Somos prehistoria que tendrá el futuro
Ver a los milicos en medio de las protestas jugando a la pelota o bailando cueca o levantando una bandera me parece un gesto insuperable para decirle a la clase política que Chile está cambiando. Y aún cuando nos cueste creerle a los milicos, y por supuesto siempre miremos de reojo cualquier gesto de humanidad que tengan respecto del pueblo, al menos sabemos que lo cierto es que esas imágenes se viralizaron y se sumaron al tufillo social que dice que Chile está cambiando.
Soy solo un niño que no tiene identidad
Somos los pendejos que crecimos escuchando el Baile de los que sobran durante los ochentas, y somos también los que vimos llegar a la Concertación durante los noventas vestidos con el disfraz de izquierda y con las promesas de crecimiento e igualdad que les quedaron como poncho. Somos los pelotudos que defendimos voto a voto durante los últimos 30 años la misma democracia que nos pasó por encima, y somos también los que dejamos de votar cuando pudimos dejar de hacerlo porque creímos, erróneamente, que la abstinencia era una forma pacífica de hacer la contra. Así de estúpidos fuimos. Lamentablemente ahora sabemos que todo lo que hicimos durante los últimos cuarenta años solo nos sirvió para tener en La Moneda una fila larga de políticos corruptos, instituciones infecciosas, empresas saqueadoras y, como pueblo, solo nos sirvió para dividirnos en bandos de ganadores o perdedores; de culpables o inocentes; de Plaza Italia para arriba o para abajo… y en realidad solo fuimos un piño de gente dormida que de repente y a punta de cacerolazos nos dimos cuenta que en realidad siempre hemos sido “los nietos de los obreros que nunca pudisteis matar” como dice la canción.
Tantos años nos repitieron la frase weona de «usted no opine porque usted no lo vivió» que terminamos por hacerles caso para escribir nuestra propia historia a partir de nuestros propios recuerdos y nuestras propias búsquedas documentales. Y con la llegada de la tecnología ya nunca más tuvimos que leer una y otra vez los libros racistas del colegio y pudimos al fin mirar la historia con libertad y con los ojos llenos de todo aquello que nunca vimos en la tele o en las clases de historia.
Quizá por eso es que hoy esos milicos jóvenes no se tragan tan rápido la idea de que estamos en guerra. Y saben que esa bandera que defienden no es la bandera de los empresarios ni tampoco es la bandera de la mayor parte de los políticos añejos y mentirosos.
A otros dieron de verdad esa cosa llamada educación
Yo nací el 79, en una comuna donde respirábamos la tranquilidad falsa que nos proveían los milicos que, como rondines, aseguraban la propiedad privada de todos los que vivíamos más arriba de la escuela militar, y viví una infancia que no supo jamás de torturas o enfrentamientos. Y tuve que aprender en el colegio la historia racista y clasista y pichulienta que nos metían por los ojos, y en la universidad al fin pude conocer la verdadera historia de Chile a punta de canciones prohibidas y de panfletos arrugados. De adulto supe la «verdad verdadera» que cantaba Víctor Jara, y en la calle y en las tomas y en las huelgas supe de la patada policial que chutea a la gente en las poblaciones desde hace 40 años.
Hoy en día la gente cambió sin que la concertación o la derecha pudieran hacer algo al respecto. Y quizá por eso es que uno ve milicos millenial chuteando pelotas y no cabezas en una marcha en cualquier parte. Porque ellos y nosotros ya no hablamos desde esa herida porque «no la vivimos y no tenemos derecho a opinar». Sin embargo escribimos desde esa otra herida que nos dice que así como tuvimos acceso a la verdad hoy tenemos la posibilidad de no volver a repetirla.
Hoy estamos sentados en medio de una bisagra histórica y no sabemos si esto se va a la mierda y terminamos todos muertos o, como queremos la mayoría, esto cambia y ya nunca más veremos políticos de mierda que se van a morir de viejos al congreso; ni veremos milicos abusivos que para lo único que han servido hasta el momento es para sacarte los partes si eres cuico, o para abusarte si eres pobre.
