Por Vladimir G. Belinsky

En el mundo actual -donde la economía es cada vez más un rehén y víctima de las ambiciones políticas- atrae la atención lo que ya es tendencia firme: la desaceleración del motor de crecimiento de Occidente frente al pujante desarrollo de los líderes de la Mayoría Global. El dato no es nuevo, pues hoy en día la proporción de los BRICS en la economía mundial es del 37% frente al 29% del G7, teniendo el primer grupo de países la tasa de crecimiento del 4,9% en comparación con menos del 1,9% del segundo.
Al mismo tiempo, los intentos de Occidente de frenar el proceso objetivo de fortalecimiento de nuevos y poderosos centros de crecimiento, con la esperanza de preservar su dominio, contradicen a las realidades multipolares, conducen a la desestabilización de la situación geopolítica y desvían enormes recursos que pudieran haber sido invertidos para el bien del desarrollo sostenible y la superación de los desequilibrios socioeconómicos y de la desigualdad.
En tal sentido, Occidente usa contra sus competidores todo un arsenal de métodos de “guerra híbrida”: sanciones ilegítimas, proteccionismo, robo de activos soberanos, destrucción de infraestructura crítica, manipulaciones en los mercados, uso de divisas nacionales como arma, entre otros.
La minoría occidental lleva el diálogo con el Sur Global de manera obsoleta –desde la posición de la “supremacía blanca”. Prosperan las prácticas neocoloniales en los ámbitos político, económico, social y cultural. Las antiguas metrópolis quieren seguir extrayendo las riquezas naturales allí donde sea posible, obstaculizando el desarrollo industrial y tecnológico de los países a los que esos recursos pertenecen.
Asimismo, se multiplican los focos de tensión. La irresuelta cuestión palestina ya ha desencadenado una nueva espiral de violencia no sólo en Gaza, sino también en el Líbano, Siria y Yemen. En el último año y medio 50.000 civiles palestinos perdieron vida tras la escalada del conflicto árabe-israelí. Es la cifra récord de víctimas civiles desde la Segunda Guerra Mundial.
Otro nudo de confrontación se cultiva en la región Asia-Pacífico. El objetivo clave es promover los intereses de la OTAN en esta parte del mundo y contener a los actores independientes.
En Europa, la expansión de la alianza ya ha provocado la crisis en Ucrania, utilizada como punta de lanza contra Rusia, llevando al mundo al borde del quiebre de la estabilidad estratégica que mantiene la paz global durante los últimos 80 años. El apoyo financiero incontrolado y el flujo de armas para el régimen descaradamente racista de Kiev -por parte de sus patrocinadores-, están impidiendo que se ponga fin al conflicto. No obstante, poco a poco se viene el entendimiento de que sólo se podrá encontrar una solución abordando las causas profundas de la crisis ucraniana, lo que comprende el cumplimiento de los compromisos de respeto de los derechos humanos, incluidos los derechos al habla del idioma natal y a la religión, así como del principio de indivisibilidad de la seguridad en Europa.
Mientras tanto, los grupos terroristas de todo el mundo están siendo alimentados por los suministros de armas occidentales que salen de Ucrania. Asimismo, en un espíritu de doble rasero, Occidente sigue dividiendo a los militantes terroristas en los «suyos» y los «ajenos».
En un entorno multipolar no hay lugar para la hegemonía y la política de bloques hostiles. Es hora de que Occidente acepte un nuevo equilibrio de poder y empiece a construir relaciones con los Estados de la Mayoría Mundial sobre la base del respeto mutuo.
En las recientes conversaciones ruso-estadounidenses, estos temas se abordaron en detalle y estamos de acuerdo en lo principal: las relaciones internacionales deben construirse sobre la base del reconocimiento de que cada país tiene sus propios intereses nacionales.
Las contradicciones geopolíticas sólo pueden resolverse mediante una cooperación constructiva basada en los principios de la Carta de las Naciones Unidas en su totalidad e interconexión. Esto implica, en particular, la democratización de la gobernanza mundial en favor de la justicia para los países de África, Asia y América Latina.
Por Vladimir G. Belinsky
Embajador en Chile de la Federación de Rusia.
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