Precariedad laboral, miedo a exponer su salud, impotencia ante la radicalización de las condiciones de vulnerabilidad de niños y niñas durante la pandemia fueron algunos de los desafíos que debieron enfrentar los equipos psicosociales en esta pandemia y que el Núcleo Infancia y Subjetivación (NIS) perteneciente al Departamento de Mediaciones y Subjetividades de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Playa Ancha investigó para conocer las luces y sombras que dejó la crisis sociosanitaria y las deficiencias de la respuesta estatal para acompañar tanto a los equipos, como a los niños y sus familias.
La investigación se desarrolló durante el año 2021 a cargo de un equipo multidisciplinario liderado por el académico Dr. Boris Andrei Valdenegro- Egozcue y la Dra. Cecilia de la Cerda (ambas de la UPLA) e integrado por las académicas Dr. Edgardo Toro (PUCV), Dra. Javiera Pavez (PUCV), Ps. Delia Salazar (UPLA), y las psicólogas Miriam Rojo, Alexandra Jacob, y el psicólogo Jaime Saavedra. El equipo de investigadores jóvenes del Semillero de Investigación estuvo compuesto por estudiantes de psicología de 4to y 5to año de la carrera de psicología de la UPLA: Adrián Sánchez, Daniel Acosta, Daniela Retamales, Stephanie Carrasco y Valentina Aguirre.
Esta investigación busca conocer específicamente el trabajo con las “alter infancias”, término acuñado para dar cuenta de niños y niñas que son expuestos a altos niveles de violencia en nuestra sociedad: “La noción álter infancia se relaciona con una serie de procesos de subjetivación de estos ‘otros niños’ que no son mis hijos, ni los tuyos, ni tampoco tus sobrinos, sino que son niños considerados ‘desechables’, son niños que no son ‘nuestros niños’. En una sociedad violenta, adultocéntrica y clasista como la nuestra, son constituidos desde el temor, desde el peligro y la exclusión”, explica el profesor Boris Valdenegro-Egozcue.
El primer hallazgo es que la intervención social se ve directamente afectada por el contexto, es decir, si bien las familias de los niños han sido expuestas a la cesantía y en muchos casos al hambre, también los equipos sociales han sido afectados directamente, al perderse las licitaciones de los proyectos o al reducirse las plazas asignadas por la baja demanda hacia los programas: “la intervención social está muy fuertemente marcada por el contexto con esta idea de la miserabilización de la vida de niños, niñas y familias, a propósito de la Revuelta Popular y de la Pandemia. Estamos hablando de personas que viven en inestabilidad y precariedad laboral, de familias que se sustentan de emprendimientos, entonces la calle es el lugar habitual de los emprendimientos y este espaci deja de existir. Porque la calle empieza a ser un lugar en disputa en la revuelta popular y luego un lugar prohibido en la pandemia”, señala Boris Valdenegro – Egozcue.
Profundizando lo anterior, incluso hubo equipos completos que desaparecieron porque SENAME mantuvo el sistema de licitación de proyectos, tal como en educación se mantuvieron las pruebas SIMCE: “Un equipo de nuestra red que integra el núcleo quedó sin trabajo porque se les olvido enviar un papel, lo enviaron atrasado. Entonces todo el trabajo que tenían de sostén del vínculo por un año y medio, en contexto pandémico, se fue por un papel. Uno pensaría que, en un contexto como el vivido este año, se debiese haber al menos planteado la revisión de cuáles de estas licitaciones van a concurso o no”.
El académico destaca que SENAME sólo ejecuta un bajo porcentaje de sus programas, la gran mayoría es realizado por entes privados, manteniendo la idea perversa de que la competencia mejora las prestaciones, situación que no se condice con la realidad: “Lo que genera la competencia es una fragilización de la capacidad eventual de generar sinergia entre los actores de la sociedad civil, fomentándose más bien la lógica del ser ‘enemigos’. Hay equipos que pasaron de 16 integrtantes, a dos personas. Aquí hubo un error estratégico desde la gestión de la política pública acerca de cómo se enfrentaba la crisis, lo que generó una fragilización del trabajo más que un apoyo”, precisó.
Por otro lado, existe una fragilización del vínculo en el trabajo por el desafío de la conectividad ya que ni los equipos, ni las familias contaban con dispositivos y conexiones a internet que permitieran sostener una intervención psicosocial, o educacional: “hay una dificultad en la calidad de los equipos, en el sustento de las señales, porque no es que hubiese planes contratados, los niños y familias compran bolsas de minutos. Además, viven en lugares en donde a veces la señal no es buena. No es lo mismo una conectividad para sostener un proceso educativo masivo o para sostener un proceso de intervención psicosocial, que el existente para participar en una red social”.
Radicalización de la vulnerabilidad en niños y niñas: Salud y educación
La intervención social se sostiene desde el vínculo con el otro y en la pandemia esa vinculación se tensiona, produciéndose un desacople de estos centros de intervención de la red social, particularmente en salud y educación. Este fue otro de los preocupantes resultados del estudio, ya que evidenció que muchos niños ‘dejaron de existir’ para el sistema educacional, o bien, se precarizaron sus atenciones en el sistema de salud.