Aferrémonos a la idea hermosa (y medio weona y hasta hippie) de que esta rebeldía sea el comienzo de algo nuevo. Y salgamos a votar en las próximas elecciones pa que no gane Lavín que se ríe falsamente mientras siente en el alma el apretón del cilicio que le dejaron puesto los Chicago Boys. Y salgamos a votar para que la izquierda no nos meta nunca más la verga arrugada en el ojo como lo hicieron hasta ahora. Y salgamos a votar para que el frente amplio no nos convenza de que la política se aprende haciendo, igual como quien hace manualidades con goma eva un domingo en la comodidad de su Bungallow. Y también salgamos a votar para que aprendamos a mirarnos a los ojos, a encontrarnos en la calle y de paso, dejemos de matarnos entre nosotros por pelotueces, y dividiéndonos por ser del Colo o de la U o por usar IOS o Android, porque esos polos opuestos solo le han servido a los que venden seguros de vida o alarmas de auto. Y olvidémonos de seguir aguantando que los empresarios (todos los dueños de empresa, desde el que tiene más plata hasta el más picante) nos engañen con el sueldo y el contrato y todas las leyes que nunca han respetado a la hora de ponernos a trabajar para su beneficio.
Adiós carnaval, adiós Sebastián
No quiero que las decenas de muertos sigan sumando gente. Y que los globos oculares los sigan sacando a balazos y culatazos como lo vemos hoy por redes sociales. No quiero saber que atropellen y muelan a lumazos a la gente. Ni quiero seguir viendo a la prensa haciendo el ridículo en vivo. No quiero que esto que escribo parezca una carta weona de apoyo a los milicos, solo quiero sumarme a la idea (que a esta altura es como un unicornio con zapatillas) de que Chile puede cambiar un poco.
A veces la revolución más pulenta uno la hace precisamente luchando con lo puesto. Y así como hoy se ve que algunos pacos y algunos milicos se dan vuelta, y le dan la cara y no la espalda a la gente, nosotros podemos darnos la vuelta y mostrarle la raja a la clase política que escribió una historia que solo ha beneficiado a una manga de mentirosos que con la promesa de ayudarnos nos vendieron desde la dignidad hasta el agua, y nosotros les creímos. Pero ya no más.
Canción de lejos
Yo me vine a vivir a la conchesumadre al sur de Chile para estar lejos del smog y de los tacos y de las cuentas de luz y de los arriendos de mierda y de los portonazos y de ese Metro horrible y de las viejas copuchentas. Sin embargo ahora me gustaría estar allá, en Santiago o en Valpo, peleando, sacando fotos, caminando, haciendo bulto. Nunca había tenido ganas de volver ni por media hora pero ahora se me hace urgente. Porque acá no pasa nada, no tenemos ni políticos ni alcaldes ni concejales ni instituciones ni nada que funcione como la gente, pero da lo mismo porque no pasa nada, con cueva hay 4 pacos que dan ganas de protegerlos de pollos que son. Y quizá por eso mismo es que dan ganas de estar en otra parte, donde uno pueda ver de cerca el cambio social, empaparse con lacrimógenas como antes, y gritar hasta quedar pálido para ver si eso en algo suma. Lo bueno es que sé que ese sentimiento es el sentimiento de muchos que, no solo desde las grandes ciudades sino también desde las pequeñas localidades rurales como la mía, se han levantado para decir que Chile entero se movilizó para parar el abuso.
Un día de octubre a clases no llegó
No sé cómo terminar de escribir esto sin oír de fondo (y por televisión) un montón de ollas y balazos sonando al mismo tiempo. No sé cómo sonar medianamente consecuente sabiendo que desde la ruralidad no tengo más desabastecimiento que el de los huevos de campo de la gallina que no cumplió su cuota. Lo cierto es que cuesta imaginar soluciones o palabras rigurosas a la hora de tratar de hablar bonito.
Sin embargo me quedo con una sensación amable y terrible, que es la misma que tengo cada día cuando hablo con mis hijos, y que tiene que ver un poco con saber que, más allá de todo el miedo y el odio que nos metieron por 40 años, Chile, en este Octubre glorioso, gracias a esos estudiantes que como siempre son los primeros en dar la cara haciendo la cimarra fantástica de la revolución, nuestro mundo, cambió un poquito. Que esta primavera será recordada como el tiempo en que los ciudadanos se tomaron las calles para cambiar la historia, porque sabemos que pase lo que pase en realidad todo nos importa una mierda, porque ya no podemos dar pie atrás en esta revuelta. Y sabemos que aunque terminemos siendo pobres o ilusos o veganos vamos a estar mejor de lo que estábamos ayer. Y eso es la raja. Gracias a ti por salir a marchar. Gracias a todos por escribir no con sangre sino con tinta nueva la historia de nuestro país.
Aguante!
Por Arturo Ledezma