Ana Clara

Por Marco Enríquez-Ominami

Ana Clara es una mujer chilena. Nacida a principio de los cincuenta. Creció en una pequeña ciudad del sur de Chile. Su padre, obrero de una fábrica de mediano tamaño. Su madre, dueña de casa. Una familia obrera que la integraban otros seis hermanos. En un Chile que avanzaba en reformas sociales a partir de las luchas de las y los trabajadores, Ana Clara pudo acceder a la universidad pública, y convertirse en una profesional. Ana Clara se tituló de enfermera en la Universidad de Chile.

Trabajó ininterrumpidamente durante 45 años en un hospital público. Con turnos agotadores, Ana Clara cuidaba la vida de los más desprotegidos. Ana Clara nunca dejó de formarse y trabajar, y llegó a ser subdirectora de su hospital. En los años 80s, en plena dictadura, fue obligada a pasarse a las AFP, bajo el miedo de persecución o despido. Le prometieron que se jubilaría con un 100% de su sueldo. Era la promesa del modelo neoliberal chileno.

El año 2017 se jubiló. Después de 45 años de cotizaciones, y sin lagunas, su AFP le informó que su jubilación mensual apenas llegaba al 27% de su último sueldo. Sus ahorros de 45 años, su “platita” (como tanto gusta defender las AFP), apenas le alcanzaba para vivir. De un día para otro, Ana Clara pasó de ser una profesional con un ingreso acorde a su experiencia y responsabilidad, a una jubilada con una pensión que apenas le alcanza para llegar a fin de mes. Su trabajo y su esfuerzo la llevó a convertirse en una profesional de clase media. Jubilar con una AFP, dejó a Ana Clara en la pobreza.

Esta historia no es ficción.

Conozco a Ana Clara. Y es una historia que se repite por miles en nuestra patria. Miles de trabajadoras y trabajadores que fueron obligados a pasar del Sistema de reparto a las AFP, otros miles que cotizaron toda su vida en las AFP, todos ellos, en su gran mayoría, hoy están condenadas a pensiones de miseria. Como ha mostrado Fundación Sol, el 70% de las pensiones actuales están bajo el salario mínimo, y eso incluye el aporte por la Pensión Garantizada Universal (PGU). Las personas que cotizaron entre 35-40 años, y se pensionaron en 2023, alcanzaron en promedio una tasa de reemplazo de 32,6%. El sistema de AFP fracasó en su promesa de pensiones decentes.

Mientras tanto, el sistema financiero, los grupos económicos, se han enriquecido durante décadas contando con los ahorros de los chilenos para financiar sus inversiones. Y es porque en su origen, el sistema de AFP nunca ha sido un sistema de pensiones, sino un modelo para acceder a recursos frescos en el sistema financiero. Como también lo han mostrado los estudios de la Fundación Sol, las inversiones que desde los fondos de pensiones reciben grupos económicos, como el Grupo Luksic, alcanzaban al 2024 casi USD 5.500 millones o el Grupo Matte que ha recibido cerca de USD 3.350 millones en inversiones, desde las pensiones de todos los chilenos.

Chile debe cambiar. Y es hora de que las y los chilenos seamos consultados sobre el sistema de pensiones que queremos. Por eso he venido proponiendo que sea durante este año electoral, junto a las elecciones presidenciales y parlamentarias, en que hagamos un plebiscito sobre qué sistema de pensiones queremos los chilenos. Felicito a los parlamentarios que se han sumado a esta idea y han anunciado que presentarán un proyecto de reforma constitucional para incluir una consulta sobre el sistema de pensiones en las próximas elecciones presidenciales y parlamentarias. Espero que el Gobierno y los partidos progresistas y de centro izquierda apoyen esta idea. No tengamos miedo a la democracia.

Por Marco Enríquez-Ominami

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