Por Katu Arkonada
El comercio mundial, que en las últimas décadas representaba el doble del PIB mundial, se ha visto disminuido 6 veces, colocándose al nivel del PIB mundial actual, que a su vez se ha reducido a un tercio del monto total. En América Latina por ejemplo, y según Naciones Unidas, el PIB pasará de 6,5% de 2021, al 2,2% en 2022.
La inflación, que la pandemia había duplicado en los países de la OCDE llegando al 3.7% en 2021, se ha disparado en 2022 con una previsión del 8.5%, empobreciendo a los pobres frente a unos ricos cada vez más ricos, al mismo tiempo que los sectores energético, financiero, farmacéutico y alimentario duplican sus ganancias.
Además de Chile, laboratorio neoliberal por excelencia y donde la crisis política y económica es notoria, los dos principales estandartes neoliberales, el Reino Unido del Brexit y Estados Unidos de Wall Street y el complejo industrial-militar, agravan también sus propias crisis internas, que por su importancia geopolítica, expresan la crisis de todo Occidente.
Quien mejor representa esta crisis son unos Estados Unidos herencia de Trump. El libre mercado agoniza en el país de las barras y estrellas, que acaba de aprobar el programa chips y ciencia, un subsidio de 50 mil millones de dólares para la industria de los conductores con la intención de competir con los chips chinos, al mismo tiempo que sube sus tasas de interés y beneficia a sus bonos frente a los europeos.
El neoliberalismo por tanto, como forma de acumulación capitalista y dominación político-cultural, comienza a llegar a su fin, que enlaza en paralelo con el fin de la hegemonía militar estadounidense, que comienza una fase de dominación mucho más violenta y peligrosa.
Frente a ese imperialismo estadounidense en decadencia, emergen nuevos polos geopolíticos, articulados en los BRICS (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica) o en su ampliación BRICS+ que cuenta con economías muy importantes como Argentina, Nigeria o Arabia Saudí, entre otras.
La reciente reunión (julio 2022) de Teherán entre Irán, Rusia y Turquía, países claves en la derrota estadounidense en el tablero sirio, es otra de las aristas del nuevo mapa geopolítico.
Una mirada a América Latina y el Caribe
Pero en ese interregno entre un orden neoliberal que va muriendo y un nuevo mundo donde las mayorías sociales reclaman cambio, a veces sin ninguna claridad ideológica, van surgiendo dos extremos de un mismo tablero, los nuevos progresismos, y los post fascismos, que en América Latina podemos representar en un gobierno de Boric en Chile que comienza, y un gobierno de Bolsonaro próximo a su fin.
Y aunque algunos autores hablan de un momento actual atravesado por un segundo ciclo progresista, prefiero pensar el orden neoliberal que agoniza como momento histórico con 5 hitos:
-Los años 90 con un solo gobierno de izquierda en todo el continente, el de la Revolución Cubana, y un Foro de Sao Paulo como espacio de esperanza para la articulación de las viejas izquierdas que sobrevivieron a la caída del Muro de Berlín y la implosión de la Unión Soviética.
-Primera oleada progresista, la década ganada entre 1999 y 2009, con un prodigio político, una casualidad histórica llamada Chávez que se unía a Fidel Castro, y era secundada por Lula y Néstor Kirchner primero, y Evo Morales y Rafael Correa después, entre otros. Las asambleas constituyentes o la derrota del imperialismo comercial en forma de ALCA, son algunos de los principales logros de este periodo.
-La contraofensiva conservadora que comienza con un golpe de Estado clásico contra Mel Zelaya en Honduras (2009), sigue con golpes parlamentarios contra Fernando Lugo en Paraguay (2012) y Dilma Rousseff (2016) y la primera victoria de la derecha en las urnas contra un gobierno progresista en Argentina (2015).
-La oleada de movilizaciones pre pandemia que puso en llamas a América Latina, de Haití a Chile, pasando por Ecuador y Colombia. El eje nuclear en todos los países era claramente la impugnación del modelo neoliberal.
-Las victorias electorales de fuerzas progresistas en México (2018), Argentina (2019), Perú, Chile y Honduras (2021) y Colombia (2022).
Este último hito del fin del orden neoliberal tal y como lo conocemos, con una segunda oleada de gobiernos progresistas con diferentes características al primer ciclo, mucho más moderado, menos audaz que el primero (no por nada nos faltan Fidel Castro y Hugo Chávez, arquitectos del cambio de época en América Latina y el Caribe), hace necesario que examinemos uno por uno cada proceso, que podemos agruparlos en 4 diferentes espacios políticos:
-Los países que no avanzan.
Perú: Por desgracia, la democracia no ya imperfecta, sino obscenamente antidemocrática peruana, mantiene desde el congreso y las élites económicas de Lima un absoluto bloqueo al gobierno de Pedro Castillo.
