A 38 años: Qué lecciones deja el atentado a Pinochet y por qué se impuso finalmente la ‘transición’

La emboscada a Pinochet, una acción militar gloriosa -aunque frustrada- pone de relieve la importancia de debatir política, de salir del debate meramente democrático de «las formas de lucha» y entrar decididamente al debate político sobre el poder.

A 38 años: Qué lecciones deja el atentado a Pinochet y por qué se impuso finalmente la ‘transición’

Autor: Gustavo Burgos

En una nueva edición de «Al costado de la cancha», Mate al Rey (160) presenta una profunda conversación con un protagonista del FPMR, Marco Riquelme. Septiembre evocativo, nos invita a reflexionar sobre el proceso político que desembocó en el atentado a Pinochet el 7 de septiembre de 1986. Abierta una situación revolucionaria en 1983, con un levantamiento popular que se alza en contra de la feroz Dictadura de Pinochet, el pueblo sale a las calles a ocupar las alamedas y a enfrentar al régimen bajo una brutal represión que adquiere características terminales para la Dictadura.

En este contexto, de las entrañas del Partido Comunista y para otorgar espacio a la vanguardia juvenil radicalizada del período, nace el Frente Patriótico Manuel Rodríguez (FPMR). El Frente surge para organizar y potenciar la lucha armada en contra de la Dictadura y se estructura a partir de cuadros militares formados en el exterior y probados en combates fuera del país. Riquelme explica la forma como se organizan, se forman y actúan principalmente desde las poblaciones obreras, acompañando la multitudinaria lucha que daba el pueblo.

En medio de esta lucha y luego del gigantesco Paro Nacional del 2 y 3 de julio de 1986, el atentado (Riquelme precisa que militarmente debe hablarse de una emboscada) buscaba coronar el ascenso con el ajusticiamiento a Pinochet.

A pesar del fracaso objetivo de la operación -Pinochet sobrevive-, Riquelme valora militar y políticamente el hecho en cuanto se realizó con una alta preparación, sin bajas en la acción y en tanto políticamente demostró la vulnerabilidad de un régimen que se jactaba de ser el único en el mundo que había derrotado al comunismo.

Sin embargo, tal acción tuvo límites políticos relevantes. Luego del atentado que rubricó el llamado «año decisivo», no solo se abrió una feroz represión, sino que se activó el dispositivo de la transición que buscaba preservar al capital y al régimen de Pinochet, sin Pinochet. La visita de Juan Pablo II, la Asamblea de la Civilidad y la Concertación, abrieron las compuertas que desembocaron en el Plebiscito de 1988 en el que como provocativamente señalara Ricardo Lagos «el pueblo derrotó a la Dictadura con un lápiz y un papel».

Riquelme fue enfático en señalar que quienes se alzaron en contra del régimen, hayan o no tomado las armas, no lo hicieron simplemente por elecciones libres y por la democracia burguesa con la que se gobierna desde 1990. Señaló que el pueblo se levantó en contra del régimen en su conjunto, alzando las banderas de la revolución social.

Que tal salida no se haya impuesto y en su lugar se impusiese la transición pactada, es el resultado de la ausencia de una dirección política capaz de enarbolar la estrategia de los trabajadores. Esa es la lección de fondo que nos deja el atentado a Pinochet. El pueblo lo dejó todo en las calles, ofrendó la vida y la libertad de miles de luchadores, soportó estoico allanamientos masivos, Estados de Sitio y represión a destajo en lugares de trabajo y estudio. Sin embargo, no fue capaz de proyectar esa gigantesca fuerza en revolución social y gobierno de los trabajadores.

La emboscada a Pinochet, una acción militar gloriosa -aunque frustrada- pone de relieve la importancia de debatir política, de salir del debate meramente democrático de «las formas de lucha» y entrar decididamente al debate político sobre el poder.

Si el 11 de septiembre de 1973 fuimos derrotados por el accionar militar de la burguesía, sellándose la inviabilidad de la Vía Pacífica al Socialismo, el «atentado» nos conduce a otro aspecto de la lucha revolucionaria, a aquella que nos dice que no alcanza con reivindicar la acción directa y la violencia revolucionaria, no alcanza con tomar un fusil, sino que es necesaria igualmente la construcción de una nueva dirección política de los explotados que encolumne la lucha popular en la dirección del poder, del gobierno de los trabajadores, de la revolución y el comunismo.

A todos los luchadores caídos en combate, sin excepción, militantes o no, célebres o anónimos, dedicamos este programa en este septiembre del pueblo, de lucha y de victoria.

Por Gustavo Burgos

Conducción: Gustavo Burgos Velásquez

Panelista: Marco Riquelme García

Dirección y edición: Sergio Rizenverg Cohen

Asistente de edición: Juan García Brun

Columna publicada originalmente el 7 de septiembre de 2024 en El Porteño.


Las expresiones emitidas en esta columna son de exclusiva responsabilidad de su autor(a) y no representan necesariamente las opiniones de El Ciudadano.

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