Por Diego Ortolani
Esto que sigue no es un artículo sistemático, sino un compendio de reflexiones rescatadas de respuestas a preguntas de compañeros y compañeras de fuera de Chile, que llegaron en los días previos al Plebiscito. Fue escrito el sábado 24, pero al final lo acompaña una Posdata con una valoración de los resultados ya puestos (ambos textos publicados afuera). Les decía:
Contextos
Comoquiera que no es sencillo comprender el contexto y los significados de este Plebiscito, vamos viendo y empecemos por lo más simple. La papeleta del voto constaba de 2 preguntas. La primera era si el votante Aprueba o Rechaza que se redacte una Nueva Constitución (NC) para Chile. La Constitución vigente, si bien con una cantidad de reformas importantes (sobre todo en el Gobierno del “socialista” Ricardo Lagos, 2000-2006), es la llamada Constitución del 80, la constitución pinochetista pergeñada por un grupo de intelectuales orgánicos de la dictadura cívico-militar, comandados por Jaime Guzmán (fundador también del partido Unión Demócrata Independiente, la derecha más dura y defensora fundamental todos estos años del legado pinochetista). De manera que, simbólicamente, el resultado tiene una gran carga.
También, porque si es cierto que las reformas del período de Lagos eliminaron algunos de los llamados “enclaves autoritarios” de la Constitución del 80 (como los senadores designados y vitalicios, etc.), y luego durante el segundo gobierno Bachelet (2014-2017) se eliminó otro enclave autoritario remanente (el sistema electoral binominal, que sobre representaba a la derecha), la codificación del neoliberalismo radical en la Constitución vigente, en sus líneas maestras, permanece intacta.
Las demandas anti neoliberales que eclosionaron en un largo ciclo de luchas que se inició con la “revolución pingüina” del 2006 (inolvidable movimiento de estudiantes secundarios por la educación pública), chocaron una y otra vez con el cerrojo constitucional. Hubo un simulacro de proceso constituyente en el gobierno Bachelet 2, dado que el clamor ciudadano por una Asamblea Constituyente(AC) y una Nueva Constitución (NC) fue creciendo en las sucesivas estaciones de aquel largo ciclo de luchas, y de hecho esa fue una de las promesas fundamentales que legitimó el “Programa” y la elección misma de Bachelet 2 y su Nueva Mayoría. Pero no pasó de un simulacro.
Por todo esto AC y NC es una de las demandas fundamentales de la rebelión popular que estalló en el gran Octubre de 2019, imaginadas como inicio de un ciclo de transformaciones profundas que desmonten el neoliberalismo, permitan la recuperación de derechos sociales conculcados desde la dictadura (todos), y empezar a dibujar un nuevo horizonte de sociedad. Se comprendía mejor entonces el simbolismo del Apruebo y el Rechazo.
Deslegitimación
La segunda pregunta de la papeleta plebiscitaria era cual debe ser el órgano que delibere y redacte esa Nueva Constitución. Las dos opciones disponibles era: 1) Convención Mixta Constitucional (CM), que se constituiría con un 50% de convencionales elegidos por el Parlamento en funciones, y un 50 % de convencionales elegidos por votación popular ad hoc, 2) Convención Constitucional (CC), que se constituiría con un 100 % de convencionales elegidos por votación popular ad hoc.
Aquí lo que hay que mirar es si la CC se impone sobre la CM. Las encuestas realizadas durante lo más álgido del “estallido” arrojaban que el Parlamento tenía entre un 3 y un 6% de aprobación. El Parlamento y la mayoría de los partidos políticos representados en él, incluida muy conspicuamente la ex Concertación (aquella coalición que había prometido que “la alegría ya viene” cuando a fines de los 80 condujo la derrota electoral de la dictadura), están profundamente deslegitimados, y esto por su implicación durante la infinita “transición a la democracia” de la posdictadura en la vigencia y administración del modelo neoliberal, implantado en su día a sangre y fuego por Pinochet y los Chicago Boys. Incluidos sus aspectos más aberrantes de abusos, colusiones y corrupciones político-corporativas de todo tipo y enorme magnitud, que durante los últimos lustros se han destapado con fuerza, destruyendo el mito del “oasis chileno”.
