El triunfo del NO en 1988 desató una alegría inmensa en gran parte del pueblo de Chile. Ese mismo día 5 de octubre, muchas personas salieron a celebrar eufóricas el triunfo que terminaba con los largos años de dictadura, pero rápidamente el régimen se encargó de recordar su crueldad, nuevamente, contra los más pobres.
Luis Alberto Silva Jara, conocidos por sus cercanos como el Chaca, era un niño de 14 años de edad de la Villa Francia, el menor de cuatro hermanos, vendedor de flores y apasionado acérrimo del Colo-Colo. Tenía en su casa camisetas e insignias del club y no dejaba pasar fin de semana sin conocer el resultado de la fecha. Quizás su corazón albo sólo hacia espacio para la también inmensa admiración que sentía por el MIR, actor fundamental en la historia de su población, que aún lamentaba la muerte de los hermanos Vergara Toledo de esta agrupación.
El Chaca trabajaba vendiendo flores y algunas verduras en las ferias para poder costearse las entradas para ir al estadio a ver al Colo. Era un niño despierto, inquieto y activo: “Si habían protestas él se arrancaba para allá, a las concentraciones. Pero aquí nadie sabía. Siempre fue bien agrandao”, asegura Eliana, una de sus hermanas, en una entrevista concedida a El Ciudadano en 2015.
El Chaca era un pelusa, un cabro puntudo, que como hijo de los más golpeados por la dictadura, creció con un rechazo visceral hacia el régimen y participaba en las manifestaciones callejeras y luego en las concentraciones por el NO, que una vez le llevó a correr por los techos de su población arrancando de Carabineros.
Finalmente, el NO ganó, y la gente salió a celebrar desde las primeras horas del triunfo en las calles de las principales calles del país. Por supuesto, en la Villa Francia la alegría inundaba todas las casas, y en ese entusiasmo un grupo de personas -entre ellas el Chaca- salió a celebrar más allá de 5 de abril, hasta la misma Alameda con Las Rejas.
Pero, la celebración se encontró rápidamente con una patrulla de Carabineros, que les disparó, impactando uno de los disparos en la cabeza del Chaca, quien murió posteriormente en el Hospital San Juan de Dios tras recibir una herida de un proyectil de 8mm, con pérdida de masa encefálica, traumatismo que finalmente provocó su deceso.
Hasta el día de hoy, su muerte no ha sido aclarada, pese a que todos los testigos señalaron a Carabineros como los responsables. Entre diciembre de ese año y enero de 1989 la justicia llamó a declarar a 5 uniformados, que, según un informe de la misma policía, podrían haber estado patrullando el sector donde ocurrió el hecho.
Dos dijeron no haber estado en el lugar, mientras los otros tres plantearon que no recordaban ese día. En el expediente judicial no consta ningún documento ni bitácora que permitiera reconstruir los recorridos de las radiopatrullas o revisar eventuales informes de algún incidente por parte de los carabineros.
Así, la causa fue cerrada sin culpables en 1990 y reabierta en 2011, donde han habido algunos avances. En junio de 2013, un testigo aseguró, al ver una fotografía, que “reconozco sin duda alguna al funcionario asignado en la segunda fotografía de fojas 933 como el funcionario de Carabineros que disparó a Luis Silva Jara (sic)”.
El policía al que hizo mención este testigo es el Sargento 2° (R) Rubén Orlando Araya Díaz (68), quien fue citado ante Carroza y dijo no tener antecedentes del hecho: “Es imposible que yo estuviera en la intersección de la Avda. Las Rejas con la Alameda (…) ese año yo era de dotación de la 25° Comisaría de Maipú y esa intersección era sector de la Subcomisaría de Carabineros Alesandri”, alegó el carabinero acusado.
A 30 años de estos trágicos acontecimientos, la historia del Chaca ha quedado marcada en la memoria colectiva del pueblo de Santiago, y ha sido también reflejada en los muros de su población, para no ser olvidada y mantener vivo el recuerdo del Chaca mientras se espera que llegue la siempre lenta justicia.