Por Leopoldo Lavín Mujica
En un país donde se respira un aire de crisis de la institucionalidad política, el tema es irrelevante a los ojos de las castas con poder. Bastó con que la BBC en una entrevista -con su reputación de objetividad mediática- le preguntara a Gabriel Boric, Presidente de un país latinoamericano considerado el paradigma del neoliberalismo y de la desigualdad social, qué opinaba de la declaración de Andrés Velasco, Decano de la Escuela de Políticas Públicas de la London School of Economics and Political Science, para que la respuesta de Boric sobre el capitalismo generara una serie de opiniones de expertos economistas y opinólogos cuál más insípida que la otra.
Velasco, un político de derecha, según los parámetros europeos, había declarado que Boric “debería entender que los chilenos no quieren derrocar el capitalismo, sino que quieren arreglarlo”.
“No estoy de acuerdo con Velasco”, contestó Boric. “¿Hay una parte de usted que quiere derrocar el capitalismo?”, apuntó el entrevistador. “Parte de mí”, afirmó. “Creo firmemente que el capitalismo no es la mejor manera de resolver nuestros problemas en la sociedad”, cerró el joven estadista, ex líder estudiantil y militante de Convergencia Social.
Todos los comentarios sobre las ideas de Boric tenían en común el negacionismo total de lo que el mismo Biden nombra la “amenaza existencial”, en otras palabras, aquello denominado eufemísticamente el “desajuste climático”.
Tanto P. Navia, D. Matamala y Sebastián Edwards quisieron darle cátedra al militante de CS. Todos de acuerdo en que sin el capitalismo las sociedades no pueden vivir. Y, por supuesto, un consenso absoluto entre ellos en lo que es una profesión de fe. Un negacionismo intelectual con respecto al estrecho vínculo entre la aguda crisis climática y la consiguiente pérdida vertiginosa de la biodiversidad, con el desarrollo del capitalismo desde fines del siglo XIX. Un impensable que linda en el oscurantismo de las derechas ultras.
Ni se les ocurre que es una falta flagrante a la misma racionalidad intelectual (ni siquiera la de Marx, quedémonos en la crítica al estilo de Kant) de Occidente omitir hablar de lo que hoy es la crisis climática actual y al mismo tiempo no explicitar que la llamada “transición energética” hacia otras tecnologías sustentables en el contexto donde mandan los mercados capitalistas, tan declamada, es un fracaso absoluto (1).
Es decir, la Tierra se seguirá calentando producto del efecto invernadero puesto que las emisiones de Carbono no han disminuido significativamente, sino que más bien aumentan. En Chile, por supuesto, la ministra de Medio Ambiente Maisa Rojas, mutis por el foro.
Y sin embargo, todos dispuestos, como los comentaristas de los dichos de Boric, a declarar su fe absoluta en el dogma capitalista y en el crecimiento ilimitado sin siquiera establecer nexos entre su forma actual y la catástrofe que viene.
A estos intelectuales orgánicos del capital sólo les interesa pontificar para el gozo inmediato del lobby empresarial chileno. Este, ni pagar tributos de manera progresiva acepta. Al contrario de lo que las democracias prósperas preocupadas por cierta paz social todavía hacen: obligar tributar de manera progresiva y gravar a la industria y a los inmensos patrimonios acumulados.
La cuestión, según estos intelectuales y periodistas “que saben”, es que no hay proyecto alternativo al capitalismo. Es lo único que atinan repetir. Nada nuevo desde que Pinochet dijo que “había que cuidar a los ricos”. Para los más “progres”, solo queda intentar que el Estado sea de “derechos y social”, es decir que satisfaga algunas necesidades o derechos fundamentales… y ni esto tampoco en Chile.
Estas maneras de razonar no desmienten per se el hecho de que una salida de la lógica destructora del capitalismo es urgente.
Queda la idea de refundar un país. Aquí Boric se pliega a los deseos de los opinólogos del main stream al rechazar que un país o una sociedad pueda construirse sobre nuevas bases, que es lo que significa refundar.