El “Modelo” y sus abusos es precisamente contra lo que se ha levantado el pueblo en la rebelión abierta el 18 de octubre de 2019, y por ello que una NC fuera redactada por esa CM, era percibido como un dique mayor que la CC al carácter transformador de la NC. Se supone que la CC, al ser 100% electa por voto popular, podría expresar mejor el anhelo transformador (volveremos sobre esto).
Lo tercero que habrá que ver, que no está en la papeleta, es el por ciento de participación electoral. Dada la constitución histórica, compleja pero real, del aquí llamado Partido del Orden neoliberal (que incluye al gran empresariado, los grandes medios de comunicación, gran parte del poder judicial, las FFAA y de seguridad, y en su aspecto político-electoral a la derecha partidaria y a la ex Concertación, in distinguiendo a las fuerzas políticas ); dada la deslegitimación de ese orden y la convicción mayoritaria que todo eso está ahí para oprimirnos y jodernos, la abstención electoral en Chile ha llegado a niveles que la transforman en una democracia (neoliberal) de bajísima intensidad, como la norteamericana. En las últimas municipales la abstención fue cercana al 70 %, en las parlamentarias al 53 %, y en las presidenciales de 51 %. En la medida en que este Plebiscito fuera percibido como el inicio de un posible ciclo de transformaciones, la participación debería subir y ser un indicio de ese anhelo.
Maniobra el Acuerdo
El Plebiscito, llamado de Entrada, forma parte de un “Proceso Constituyente” que incluye 4 estaciones, la segunda será la Elección de convencionales constituyentes en abril de 2021 (las fechas se fueron corriendo por la pandemia), la instalación y sesión más adelante de la CC ó CM para redactar la NC, y por último un Plebiscito de Salida donde se Apruebe o Rechace la NC.
Tal “Proceso Constituyente” fue negociado por la mayoría de los partidos políticos con representación parlamentaria en el llamado “Acuerdo por la Paz y la Nueva Constitución” : toda la derecha, la ex Concertación y la fracción hegemónica del Frente Amplio, coalición de centroizquierda que por ese motivo se fraccionó de inmediato. Un Acuerdo suscrito entre gallos y medianoche el 15 de noviembre de 2019, luego de un mes de rebelión popular que no cedía, con gigantescas movilizaciones, derrota de un Estado de Excepción por el pueblo alzado y altos niveles de enfrentamiento con las fuerzas de seguridad, que alcanzaron su punto más álgido en la inolvidable huelga general del 12 de noviembre de 2019 (relaté ese mes heroico y multitudinario en un texto urgente, que quizás leído ahora a la distancia peca de optimista, pese a la magnitud innegable de aquellos acontecimientos). Luego, durante el verano del 2020 fue negociada su reglamentación, en todos sus aspectos, por una “Comisión Técnica Constitucional” constituida por los partidos firmantes del Acuerdo. Y así estamos ahora en este “Proceso Constituyente”.
Como decíamos, es altamente ambivalente. Por un lado, si en el Plebiscito triunfan las opciones Apruebo y CC, simbólicamente es una conquista contra lo peor del legado pinochetista y abre una brecha político-jurídica en ese formidable dique que ha sido la Constitución del 80. Por otro, al haber sido negociado de espaldas al movimiento popular en rebelión, al estar cooptado en su reglamentación y formas de elección por el sistema político deslegitimado, y en fin, al ser cualquier cosa menos una Asamblea Constituyente popular y originaria, como clamaba la rebelión, es señalado por gran parte del “movimiento de movimientos” emergido en Octubre como una maniobra de contención del carácter transformador que debe tener un proceso constituyente. La NC que emerja de este proceso es imposible que sea la anhelada. Existen por supuesto artículos y textos más sesudos, pero se puede ver al callo en este sencillo video de Radio Plaza Dignidad.
Es cierto que en las negociaciones se logró incluir una cláusula que garantiza paridad de género en la elección de convencionales, de manera que por primera vez en la historia constitucional universal, una Constitución será redactada por un órgano constituido 50 % por mujeres. A la vez, con toda su importancia, eso no garantiza uno de los clamores de la rebelión, la de una constitución feminista. Que fuera Plurinacional era otro clamor, para lo que la calle exigía un cupo de 10 % mínimo para pueblos originarios en el órgano constitucional, exigencia que fue ignorada por el Acuerdo.
