[Parte 1]
El 16 de octubre de 1998, las agencias informativas de todo el mundo interrumpieron sus despachos y programaciones para dar a conocer una noticia inesperada: la detención en Londres del ex dictador chileno Augusto Pinochet.
Recordemos que el genocida había viajado al Reino Unido para operarse una hernia, siendo entonces detenido por la Scotland Yard en la London Clinic, por una orden de captura emitida por el juez español Baltasar Garzón, quien buscaba llevarlo a juicio por los asesinatos de varios ciudadanos españoles ocurridos durante la dictadura.
En ese momento, el arresto del ex general copó las páginas de la prensa internacional, que consignó para la historia la reacción planetaria frente a las atrocidades cometidas por Pinochet y su régimen en Chile.
Los primeros en sacar la voz fueron los escritores. Por ejemplo, el italiano Umberto Eco declaró: «Lo importante de todo esto es que el juez español Baltazar Garzón recordó al mundo los delitos de Pinochet. No sé si esto alcanza para salvar a la justicia, pero sí deja a salvo la moral», manifestó el autor de «El nombre de la rosa».
Otro que dio su opinión fue el portugués José Saramago, quien expresó que el arresto del ex dictador «nos anima a pensar que la justicia histórica ha comenzado en nuestro presente».
Más enfático fue el argentino Ernesto Sábato, quien afirmó, rotundo: «Augusto Pinochet es un monstruo».
Desde Francia, su primer ministro en ese entonces, Lionel Jospin, entregó una sentida declaración: «Para un hombre como yo, que ha acogido y ayudado tanto a los demócratas chilenos en el exilio, que ha compartido sus sufrimientos, su integración, los anhelos de justicia, esta es una noticia feliz y justa».
En la prensa, el diario español El País puso la detención de Pinochet como un precedente para otros tiranos: «Un magnífico aviso para otros dictadores que también se han amparado en la impunidad», consignó en sus páginas.
En Italia, en tanto, Il Manifesto entregó su opinión en una sola palabra: «Gracias», mientras que La Stampa de Milán tituló la noticia bautizando a Pinochet como «El Funeralísimo». Por su parte, el diario La Reppublica presentó el hecho como «El castigo de la historia».
Asimismo, en ese tiempo, la revista satírica francesa Charlie Hebdo dedicó varias de sus ediciones a Pinochet, destacando una donde se muestra al dictador devorando cuerpos humanos, con la leyenda: «Especial Pinochet: En Chile no se mueve una hoja sin que yo lo sepa».
Finalmente, desde Chile, el escritor Volodia Teitelboim, quien apuntó estas y otras reacciones en su libro «La gran guerra de Chile y otra que nunca existió», explicaba por qué Pinochet se había convertido en un personaje tan odiado por todo el mundo:
‘Pinochet se ha convertido ante la conciencia mundial en una figura emblemática del dictador inmisericorde. También en material de estudio de la psiquiatría criminalista, que analiza la raíz de las conductas inhumanas, el caso clínico de un hombre, insignificante de por sí, que a través del asalto al poder se constituyó en el mayor supresor de vidas humanas en la memoria histórica de Chile’.
[Continuará]
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