Por Sergio Salinas Cañas
Las personas que lo conocieron lo describían como bueno, profundamente generoso, humilde y hasta modesto. Entre ellos, destacados abogados, académicos, médicos, siquiatras, la mayoría, hombres públicos y de notoria seriedad y prominencia.
Jaime Galté, quien fue un académico y abogado destacado, masón y martinista, autor de obras jurídicas como el Manual de organización y atribuciones de los tribunales, sigue siendo considerado a 59 años de su partida de este plano terrenal como el más grande médium de la historia de Chile.
En su vida, pensó, sintió y actuó en tres líneas gruesas de desarrollo y en cada una sobresalió con tolerancia, sinceridad, caridad y amor. Fundó organizaciones y, además, fue un gran hijo, padre y un funcionario público ejemplar. Su amor al prójimo no tuvo precio, es decir, jamás cobró dinero por ayudar a los demás, sin distingo de clase social, religiosa o posición política. Podemos aseverar que en la vida de Galté se encarnaron en él, dos espíritus que sintetizan lo mejor de la ciencia (Dr. Halfanne) y lo mejor de la espiritualidad (Mr. Lowe).
En el paso por la tierra, hay que destacar su enorme legado espiritual que recién a 59 años de su muerte comienza a hacerse conocido. En su vida podemos comprobar que existe la “vida más allá de la muerte” y que la ley de la reencarnación es “un regalo” que proviene de otras dimensiones como dibujado, trazado en la “esfera celeste” y en la tierra por un gran arquitecto o constructor de otros mundos o universos.
En su libro Pensar, sentir y actuar equilibradamente, editado por el Grupo Martinista que lleva su nombre, señaló: “Despierta y de una vez por todas resuélvete a abandonar la ficción que ha sido tu existencia y prepárate para entrar en la realidad. ¡No! Esta vez no había dudas… alguien me hablaba y al parecer dentro de la habitación. Hice un esfuerzo supremo y me atreví a preguntar: ¿Quién está aquí?… -Tú solo –se me respondió- y la voz que escuchas representa la incógnita que te está inquietando, y que como a ti inquietó a través de los tiempos a muchos otros seres humanos: El conocimiento de sí mismo”.
Fueron amigos suyos muchos abogados de la Universidad de Chile, como el ex ministro de Relaciones Exteriores y ex contralor general de la república, Enrique Silva Cimma, o el profesor de Derecho Procesal, eminencia en la materia y autor de numerosos textos jurídicos, Hugo Pereira Anabalón. El expresidente Patricio Aylwin lo recuerda como un hombre de mucha seriedad. Numerosos médicos también lo rodearon, como Jorge Vigouroux (Doctor en epidemiología), el endocrinólogo Francisco Donoso, quien además llegó a ser el conductor del Grupo Martinista que años después tomaría el nombre de Jaime Galté, y Brenio Onetto, jefe del Laboratorio de Parapsicología Experimental de la Universidad de Chile. Como señala la Revista Occidente: A las sesiones de sanación de Jaime Galté siempre asistieron médicos, entre ellos los doctores Ítalo Alessandrini, Brenio Onetto, Francisco Becca, Eduardo Cruz Coke, Francisco Barrenechea e Ignacio Díaz.
Jaime Galté dijo una vez: “La verdad no se adquiere por las palabras sino por la absorción en el infinito”. Esta es su historia, su legado, su regalo, para que reflexionemos y amemos a nuestros prójimos como a nosotros mismos, siempre buscando la luz en oriente desde la oscuridad de occidente, como cada noche se repite por los siglos de los siglos.
En un texto académico de Catalina Uribe Echeverría, aparecido en la Revista Chilena de Literatura (Sección Miscelánea/noviembre 2010), aparece una narración de Enrique Silva Cimma, quien fuera su colega en la Facultad de Derecho de la Universidad de Chile y su jefe directo en la División Jurídica de la Contraloría. Recuerda que otro tipo de sueño, pero de similar tenor, fue el que se apoderó de Galté en su juventud: “Cuando llegó Galté a la Contraloría venía precedido de cierta imagen de misterio, por su don de la parapsicología. Me empecé a hacer amigo de él y un día le pregunté ‘oye Jaime ¿y cómo supiste de esto tú? Y me contó que un día estaba estudiando licenciatura para recibirse de abogado, en el jardín de su casa y se paseaba debajo de un parrón que impedía que el sol llegara muy fuerte. Se sentó a leer sus apuntes y se quedó dormido. Llegaban los haces del sol por entremedio de las hojas del parrón. Cuando se despertó se encontró con que había escrito dos o tres páginas. No era su letra. Era un médico el que hablaba. Y allí descubrió por primera vez que se había materializado en él una cosa diferente que él no entendía mucho y que era un espíritu. Empezó a darse cuenta de este don que poseía. Se transmutaban en él otros espíritus. Y se dio cuenta después que esto se le producía con bastante regularidad”.
En un artículo de José Luis Recard («Jaime Galté, un médium de excepción”. El Mercurio. Santiago de Chile, 11 de septiembre de 1966: 8-10) se menciona un texto escrito por Horacio Hevia Mujica, quien fuera amigo, hermano espiritual y discípulo de Galté, también masón y martinista, en el que se pretende explicar el mecanismo de estos fenómenos paranormales, basándose en la revelación de una ‘entidad’ –léase espíritu- incorporada en Galté en el curso de muchas reuniones. Los párrafos de esta comunicación espiritista son los siguientes:
“Todo el problema reside, para nosotros los espíritus, en podernos conectar en una forma de corriente eléctrica, llamémosla así por el momento, complementaria o adjunta al ‘cordón vital’ del médium (cordón vital o plateado es el que conecta el cuerpo material –el estado vibratorio más denso- con el cuerpo o estado vibratorio que le sigue, llamado ‘periespíritu’ o ‘cuerpo sentimental’). En primer lugar, desarrollamos nosotros una fuerza superior a la eléctrica, por eso digo ‘una especie de electricidad’, afinada o superior, y prolongamos con ella una manera de cordón vital provisional. Lo explico de esta forma para no crear confusiones mentales. Creado este cordón provisional, lo conectamos, lo complementamos al cordón vital real del médium. El objeto de esto es controlar la red nerviosa del médium, simulando las sensaciones del órgano que vamos a emplear. Anulamos todas las sensaciones de la red nerviosa que va por el brazo del médium, y su tacto, que es el sentido que se manifestaría en su brazo. En cambio, nosotros lanzamos por este cordón vital complementario nuestras vibraciones voluntarias, a fin de producir las manifestaciones que traducen la inteligencia, la voluntad, la individualidad nuestra. (…) Acallamos su mente subjetiva, que ya no transforma sensaciones en sentimientos. Es decir, producimos este sueño de muerte en vida, o de vida en muerte, que es el trance. El médium vive vegetativamente en cuanto a sus órganos nobles, pero ha muerto intelectual, mentalmente, para toda sensación y todo sentimiento”.
Por Sergio Salinas Cañas
Columna publicada originalmente el 14 de octubre de 2024 en El Pensador.
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