Una exclusión muy sentida es la de las y los estudiantes secundarios, quienes iniciaron la rebelión en Octubre con sus inolvidables evasiones masivas del Metro. La calle exigía que votaran las personas a partir de los 14 años, pero el Acuerdo lo evadió olímpicamente.
Otras trampas del Acuerdo y su itinerario “constituyente” son: el Plebiscito de Entrada es con voto voluntario, el de Salida con voto obligatorio (o sea, intentar sumar número a la posible abstención vs sumar número a la legitimación por voto popular de una NC redactada por éstos partidos); la coincidencia de la elección de convencionales con las elecciones municipales y de gobernadores –una novedad del sistema político chileno, donde hasta ahora los gobernadores eran designados por el poder central-, lo cual suma vértigo y confusión a un proceso ya de por sí confuso. Y en fin, los propios tiempos del proceso, vertiginosos y apretados, lejos de unos tiempos establecidos con mayor autonomía que permitieran una mayor maduración y una mejor deliberación del “M18” sobre una Asamblea Constituyente y sus modalidades. Como sabemos, los tiempos en la lucha política son fundamentales, y su heteronomía o autonomía hacen una diferencia decisiva.
Por comodidad e interpelación a una soñada autonomía política, entre algunos compas le llamamos M18, o también “octubrismo”, al movimiento de movimientos que eclosionó en Octubre, que incluye, digamos, a los movimientos pre-existentes: feministas y de la sexo-diversidad, secundarios y estudiantiles, pobladores, ecologistas, gremiales y de trabajadores, etc.; más todo lo surgido desde Octubre (asambleas territoriales y coordinadoras, primera línea y sus apoyos), incluidos también todos esos cuerpos movilizados, esas rebeldías callejeras más difusas y menos organizadas, en suma, toda una multiplicidad de sujetos y sujetas en busca de una constitución política autónoma al neoliberalismo y sus expresiones partidarias.
La ambivalencia es tal, que una parte de la derecha, más “liberal, joven y social”, está por el Apruebo. Incluso, ministros y ministras de Piñera. Sólo la UDI, la ultra derecha neofascista del Partido Republicano y el ala más vieja y dura de Renovación Nacional se han declarado abiertamente por el Rechazo. También por el Apruebo van todos los partidos del Acuerdo, otros partidos como el Comunista y partidos menores, gran parte del octubrismo (pese a todo), y muchísima gente suelta.
Por otra parte, en noviembre de 2021 serán las elecciones parlamentarias y presidenciales, lo cual también contribuirá a dejar en ángulo oscuro éste “proceso constituyente”, sumará confusión y se cruzará (con toda su importancia) con el mismo. Pensar en qué medida y sentido se cruzan y condicionan mutuamente ya excede las pretensiones de este texto, pero será una cuestión fundamental a dilucidar.
Apuntes urgentes
A partir de aquí, dejo algunos apuntes más urgentes y sueltos aún que surgieron en esos diálogos que mencionaba al principio, con amigos y compas de afuera.
“- Como les decía, este Plebiscito y todo este “Proceso Constituyente” es un rejuego complejo. Por lo mismo, inteligente y mete una fuerte cuña en el movimiento.
– Dentro de tanta maraña y mediocridad política, qué alegría y esperanza me da Bolivia.
– Sí. Bolivia muestra que se puede incluso resistir los Golpes “de nuevo tipo”. Pero hay que tener mucha convicción, inteligencia y valentía política. Aquí Catalina Pérez, una de las figuras por la centroizquierda en el Acuerdo, reconoció que este se firmó bajo amenaza de golpe. Todo lo contrario de Bolivia. ¿A quién le preguntaron si había que negociar o queríamos resistir?
– ¿Por qué no le crees a la Convención Constitucional? ¿Crees que su conformación va a estar manipulada? ¿Qué la Constitución que salga de allí va a ser más de lo mismo?
