Fueron sus compañeros y amigos pescadores artesanales los que a Alejandro Castro le pusieron el apodo de “Menche”. Le decían así para subirlo al columpio, aludiendo a los Mencheviques (“la minoría”), seguidores del socialismo marxista ruso en los años de la Revolución Rusa, quienes sostenían que previamente a la dictadura del proletariado, debía tener lugar la de la burguesía. Eran rivales de los Bolcheviques (“la mayoría”), adherentes de las ideas de Lenin y convencidos de que había que avanzar hacia una sociedad socialista sin detenerse en un estadio burgués.
El mote de Alejandro se deformó luego de tanto que “Lulo”, un niño de Quintero, le dijo “Meche”, sin pronunciar la ene, hasta que llegó al de “Mecha de clavo”, como se apoda popularmente a aquellos que tienen el pelo tieso. El “Mecha”, como comenzara a ser conocido en todo Chile a partir del pasado 4 de octubre cuando su cuerpo fue encontrado sin vida colgado de su mochila en una reja de la línea férrea en Valparaíso, en un anhelo popular de asociar su sobrenombre a ese artefacto ícono de la subversión que hace frente a la injusticia.
Desde entonces, junto con poner en duda la tesis oficial del suicidio entregada por la PDI, a los 30 años el nombre de Alejandro Castro se ha hermanado con el de dirigentes muertos en extrañas circunstancias como Juan Pablo Jiménez y Macarena Valdés. En El Ciudadano quisimos saber y contar a través de los testimonios de quienes lo conocieron, quién era este luchador social y por qué su historia debe continuar encendida.
DON OCTAVIO, LOS LIBROS Y EL MAR
Antes de convertirse en pescador artesanal y dirigente sindical, Alejandro fue sastre. Su familia llegó a Quintero desde Santiago hace aproximadamente 10 años. Se instalaron con dos negocios y el joven -hermano de cuatro mujeres menores- comenzó a laborar con su madre, quien era sastre de alta costura. “Trabajaba maravillosamente, siempre me impresionó su habilidad, era increíble; era capaz de hacer desde ropa más simple hasta un abrigo casi de alta costura, era impresionante su habilidad”, recuerda Carolina Orellana, amiga de Castro y vocera del Cabildo Abierto Quintero-Puchuncaví.
Fue mientras desempeñaba esta labor que conoció a Octavio Mora, un ex miembro del MIR que vivía cerca de su casa. Se hicieron amigos y comenzaron a hablar de política. “Se dieron cuenta que habían leído los mismos libros, que tenían los mismos ideales”, cuenta Polet Urrutia, la compañera de Alejandro, a quien le quedó tatuada en la memoria aquella frase que él le dijo cuando se conocieron en 2014: “Toda lucha es política”.
La joven -con quien en 2016 Castro tuvo una hija que lamentablemente falleció a los cuatro meses de vida- lo recuerda como alguien cariñoso, afectuoso con sus seres queridos y amante de la libertad. “Siempre me decía ‘yo te amo, pero amo que tú seas libre’. Teníamos un amor que nadie entendía porque no nos veíamos como propiedad, éramos seres libres. Éramos compañeros, compañeros de vida”, dice Urrutia.
Don Octavio Mora fue su mentor y uno de los responsables de que no quisiera alejarse nunca más del mar. “Se enamoró a primera vista. Se subió a un bote y no se quiso bajar más”, apunta Polet.
Tampoco se despegó de los libros. “Era una persona demasiado culta, le gustaba mucho leer; la música, la poesía, siempre estaba con un libro en la mano”, recuerda su compañera. Pablo de Rokha y Nicanor Parra eran los autores locales favoritos de Alejandro. Escuchaba también una amplia gama de música, pero principalmente aquella con letras conscientes y en donde estaba presente la lucha de clases, transitando en esa búsqueda desde el punk hasta Violeta Parra, una de sus preferidas. Le gustaba el arte, lo atraía la pintura, Frida Kahlo.
