¿Quién lo quiere matar? Pues el Gobierno, quién va a ser.
Yo conozco muy bien la situación de los centros de reclusión en el mundo, pues he trabajado durante años en México en la Comisión Nacional de Derechos Humanos (CNDH) precisamente en el área penitenciaria. Un querido amigo mío representó mucho tiempo al ACNUDH (Oficina del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos), que se ocupa de supervigilar las cárceles del mundo, y él me ha explicado que todas son horrendas sin excepción.
En 1955, el Primer Congreso de las Naciones Unidas sobre Prevención del Delito y Tratamiento del Delincuente, aprobó las Reglas Mínimas para el Tratamiento de los Reclusos. Se trataba de un punto de partida importante y, en 2015, la Asamblea adoptó normas ampliadas, conocidas como las «Reglas Nelson Mandela», en honor al que probablemente sea el recluso más conocido del siglo XX.
Las Reglas se basan en la obligación de tratar a todos los reclusos con respeto hacia su dignidad inherente y valor como seres humanos, así como en la prohibición de la tortura y de cualquier otra forma de maltrato.
Consciente de estas preocupaciones y al amparo de las Reglas Nelson Mandela, el ACNUDH lucha por garantizar la protección de los derechos humanos de las personas privadas de libertad. En 2018, por ejemplo, realizó más de 2.000 visitas a centros de detención. Mediante visitas de inspección y programas de asistencia, presta su ayuda a los Estados en sus esfuerzos por mejorar las condiciones en prisión.
Las personas en prisión sólo están condenadas a perder su libertad, pero no a vivir y ser tratadas peor que animales. Lo anterior significa no tener la menor idea de lo que es la prisión ni el menor respeto por los derechos humanos de los reclusos.
No hay ninguna razón para haber trasladado a Héctor Llaitul al módulo 31 de presos comunes, que es una de las peores prisiones chilenas.
Héctor está en huelga de hambre y en un estado de salud muy delicado; ha perdido 25 kilos. Lo hace con justa razón, porque él no es un delincuente, es un dirigente social que se dedica a defender los justos derechos de su pueblo, que ha sido despojado, perseguido y vejado desde los tiempos de la colonia. Eso lo sabe todo el mundo.
Pero el Gobierno, el señor Boric, la señora Tohá y otros lo quieren muerto. En tal caso, van a ser demandados ante los organismos internacionales pertinentes por haber cometido actos de lesa humanidad, contra la vida humana, igualito que en dictadura. La ministra de Interior debería conocer algo de esto, porque a su padre lo sacaron de Dawson para traerlo a Santiago a fin de asesinarlo. El señor Boric no sabe nada de esto, pero le convendría averiguar lo que pasó.
Nosotros, la gente de entonces y todas las personas decentes de la actualidad, hemos dicho NUNCA MÁS, pero estos del Gobierno están repitiendo lo peor. Pues no crean que van a quedar impunes. En Chile se va a aplicar siempre la consigna NI PERDÓN NI OLVIDO.
Y a ustedes, que quieren asesinar a Héctor Llaitul, jamás el pueblo de Chile los va a perdonar ni a olvidar.
Por Margarita Labarca Goddard
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