– Claro. Aquí es un gran debate desde el día 1 del Acuerdo:
1) Se firma entre los partidos defenestrados, excepción hecha del Frente Amplio, que digamos estaba en un cono de sombra desde que en 2017 ganó 20 diputados y un senador, por su tibieza parlamentaria y lejanía de los movimientos. De todas maneras, con su firma a ojos vista del Acuerdo y su posterior aprobación en el Parlamento de las leyes «antisaqueos y antibarricada» presentadas por el Gobierno de Piñera para reforzar la criminalización de la rebelión, queda incluido en buena medida.
Se firma de espaldas a la protesta popular, de espaldas a los movimientos sociales y a las nacientes asambleas territoriales y sus coordinadoras. Desde el Partido del Orden, se firma evidentemente para descomprimir la movilización social, relegitimar a los partidos y entrampar el carácter transformador de la NC.
2) Se firma bajo amenaza de golpe, luego de que después de un mes la rebelión no cedía y la huelga general del 12 de noviembre, con un alto nivel de enfrentamiento popular a la represión, mostraba la posibilidad de tumbar al Gobierno criminal y abrir un cauce de transformación profunda. Bolivia muestra como decíamos que transar no era el único camino.
– Si, eso está claro, ¿pero donde está la trampa en la elección de los constituyentes, independiente del tema del inexistente cupo para los pueblos originarios?
– Voy… 3) Se firma con la concesión de los 2/3 de quórum en su reglamento de funcionamiento. O sea, la derecha, con 1/3 de quórum, puede bloquear toda transformación sustancial de la NC. Peor aún: el Partido del Orden con 2/3, sumando a la ex Concertación, podría imponer una NC gatopardista que no decodifique al neoliberalismo constitucional, ¡y que después puede ser legitimada por el voto popular en el Plebiscito de Salida!
Me refiero a los quórums que define el reglamento del Acuerdo para la eventual Convención Constitucional, quórums para que quede asentada una materia en la Nueva Constitución, tras la deliberación de los y las constituyentes. Recordemos que el reglamento fue “cocinado” por una Comisión Técnica de los partidos firmantes del Acuerdo.
– Ahí está…
– 4) La reglamentación sobre la elección de constituyentes implica que «los independientes», como le pusieron los medios, no pueden ser electos fuera de la tutela de los partidos en sus listas. Incluso si como para la paridad de género se consiguieran «cupos para independientes» y para «pueblos originarios», el que la forma de elección sea por el sistema proporcional D’Hondt y usando los distritos parlamentarios vigentes, le garantiza la hegemonía y/o sobre representación a éstos partidos políticos, que para ese terreno tienen sus máquinas aceitadas y listas.
– O sea, que como sea la CC va tener los suficientes momios y «moderados» para que todo quede más o menos igual.
– Así es. 5) Se impone una cláusula por la que deben respetarse no sólo los tratados internacionales suscritos por Chile (entendible y en gran medida positivo), sino también los Tratados de Libre Comercio, incluido el TPP11 si alcanzan a aprobarlo antes de la CC.
6) No hay transparencia alguna con respecto al financiamiento de las campañas para la elección de convencionales. Los grandes empresarios van a lubricar generosamente como acostumbran.
7) El progresismo tipo Frente Amplio y Fernando Atria (importante constitucionalista ex PS hoy en el FA), frente a la criticas, argumentan que se logra terminar con la Constitución del 80 partiendo de una supuesta «hoja en blanco». Esto implicaría: no queda nada de la Constitución del 80, en la deliberación de la CC todo parte de una «hoja en blanco». Con la concesión de los 2/3 de quórum, dicen, es cierto que probablemente saldrá una «Constitución mínima». O sea, generalista, sin definiciones sustanciales. Por ejemplo, con respecto al agua y los recursos naturales privatizados, a una renacionalización de las AFP, respecto a la salud y la educación como derechos sociales garantizados o a los derechos sexuales y reproductivos, como el aborto libre, seguro y gratuito. Etcétera. Pero, dicen, ya no existirá la Constitución del 80, y lograr esas conquistas en las futuras luchas parlamentarias sin sus cerrojos será más viable.
