Por Katherine Campos Knothe, Investigadora CIGIDEN
Desde los enfoques socioculturales en los estudios sobre desastres, se ha identificado que las personas en situación de pobreza suelen ubicarse en zonas más expuestas a riesgos. Por lo anterior, quienes habitan en condiciones de precariedad serían especialmente vulnerables al riesgo de desastres, ya que se asientan en condiciones de habitabilidad inseguras o inadecuadas en la ciudad.
En los eventos más recientes ocurridos en Chile, los campamentos han sido duramente golpeados. Recordemos que, en los incendios de Valparaíso de 2014, dos mil habitantes de campamentos perdieron sus viviendas; y en los aluviones que afectaron a la Región de Atacama, en 2015, el Campamento Raúl Silva Henríquez en la comuna de Tierra Amarilla resultó totalmente destruido.
Así también en la cotidianidad de la vida en campamentos, los habitantes perciben diferentes amenazas con las que deben lidiar, como plagas, desbordes de cursos de agua, deslizamientos de tierra, entre otros, identificados por el informe titulado “Exposición a amenazas y vulnerabilidad: La continua emergencia en los campamentos en Chile. Parte 1” elaborado por TECHO-Chile en colaboración con el Centro para la Gestión Integrada del Riesgo de Desastres (CIGIDEN).
Estos hechos nos hablan de la susceptibilidad de los campamentos a sufrir un impacto negativo ante un evento natural o antrópico. Pero, ¿de dónde proviene esa susceptibilidad? ¿Es el principal factor el emplazamiento en zonas de riesgo o cercano a ellas? Desde la consideración de que los desastres no son naturales, sino que “socialmente construidos”, pues su impacto negativo está en directa relación con las divisiones sociales existentes en una sociedad, es posible consignar que los factores de riesgo de los campamentos no solo se relacionan con el suelo que ocupan en la ciudad, sino que también, con las condiciones socio materiales en las que se desarrollan sus vidas. En este sentido, en los campamentos el desastre no es solo un evento que puede remecer la vida cada cierto tiempo. El desastre se gesta desde la cotidianidad: cuando no pasa el camión aljibe, cuando no hay con qué “parar la olla”, cuando una leve lluvia se cuela por las rendijas de la vivienda.
En síntesis, la situación de los habitantes de campamentos permite establecer que viven en permanente emergencia y un evento natural o antrópico sólo agrava una condición de vida precaria que ya existía previamente. La persistencia y aumento del problema de los campamentos en Chile es un llamado de atención, pues según el Catastro de Campamentos 2020-2021 de TECHO-Chile y Fundación Vivienda hoy alcanza una cifra de 969 asentamientos y 81.643 familias, lo que implica un aumento de un 73.52% en la cantidad de familias, en contraste con las cifras del Catastro MINVU 2019.
El engrosamiento del segmento de población viviendo en campamentos nos debe recordar que hay personas viviendo en una continua emergencia y se hace urgente que la política pública aborde los factores estructurales que producen la campamentación, para así reducir de forma efectiva el riesgo al que están expuestos. Mientras no “nivelemos la cancha” en nuestra sociedad, seguiremos construyendo día a día las condiciones para que un desastre se desate.
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