Por Ricardo Balladares / “Chile no merece” es la frase de moda en estos días. Para los señores y señoras del púlpito del poder, Chile no merece protestar, no merece una nueva Constitución, no merece un impuesto a los super ricos y, hasta hace poco, no merecía el retiro del 10% de la AFP.
Para variar, algunos que se decían amigos, han salido a vociferar, espantados, que Chile no se merece un candidato del Partido Comunista en la elección presidencial.
El anuncio de la tienda comunista de llevar una candidatura presidencial y la posibilidad que Daniel Jadue sea el abanderado, generaron una tormenta de declaraciones entre representantes políticos de un sector de la oposición que sorprende, no solo por su presteza, sino por el nivel de fobia referida. Aquel temor intenso e irracional, casi enfermizo, solo puede ser explicado por la posibilidad manifiesta que tiene Daniel Jadue de representar mayoritariamente las aspiraciones y expectativas del pueblo de Chile en la próxima contienda por La Moneda.
No cabe duda que -en complicidad con las empresas de comunicación- intentaran convencernos de no poder, de no atrevernos y de no merecerlo. Resulta muy evidente la concertación entre los representantes de la vieja política por imponer un relato cuya trastienda no es más que la voluntad de querer sostener, de una forma u otra, la continuidad de una manera de hacer política basada en acuerdos por arriba, entre los mismos de siempre, de espalda al pueblo y, sobre todo, que no dispute la conducción política del poder económico del país.
Tampoco es casualidad que dichas declaraciones vengan del sector más cuestionado por la ciudadanía, debido a su rol como administradores de un modelo que hoy se crítica fuertemente y que tiene fecha de expiración. Un sector que carece de simpatía popular y de liderazgos nacionales con claro apoyo ciudadano para poder encarar la batalla presidencial con alguna posibilidad. El pueblo tiene memoria, no olvida y sabe la verdad.
Estos señores y señoras nos dirán que lo más conveniente para el país, su modelo de país, es volver a someternos a la política de los acuerdos construida entre ellos y solo por ellos. Una dinámica política carente de diálogo con la ciudadanía en la calle, el barrio y en la organización social. Se parapetarán discursivamente en la expresión electoral del tradicional 40% del padrón, pero sabemos que Chile cambió y que ese padrón puede tener tendencias completamente distintas si tan solo aumentara su participación en un 15%.
El mismo sector político que durante 30 años no quiso cambiar el modelo es el que hoy nos quiere indicar cual es el camino y la forma correcta para ser sociedad política. Que es lo que nos merecemos y lo que no. Para ellos, Chile sigue mereciendo una participación y reformas en la medida de lo posible. Un camino de medias tintas y de acuerdos en restaurantes con los grupos económicos y el poder transnacional. Nos quieren volver a imponer su verdad como si fuera la verdad nuestra.
En contra de sus argumentos está el puño de la historia. El Partido Comunista de Chile siempre ha tenido claro que una candidatura y un gobierno popular deben ser consecuencia de amplitud, equilibrios y diálogo como métodos para abrazar a todos. Históricamente los comunistas chilenos hemos bregado por el más amplio acuerdo entre fuerzas sociales y políticas, siempre valorando la democracia. Cuando hemos participado de gobiernos se ha hecho en el más amplio marco de alianzas y con el más profundo diálogo. Querer advertirnos de aquello u ofrecer la imagen de lo contrario solo puede terminar en un azote de cabeza contra la historia. Las experiencias del Frente Popular, la Unidad Popular y la Nueva Mayoría así lo comprueban.
La inclusión de un supuesto centro político-electoral y el diálogo no pueden ser excusas para el secuestro de la democracia electoral por los mismos de siempre, tampoco para hacernos los tontos respecto de que Chile se encuentra en una etapa de fuerte confrontación de intereses entre unos pocos que se benefician del modelo y las grandes mayorías abandonadas al mérito, el mercado y la suerte. Estamos ante una etapa en la que la posibilidad de conseguir derechos para el conjunto del pueblo chileno es tan real que no caben exclusiones, guerras verbales ni fobias políticas.
Así como el Partido Comunista de Chile tiene pleno derecho a levantar una candidatura presidencial, el pueblo de Chile se ha ganado el derecho a merecer una sana disputa electoral sin campañas del terror, sin fobias y sin caricaturas. Intentar hacerlo sería una afrenta al intelecto colectivo de la nación, el que demostró en 2019 ir por delante de la élite política.
Más vale asumir la contienda presidencial que se avecina con serenidad y sabiduría política entre los sectores de la oposición, pero sin dejar de lado que hay algo que ya está señalado y es que la próxima candidatura del sector tendrá el mandato de asumir que el capitalismo salvaje y la democracia secuestrada son pilares con los que hay que terminar, porque eso sí que Chile no merece.