Primero, esto obvia que la «hoja en blanco» ya está negociada en buena medida por el Partido del Orden. Segundo, lastra la posibilidad de ir más a fondo por medio de la lucha, la movilización, la auto-organización del movimiento y de una Asamblea Constituyente impulsada desde abajo. Impone la imagen de la democracia que éste progresismo no puede superar, cuyo horizonte insalvable es el “Estado de Derecho” liberal, cada vez más neoliberalizado y restringido en todos lados. Y esto, por falta de imaginación política, o por miedo – sólo parcialmente entendible-, o por una elección político-teórica a la cual le falta radicalidad democrática, por paternalismo racionalista con respecto al protagonismo y la participación popular, o por todo eso junto y vaya a saber qué más. Tercero, subestima al Partido del Orden, que en ese juego donde la lucha y el protagonismo popular no participan, lo más probable que se los lleve puestos.
Imaginen el giro histórico que hubiera significado decir en noviembre “no, de espaldas a la lucha y el protagonismo popular nada”: I) Renuncia del Gobierno criminal, II) AC sin la hegemonía de los partidos políticos (hay experiencias previas, en Islandia prohibieron la participación de los partidos en su AC y procesaron a banqueros y políticos corruptos), III) NC escrita con la participación popular, como inicio de un largo camino de transformación (espantando el fetichismo constitucional, porque sólo un papel no va a cambiar la realidad, con toda la importancia que tiene una Constitución).
Perdieron ese tren. El Acuerdo metió una cuña en el movimiento. Y ahora se repone el dilema de si avalar todo esto apostando a la CC, o impugnarla e intentar construir la AC desde abajo. Hay quienes dicen que sería posible “abrir” esta CC a una real AC, y transformar este “proceso constitucional” en un verdadero proceso constituyente. Se ve difícil, porque no está diseñado para eso. Hay quienes dicen que hay que apostar a las dos cosas, a participar en éste proceso sacándole el máximo partido, ejerciendo una crítica permanente sobre él, y a la vez impulsar una AC desde abajo. Puede ser, pero es difícil y supone mucha energía y madurez.
E insistimos: una posibilidad latente es que una NC gatopardista y que no decodifica el neoliberalismo puede quedar legitimada por el voto popular en el Plebiscito de Salida. Una trampa genial.
Hay clivajes de clase. En asambleas y sectores más de clase media, suena fuerte la opción de apostar a éste proceso y “abrirlo”. En las asambleas, colectivos y organizaciones de territorios más populares, la rabia con el Acuerdo y la CC es grande. Así como también en buena parte de los movimientos sociales pre existentes a Octubre, muchos de los cuales sacaron desde noviembre declaraciones y documentos analizando y denunciando todo esto.
El progresismo partidario cree que con su astucia parlamentario-electoral va a «derrotar a la derecha» y al Partido del Orden. Difícil. No por gusto Chile es un gran alfil del neoliberalismo mundial. Estamos una situación muy difícil y ambigua. Además, con el control militarizado del territorio legitimado por la pandemia y con la pandemia misma, que no es ningún cuento y ha derivado (por la gestión criminal del Gobierno) en que Chile tenga una de las tasas de mortalidad más altas del mundo, muertes que en su mayoría ha puesto el mismo pueblo.
Lo que sí estuvo buenísimo es que el 1er Aniversario el domingo 18/10 mostró que la rebelión está viva, en inevitable paréntesis pandémico. Fueron 500 mil personas más o menos. Y por la noche hubo mucha movilización territorial. La mayor apuesta es que cuando la pandemia ceda (alguna vez cederá se supone), la rebelión y las luchas se reactiven, que será el elemento activo que diga por dónde.
Sombras ominosas
El domingo 18 estuvo muy bueno pero los pacos asesinaron a un cabro de 26 años en la población La Victoria, lo acribillaron. Se ha luchado mucho, ha muerto mucha gente, muchas y muchos mutilados, presos, torturados. Eso indispone también contra las transas.
Hay que poder calar a fondo en qué medida esto se está desarrollando en un marco de gran impunidad de las gravísimas y sistemáticas violaciones a los DDHH contra la rebelión, con números muy pesados: casi 40 muertes desde Octubre, torturas, violaciones y apaleamientos en gran número, más de 600 mutiladxs oculares por disparos de perdigones o balines a los ojos, más de 60 con pérdida total o parcial de la visión, más de 600 heridos, más de 2500 presxs de la revuelta. Hay campaña del terror, guerra mediática, movimientos empresariales y militares.