Chile: En el caso chileno, la etapa de movilizaciones destituyentes dio una ventana de oportunidad al gobierno de centro-izquierda de Gabriel Boric que acaba de ser de nuevo impugnada con el rechazo en el plebiscito de la nueva Constitución. Las movilizaciones y el proceso destituyente continúan, pero no parece avizorarse un rayo de luz constituyente. Y el gobierno retrocede incorporando al establishment de la ex Concertación.
Argentina: El atentado contra Cristina, fuese para matarla o para mandarle un mensaje y asustarla ante su próximo juicio y las decisiones políticas que tiene que tomar la principal conductora del espacio nacional-popular, el acuerdo con el FMI y el protagonismo de Massa, así como la cada vez mayor injerencia de los servicios de inteligencia de Estados Unidos e Israel en la política interna, hacen más que posible la victoria de la oposición en 2023, bien esté esta representada en el ala más moderada de Larreta, más a la derecha de Macri, o en los halcones representados por Patricia Bullrich.
-Países en transición.
Honduras: Tras derrotar un golpe de Estado en las urnas después de 11 años, y a pesar de ser un país pequeño, con altos niveles de pobreza y la mayor base estadounidense de Centroamérica, la valentía y determinación del pueblo hondureño que encarna su Presidenta Xiomara Castro, posibilitan ser optimistas de cara al futuro en la patria de Morazán.
Colombia: Al igual que Xiomara, la llegada de Gustavo Petro con una agenda muy clara, justicia social (en forma de reforma fiscal), justicia ambiental y paz, llena de esperanza al continente, a falta de ver cuanto le permiten avanzar la burguesía que gobernó la patria de Gaitán durante 100 años, y los Estados Unidos con sus 7 bases militares.
México: A pesar de que los niveles de pobreza aumentan y la violencia no termina de reducirse, fruto de un Estado no fallido, sino perfectamente diseñado al servicio del capital y de la doctrina del shock, un Estado que López Obrador no está pudiendo transformar para construir algo nuevo, el sexenio prácticamente terminó y ya se encuentra metido en la disputa por la sucesión presidencial en 2024.
-Países que dan esperanza.
En este apartado solo podemos categorizar a Bolivia, que después de derrotar a un golpe de Estado en las urnas en el plazo de un año, ha conseguido salvar los efectos adversos de la pandemia y planea un crecimiento económico para este 2022 del 5%, por encima del 4% previsto para China, con tan solo una inflación del 3.3%.
El poder dual que implica el gobierno encabezado por Luis Arce Catacora, ex Ministro de Economía de un Evo Morales que es el líder histórico del proceso y presidente del MAS-IPSP (Movimiento Al Socialismo – Instrumento Político para la Soberanía de los Pueblos) solo puede resolverse por medio de un acuerdo entre Arce y Evo que dé la victoria de nuevo en 2025 a las fuerzas populares.
-Países en los márgenes.
En este apartado colocamos a la Revolución Cubana y a la Revolución Bolivariana, a las que no podemos medir con los mismos parámetros que al resto de países del continente, debido al bloqueo económico y comercial que soportan, fruto del asedio permanente del imperialismo estadounidense, asedio que hace que su mera continuidad y persistencia en el tiempo sea, en sí misma, una victoria.
Certidumbre táctica en medio de una incertidumbre estratégica
Debido a que cuando ya teníamos las respuestas nos cambiaron las preguntas, se hace necesario empezar a pensar colectivamente en cuáles son los horizontes para la transformación en Nuestra América.
En primer lugar, es necesaria la claridad táctica que implica que nos gusten más o menos, los consideremos más a la izquierda o menos, no podemos perder ninguno de los gobiernos progresistas, de izquierda o nacional-populares, que ya tenemos.
La gente en las calles está demandando cambio, y es necesario que nuestros gobiernos den un cambio real, sin cinismo ni simulaciones, pues si no, lo que viene después del natural desencanto, es el post fascismo que ya estamos viendo de cerca.
Tampoco podemos tener gobiernos que anulen, o peor, como en Chile, repriman las manifestaciones populares. Debemos alentar la protesta, la crítica, la autocrítica, y no tener intelectuales serviles al régimen, aunque este sea progresista.
Toda crisis debe ser una oportunidad para empujar las luchas desde abajo que en algún momento se puedan transformar en luchas desde arriba, al más puro estilo leninista. Lucha institucional, lucha de masas y lucha ideológica, ninguna puede caminar por si sola sin las otras dos, o nos vamos a encontrar con frankensteins progresistas que derivan en derrotas populares y un retroceso en los procesos de transformación social.
Y en lo concreto, el continente entero necesita la derrota del fascismo brasileiro y de esa anomalía llamada Bolsonaro, con una victoria de Lula en octubre, para que los 3 países latinoamericanos del G20, las 3 principales economías de la región, se alineen en un eje de izquierda, que vuelva a impulsar la integración latinoamericana, en stand by tras la contraofensiva conservadora y la pandemia, y que necesita más que nunca una CELAC fuerte y a la ofensiva.