a pesar de que minutos después olas destructivas ya estaban golpeando localidades costeras del centro-sur como Dichato, Constitución e Iloca.
La falta de una red de mareógrafos en tiempo real y la mala interpretación de los datos internacionales del Centro de Alerta de Tsunami y el Centro Nacional de Tsunami en Estados Unidos llevaron a esta fatal decisión. Mientras otros países del Pacífico mantenían sus alertas activas, en Chile la evacuación no fue ordenada oportunamente.
En consecuencia, la entonces presidenta Michelle Bachelet, basandose en la información errónea que había sido proporcionada por las instituciones encargadas, anunció públicamente que no había alerta de tsunami, lo que desorientó a la población en medio de la madrugada.
En los años siguientes, se modernizaron los sistemas de alerta temprana y en 2012 un fallo judicial condenó a seis exfuncionarios del SHOA y la ONEMI por negligencia, evidenciando la necesidad de protocolos más estrictos para enfrentar emergencias de este tipo.
Por otro lado, mientras la comunicación oficial fallaba, los radioaficionados se convirtieron en un eslabón crucial para la emergencia en la zona sur. Organizaciones como el Radio Club de Chile (RCCh) habían establecido previamente redes de emergencia en VHF (Very High Frequency) y HF (High Frecuency), lo que les permitió operar de manera autónoma y eficaz.
Además, los radioaficionados colaboraron estrechamente con instituciones como la Oficina Nacional de Emergencia (ONEMI) y la Cruz Roja, por medio de simulacros y estableciendo protocolos de comunicación para emergencias.
Una encuesta realizada por el Centro de Estudios Públicos de Chile (CEP), expuso que las empresas de telefonía fueron catalogadas como las peores valoradas, con un 20% de aprobación.
Recordemos que este episodio oscuro en la historia sísmica del país dejó como resultado la muerte de más de 520 personas y cerca de 2 millones damnificadas.