“Otro resultado de la investigación habla en particular de que hubo un desacople con la red de salud y con educación. Respecto de educación, con todas las dificultades que tiene el contexto educativo para estos niños y niñas, muchos de ellos están incluso en situación de deserción escolar, la visibilización de esos niños por parte de los espacios educativos se pierde. Porque no es que los niños fuesen a clases virtuales, muchos de ellos dejaron de ser visibilizados por los profesores”. De igual forma, todo el sistema de salud vuelca su trabajo al manejo de la pandemia, precarizando la atención en salud de otras afecciones en niños y niñas.
En este primer momento, el impacto para los equipos es muy grande. Ante el aumento de la miseria en las condiciones de vida de niños y niñas se generan situaciones tan graves como el hambre. Eso genera rabia y frustración a la vez, pero inmediatamente, mueve a los equipos a ponerse a disposición de las familias para acompañarlas en el proceso de postulación a bonos y subsidios.
“El tema de las postulaciones a los bonos eran por internet, entonces muchas personas no tienen internet y muchos otros son alfabetos digitales. Lo que antes era el apoyo familiar a propósito de la escolarización, o de una situación de infracción de ley, se deja de lado, y se activa un apoyo a las familias de subsistencia”.
Las intervenciones sobreviven en clave de comunidad: reflexión, colectividad y ética
Los equipos psicosociales ven intensificadas su labor y se ven forzados a migrar a la virtualidad en un contexto pandémico en donde los trabajadores sociales tienen inicialmente miedo a arriesgar sus vidas. “Existe hambre en las familias, exite miedo a que me pase algo como trabajador, tenemos un aumento del control por parte del Estado, tenemos un desacople de redes, lo que hace un cóctel súper complejo. En ese contexto es que se da la intervención psicosocial, lo curioso es que se da”.
En medio del impacto que genera la crisis, logran desarrollar intervenciones sin apoyo del Estado, por un impulso sostenido en un compromiso ético con las infancias, en donde la reflexión al interior de los equipos y el trabajo en colaboración con los territorios emergen como claves para la recomposición del lazo fracturado.
“Podemos decir que la fragilización de ese vínculo se radicalizó en el contexto de pandemia. Por lo tanto, si ya era frágil, a propósito de que los niños no son los primeros en la lista de nada, y menos estos niños. En el contexto de pandemia estos niños y niñas quedaron aún más a la intemperie por la precarización laboral, la falta de conectividad, miseria y gestión inapropiada por parte de la agencia estatal”.
En este contexto los equipos de intervención logran generar prácticas reflexivas en resistencia a propósito de enfrentar una crisis que es grave y sin contar con orientaciones por parte del Estado. Por lo tanto, el equipo aparece como un espacio reflexivo y de acción política y se levanta como una posibilidad en el contexto de la crisis.
Entonces la reactivación con la comunidad aparece como una urgencia: “los equipos reflexionan diciendo si salud no nos responde, si educación no nos responde, veamos entonces que podemos hacer con las bibliotecas comunitarias, con las ollas comunes y con la gestión de recursos en salud con las poblaciones. Existen entonces algunos equipos de intervención que giran desde un enfoque muy institucionalizado (escuela, municipio, consultorio) hacia el colaborar con ollas comunes, juntas de vecinos. Eso es un emergente de esta investigación. Al parecer es posible articular una red civil de afrontamiento de la crisis de mejor calidad que la institucionalidad. O no se si mejor, pero tiene elementos de ayuda mutua que son mejores que lo entregado por la red institucional”.
Como respuesta a la pérdida de los espacios de apoyo mutuo al interior de los equipos por la virtualidad del trabajo se propone entonces la relación con comunidades en territorios y la reflexión grupal. Esto permite generar una recomposición y desarrollar buenas prácticas, pero dentro de un contexto de tensión importante: “En toda crisis se genera un descreimiento de lo institucional y una valoración de los recursos más cercanos. Hay una respuesta inicial negativa de los equipos, pero luego se desarrolla un proceso de recomposición y desde ahí una revalorización de las capacidades de gestión y de repensar el trabajo”, explica el académico.
Orientaciones para las políticas públicas
Preliminarmente, el equipo de investigación identifica dos grandes errores por parte de la política pública del Estado: haber mantenido las licitaciones de los programas, lo que precarizó aún más las intervenciones sociales, dejando muchas veces sin continuidad los trabajos de más de un año en el territorio y desbaratando equipos completos que ahora perdían su fuente laboral y el vínculo de trabajo con las y los niños y familias. Otro problema detectado, fue no haber facilitado espacios de reflexión entre los equipos para conocer cómo estaban enfrentando la crisis y así compartir desafíos y aprendizajes.
Actualmente el Núcleo Infancias se encuentra en la fase de discusión de los resultados, para luego poder proponer orientaciones para la red. Algunas de las recomendaciones preliminares van en el sentido de que: “el Estado entienda la idea de la psicología de la emergencia: que hubiesen analizado suspender al menos parte de las licitaciones, que hubiesen confiado en los equipos, generando espacios de reflexión sobre las prácticas pandémicas en tiempo real, no especulando si va a llegar la vacuna, afrontándolo de modo de generar una conversación y entre colectivo de trabajadores sociales”.
En ese sentido, para el Núcleo Infancias y Subjetivación (NIS) es importante socializar que en toda crisis social los procesos de resolución de abajo hacia arriba son naturales y deben ser canalizados, siendo una oportunidad para procesar y socializar buenas prácticas que, tal como arrojó la investigación, están sustentadas en el triple engarce de reflexividad, colectividad y ética.
Por: Dafne Moncada BreitlerPeriodista, Magíster en Comunicación Social