En mayo de 2021, los investigadoras e investigadores del Observatorio de la Costa y Cigiden, junto a desarrolladores de la agencia digital La Roma, presentaron una aplicación que permite acceder a información sobre las zonas de inundación en las zonas costeras de la Región de Valparaíso en caso de tsunami.
La herramienta utiliza la georeferenciación y el GPS del dispositivo móvil, y ocupa como fuente los datos provenientes de la plataforma Geohub Litoral. La idea original es de la directora del Observatorio de la Costa e investigadora principal de Cigiden, Carolina Martínez, quien explicó que se buscó desarrollar una aplicación con visores de mapas que puedan mostrar las zonas específicas que podrían verse afectadas ante la amenaza de tsunami.
Dentro del proyecto, un aspecto que llama la atención es la inclusión, dentro del mapeo, de aquellos puntos de la región donde hay un conflicto ambiental, los cuales tienen links que llevan a noticias o información legal relativa a cada problemática, para que los usuarios de la aplicación puedan informarse.
¿Por qué se incluyó a los conflictos ambientales en el mapa de riesgo de desastre? Explica Carolina Martínez: «El riesgo de desastre está muy vinculado a la protección de los recursos naturales y culturales que tiene la zona costera. Si hay una alteración o pérdida de ese patrimonio, las comunidades pierden formas de mitigación natural».
La investigadora agrega que esto sucede, por ejemplo, «cuando se reduce la superficie de un humedal, o si se pierde o se rellena, si hay una playa que está erosionando o hay extracción de arena en las campos dunares».
«Se trata de ambientes que las comunidades hoy en día están poniendo en mucho valor, y son temas que a nosotros como Centro nos interesa destacar y en este caso, mapear y poner a disposición de las comunidades, también como una manera de motivar la identidad territorial y el apoyo para proyectos colaborativos que se orienten a la protección de la zona costera», indica.
En ese sentido, para la experta, «cualquier pérdida de ese patrimonio en la costa va a incidir directamente en los niveles de vulnerabilidad y disposición que tenemos cuando hay afectaciones por amenazas naturales, y sabemos la recurrencia histórica que tenemos en Chile, con terremotos violentos y de alta magnitud. De alguna manera, la afectación es mayor cuando hay un deterioro de los ecosistemas marino-costeros».
La académica sostiene que este deterioro ocurre «porque se pierden servicios ecosistémicos, que son elementos fundamentales para mitigar amenazas naturales. El perder un campo dunar, un humedal, una playa, involucra inmediatamente perder recursos como el agua y otros que son de sobrevivencia para la vida humana».
«En el caso de los humedales, se trata de fuentes de agua donde las comunidades acuden en caso de desastre y mitigan mucho el proceso de la emergencia y ayuda también a la restauración emocional, porque cuando sucede la emergencia y sobreviene el estrés postraumático, con estas áreas verdes o sectores donde hay una belleza escénica de alta valoración, que es parte de su patrimonio, las comunidades se recuperan mucho más rápido», añade Martínez.
Soluciones basadas en la naturaleza y participación ciudadana
En este punto, la investigadora de Cigiden explica que hay un proceso de protección desde lo natural «que se compara a las soluciones basadas en la naturaleza que hoy día tanto se hablan para mitigar el cambio climático. En ese sentido, cuando están presentes estos ecosistemas en buena salud, en buen estado de conservación, porque la comunidad los ha protegido o porque los municipios se han encargado de protegerlos mediante ordenanzas u otros mecanismos, son elementos que forman parte de estas soluciones basadas en la naturaleza».
Así, la preservación de estos espacios naturales protegen a las comunidades costeras contra el oleaje extremo y los grandes tsunamis. Por ello, cuenta Carolina Martínez, «en otros lugares, cuando estos ecosistemas se pierden, hay que restaurarlos, volver a crearlos, pero no alcanzan a tener la misma diversidad biológica que los caracteriza en condiciones más naturales».
Otro punto importante tiene que ver con la participación ciudadana. Para Martínez, constituye «un elemento clave», incluyendo los lazos que se dan entre los actores sociales dentro de un territorio, en este caso, costero.
«La confianza en los líderes locales, las relaciones de reciprocidad en objetivos comunes y actividades de colaboración, eleva la resiliencia social y reduce mucho la vulnerabilidad desde lo organizacional. Eso nos interesa potenciar como centro, tomando ciertas problemáticas que se relacionan con la reducción de las consecuencias negativas que tienen los desastres, desde lo más interno del tejido social, por eso el mapa y la aplicación se hizo trabajando mucho con las comunidades, representadas a través de los comités ambientales comunales», destaca.
El lazo con los territorios viene fortaleciéndose de hace algunos años, detalla la académica: «Cigiden es parte del Observatorio de la Costa y venimos hace tiempo realizando un trabajo mancomunado con las comunidades del litoral central, y ahora con otras comunidades de Coquimbo y El Maule, tratando de potenciar la participación a través de unos Núcleos Territoriales, que es nuestra manera de descentralizar la información y de transferir la ciencia que las comunidades locales necesitan».
El primer Núcleo con el que se trabajó fue el de la zona del litoral central: Cartagena, Algarrobo, El Tabo y El Quisco. Allí, cuenta la investigadora, existe una alianza muy estrecha de estos cuatro comités ambientales, «que tienen problemas comunes, por ejemplo, la degradación de sus ecosistemas por parte del crecimiento urbano, la oferta inmobiliaria que siempre está incidiendo en la alteración del paisaje, los problemas de contaminación en sus bahías y el problema del acceso al agua».
Asimismo, existen en el territorio defensas ambientales emblemáticas: «En Algarrobo por el caso de la mortandad de pingüinos, los rellenos en los humedales en San Alfonso del Mar, El Membrillo y El Lleco, y en muchas otras quebradas y pequeños humedales que tiene Algarrobo, y lo mismo pasa en Cartagena, sobre todo por la tremenda urbanización que tienen sus campos dunares y playa».
«Y lo mismo pasa en El Tabo y El Quisco, entonces ahí hay una cohesión entre comités ambientales que tienen como objetivo común la protección de la zona costera, y a la vez son áreas que están muy intensamente vulnerables a grandes desastres, porque la urbanización, que es similar en ellas, genera mucha exposición de vidas humanas ante un desastre», concluyó la experta.
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