Trotsky, Lenin, Engel, acompañaron su formación teórica, pero debieron convivir con su espíritu libertario. “Leíamos libros alternativos, independientes, que hacían análisis de los autores, y de todos esos libritos iba sacando un pedacito y de ahí iba formando sus ideales, porque no se regía solo por una base política. Tenía varios personajes a los que seguía, pero no compartía al cien por ciento el mismo pensamiento. Rescataba un poquitito de Marx, de Trotsky, y así iba; le gustaba Bakunin también”, recuerda Urrutia.
“Era súper prolijo para hacer todos sus trabajos, súper metódico, incluso para estudiar y crear análisis; para todo tenía que ser perfecto. Si se salía una hilacha, lo volvía a hacer de nuevo. Si le faltaba una palabra, una coma, volvía a leer todo el texto y lo arreglaba, lo corregía; era demasiado metódico”, describe Polet.
SEPTIEMBRE 24
Tras trabajar con Octavio Mora, comenzó a hacerlo con Hugo Poblete, con quien forjó una férrea amistad, y entre los tres dieron vida el 14 de diciembre de 2014 al Sindicato de Pescadores Artesanales S-24, organización que ha reunido a alrededor de 100 asociados y de la cual, al momento de su muerte, Alejandro era el secretario. El nombre de la agrupación se debe a lo ocurrido la madrugada del 24 de septiembre de ese mismo año, cuando la empresa estatal Enap derramó 38.700 litros de petróleo crudo en la bahía de Quintero.
Junto con permearse políticamente, comenzaron a trabajar por la anulación de la Ley de Pesca. “Desde ahí en adelante han sido los principales exponentes a lo largo de Chile que han colaborado en que los pescadores comprendan la ley y también la importancia de anularla. Sé y me consta que hicieron un tremendo trabajo para poder dignificar y recuperar el arte de la cultura de la pesca”, destaca Carolina Orellana. “Ellos se daban el tiempo de educar a las bases, enseñarles, para que todos manejaran la misma información y no solo los dirigentes”, acota Urrutia.
Fueron días de viajes, de manifestaciones y reuniones en Lebu, Coquimbo, San Antonio, en Caleta Portales en Valparaíso. Fue de hecho en una protesta contra la llamada “Ley Longueira” en ese sector que un miembro de Fuerzas Especiales le disparó una bomba lacrimógena a Alejandro que lo golpeó e hirió en el labio. “Eso le daba rabia, no entendía cómo los pacos defendían a los industriales. Igual que acá en Quintero, en las protestas por la contaminación, le daba rabia que protegieran la propiedad privada, resguardando las empresas. Nunca fue amigo de los pacos”, recuerda su compañera.
Junto con ello, levantaron la demanda para que la jibia fuera un arte de pesca solo de los artesanales y “a mano y con potera”. Un trabajo que el pasado 9 de octubre rindió frutos, luego de que el Senado aprobara en general el proyecto que regula la extracción de la jibia, poniendo fin a la pesca de arrastre para la captura de este recurso. Básicamente, la iniciativa solo permite la utilización del instrumento de la potera y el arte de línea de mano para su captura y establece una sanción con elevadas multas a quienes infrinjan esta norma.
Un triunfo contra la industria del S-24 que anteriormente le había dado la batalla a los comerciantes que mediaban en la venta del producto, logrando llegar directamente a ofrecerla a la planta de procesamiento, en una acción inédita para el sector, según recuerda Polet. “Iban bien adelantados ellos, súper claros con sus ideas”, reflexiona hoy la compañera de Alejandro.
LA COOPERATIVA Y LA RECUPERACIÓN DE LA CALETA
Además de decidir darle la pelea a la industria de la pesca de arrastre, su amigo Hugo Poblete, actual presidente del S-24, decide crear la que se convertiría en una exitosa y creciente Cooperativa, Coopesquin, la primera de su tipo en Quintero y a la que Alejandro decide sumarse con otros compañeros de la pesca artesanal. Una organización que a juicio de Orellana “es, todavía, un acto pleno de coherencia y consecuencia de poder desarrollar la vida comunitaria y el trabajo justo para todas las personas, que todos trabajaran para poder colaborar en prosperar todos juntos”.
En ese sentido, Polet Urrutia recuerda que Alejandro tenía un sueño: Permeado por lo que vio en el documental ‘La Batalla de Chile’ de Patricio Guzmán, anhelaba que las fábricas pasaran a control de los obreros.