Nadie puede estar en desacuerdo en que esto significa convencer a las famosas grandes mayorías, pero en este Gobierno falta la voluntad de hacerlo. Ni siquiera -por temor a ser calificados de “totalitarios” por las extremas derechas y por las blancas palomas del periodismo obsecuente- se atreven a utilizar los enormes recursos estatales mal gastados, para educar y convencer sobre un problema real.
Lo máximo que puede hacerse es desacoplar el neoliberalismo del capitalismo, agrega la intelligentsia mediática con aires catedráticos. Pues, este último -el modelo basado en la ganancia inmediata y las inversiones sin precaución- (esto no lo dicen, pero lo reafirman tácitamente), sería el motor del progreso y del crecimiento. Así como aún, sostienen, que es en los mercados capitalistas el ámbito en el que se despliega la libertad humana. Alienada por supuesto.
Son estos postulados dogmáticos los que posibilitan y darían sentido al esfuerzo individual, que se traduce materialmente en la posesión garantizada por el derecho de propiedad sin límites (en los Estados de Derecho el orden y el derecho de propiedad van juntos, y la declaración de guerra a los pueblos a la Piñera algo natural para defenderlos). Estas ideas de las elites estadounidenses y europeas de la primera mitad del siglo XIX son un obstáculo a la supervivencia de las sociedades humanas.
Cambiar de paradigma por mucho que parezca una Utopía: Decrecer
Ahora bien, esto es histórico, y ha durado mucho. Y su continuidad, el problema de la propiedad privada sobre bienes que durante largos períodos fueron comunes, surge en un momento determinado y en un contexto de relaciones de fuerza de poder e ideológicas.
Este momento de dominación de la ideología propietarista (Thomas Piketty, 2019) dura siglos. Coincide con el momento en que las tecnologías inventadas echaron mano de las energías fósiles (carbón, petróleo). Que como hoy se sabe tiraron Carbono en exceso en la atmósfera y generaron el “efecto invernadero”.
El Secretario General de la ONU Antonio Guterres acaba de declarar: “El aire es irrespirable, el calor es insostenible. Los niveles de ganancias de las energías fósiles y la inacción climática son inaceptables”. Pero, los trogloditas de la derecha fascistoide en Chile como si nada; esperando la llegada del Mesías o queriendo comprarse un pasaje a un planeta B en un viaje organizado por Elon Musk y su tribu post humanista.
Si la evidencia científica está en los documentos que comprueban la necesidad urgente de cambiar, de modo de producir menos (de decrecer), y de consumir y de vivir con sobriedad; la empírico-sensible también. Es decir, la vida en nuestros cuerpos a través de los sentidos; garganta, ojos, piel. La toma de consciencia es lo que falta y el paso a la acción. Tomarse en serio que ya no se puede crecer a la capitalista pues la injusticia climática es el horizonte cercano (los ricos tendrán los medios de protegerse y los pobres en recursos serán los grandes perjudicados).
Lo dicen a medias editoriales de medios que como el flemático vespertino francés Le Monde no podemos sospechar sean de izquierdas. Por ende, entonces, hay que salir de, o superar el capitalismo. En el caso contrario, estamos condenados a la catástrofe civilizatoria.
Al menos Gabriel Boric lanza el debate que debería ser retomado de manera seria. ¿Por qué este Gobierno, con importante presencia comunista, de nuevas izquierdas y de la socialista, supuestamente sensibles al tema de la crisis ecológica y a la justicia climática, no convoca a un gran foro a realizarse en Chile a expertos y expertas sobre el tema del cambio climático y a las salidas o superación del capitalismo?
El temor en sectores de la izquierda académica es que las grandes burguesías propietarias prefieran adoptar regímenes dictatoriales fascistoides para conjurar la catástrofe climática. Y que lo hagan no para protegernos, sino que para salvaguardar el gozo inmediato y el poder que a sus amos y sostenedores le procuran sus inmensas riquezas.
Por Leopoldo Lavín Mujica
(1) Es la tesis del historiador del clima, investigador y autor francés Jean-Baptiste Fressoz en sus libros como “El Apocalipsis feliz. Una historia del riesgo tecnológico” (aquí un comentario).
Foto Portada: David Canales
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