Como sindicato se abocaron exitosamente también a la recuperación de la Caleta El Manzano -hoy Caleta Los Pescadores- para ponerla a disposición de la comunidad y los turistas. Fueron los propios miembros de la agrupación quienes la limpiaron y la reactivaron, labor genuinamente agradecida por la comunidad. Una tarea en la que tuvo lugar igualmente la restauración del memorial de los Detenidos Desaparecidos que -como se lee en las letras sobre un fondo rojinegro- “amarrados a rieles fueron arrojados al mar”.
UN SINDICATO AMBIENTALISTA
Fue tras todo ese enriquecedor recorrido político y social que Castro llega entonces a formar parte del Cabildo Abierto Quintero-Puchuncaví junto a sus compañeros del S-24. Y lo hicieron con mayor fuerza cuando comenzaron a aparecer las intoxicaciones masivas de los niños de estas comunas, producto de la contaminación del cordón industrial en la zona.
En ese sentido, Carolina Orellana releva que el sindicato de pescadores artesanales es el único del sector que tiene el carácter de ambientalista, lo que les permitió generar una rápida afinidad con las organizaciones que forman parte de este movimiento. De hecho, como sindicato le habían advertido tres años antes a las autoridades que el desastre desatado en 2018 ocurriría si las empresas del sector no cuidaban sus emanaciones.
“Alejandro fue parte de las personas que diariamente estábamos en la plaza ayudándonos a organizar todo lo necesario para poder defendernos. Y la defensa tiene que ver con tener la información verdadera, llevar el catastro de la gente envenenada, o con cosas tan simples como correr a los colegios a sacar fotos cuando hay niños envenenados, tener el registro de los papeles médicos y realizar acciones para que estuviéramos siempre atentos y no caer nuevamente en la invisibilización que ha sido histórica en estas décadas”, narra la dirigenta. “Durante todo este tiempo al Ale lo vi súper comprometido, con una claridad política súper interesante y linda de escuchar”, añade la amiga del joven activista.
“TENÍAMOS UN MAPITA DE LOS VIAJES QUE QUERÍAMOS HACER”
“Estamos de duelo, se fue un compañero. Y si bien no está su cuerpo aquí, yo estoy segura que él de alguna manera nos está ayudando a conseguir nuestros objetivos igual. Pero duele, siento tristeza, no es fácil porque nadie esperaba que él falleciera”, expresa Carolina.
Polet Urrutia estuvo con Alejandro en la última manifestación en la que participó. “Estaba súper energético. Siempre estaba así cuando íbamos a marchas; que la gente saliera, se manifestara y que lo hiciera con rabia. No quería que este sistema opresor nos siguiera cagando. Quería que la gente se alzara contra él, contra el ‘capitalismo caníbal’ como le decía. Y en una entrevista que dio en la última marcha pidió que todos los territorios se alzaran y ejercieran soberanía. Él tenía claro lo quería hacer”, sostiene su compañera.
En ese sentido, Polet cuenta que tenían pensado ir a Antofagasta, a Tocopilla, a Mejillones, para reunirse con dirigentes de esa comuna, crear lazos entre ambas “zonas de sacrificio” y avanzar hacia un movimiento a nivel nacional.
“Teníamos como un mapita de todos los viajes que queríamos hacer, pero nos faltaba plata. Entonces dijimos que si nos faltaba plata empezábamos a hacer bolsos, cositas con tela, porque él era muy buen costurero. Nuestra idea era reutilizar todas las telas sobrantes y salir a vender para juntar el dinero y poder viajar. Era una idea que teníamos hace tiempo, pero como ahora había sucedido lo de Quintero, teníamos la fuerza para decir ‘ya, este es el momento para que todos los territorios sacrificados nos podamos unir’ y pegarle una patada en el culo a todas las empresas que nos contaminan”, recuerda la compañera del dirigente.
Con ese ímpetu estaba Alejandro antes de ser encontrado muerto. Un espíritu muy similar al que palpó su madre, Alejandra Castro, y que la llevó a decir públicamente que no cree que su hijo quisiera suicidarse. “Creo absolutamente lo mismo y lo voy a seguir creyendo hasta el final”, concluye también Polet.
*Artículo publicado en la edición 227 de la revista El Ciudadano