Y una continuidad de esas violaciones ni bien la movilización asoma la cabeza de nuevo. Con sectores fachos organizándose (como un Patria y Libertad 2020 que remeda al de la Unidad Popular), con crímenes emblemáticos estos días recientes: el chico que los pacos tiraron por el puente al Mapocho, Aníbal acribillado el domingo, el de un defensor de los niños y niñas violentadas del Servicio Nacional del Menor..
Esta semana tuvimos en nuestro barrio, organizada por nuestra asamblea, una actividad con familiares de presxs de la rebelión. De sus testimonios y de la información disponible, surge evidente que además de la sistemática caza y encarcelamiento masivo de manifestantes, hay una acción sostenida del poder judicial (Fiscalía y jueces) para endurecer las penas y dificultar las defensas, operaciones de amedrentamiento a las familias y redes de apoyo a los presos, acoso laboral. Sumemos las nuevas leyes represivas votadas en el Congreso, operaciones de inteligencia y amedrentamiento a quienes luchan. Están todos los poderes del Estado involucrados y sincronizados, con los medios encubriendo y desinformando. Como en dictadura, solo que a más baja intensidad.
Justo en estos días, y a propósito de las grandes movilizaciones del 1er Aniversario del 18O, el Partido del Orden y los grandes medios plantearon un “debate” sobre una “condena transversal a la violencia”, buscando reforzar la operación de pinzas sobre el movimiento. A propósito de debates sobre ello en las asambleas, reflexionaba: Dentro del tema de “la violencia’ hay que diferenciar entre la violencia insensata y despolitizada (incluido a su interior los hechos de violencia que son directamente operaciones y montajes de inteligencia, que no son pocos), de la legítima e inevitable auto-defensa popular frente a la violencia sistemática y multifacética del sistema. Que se relaciona estrechamente con el derecho de rebelión de los pueblos. Al interior de ello, cierto nivel de violencia es inevitable. Y no es antidemocrática. En los procesos de rebelión popular frente a los órdenes injustos, cuando son emancipatorios, los momentos electorales y los momentos de auto-defensa e insurreccionales no son opuestos. Se suponen mutuamente. Esa problemática histórica puede ser sacada por la puerta de las ‘ciencias políticas’ de las democracias neoliberales, pero la historia real las vuelve a colar por la ventana.
Este es el marco del Acuerdo y su “proceso constituyente”. El domingo se va a celebrar el triunfo del Apruebo seguramente, en lo que puede ser un urnazo y una fiesta. Pero sobre todo simbólica, con la conciencia para muchos de que será una victoria ambivalente, que habrá que empujar fuerte después para que tenga sentido”.
Posdata
Como pensábamos, las opciones Apruebo y Convención Constitucional triunfaron en el Plebiscito. Las encuestas preveían ese triunfo y esta vez no fallaron. Pero la contundencia del triunfo, prácticamente 80 a 20 en ambas opciones, habilitó la fiesta nocturna en plazas y barrios el domingo 25 y hasta ha sido leída como refundacional. La abstención fue alta finalmente, de 49 %, pero varios elementos muy positivos la relativizan, sobre todo, la alta participación juvenil (habituales abstencionistas) y el claro sesgo de clase en la votación, mientras más proletarias las comunas más creció la participación y más rotundo fue el triunfo, al punto que sólo en los 3 municipios donde se concentra la población rica triunfaron en Santiago el Rechazo y la CM: “No eran 30 pesos, eran 3 comunas”.
Este sesgo juvenil y proletario del voto es muy estimulante, y coincide en parte con la “composición orgánica” de la rebelión abierta en Octubre de 2019, protagonizada ante todo (si bien muy diversa) por un joven proletariado/da precario, incluso cognitario y afectivo, más aún en sus primeras líneas y derivaciones asamblearias y territoriales (como reflexionaba en un texto del año pasado). Esto indica interesantes derivas posibles de la rebelión y sus sujetxs, en cuanto a su auto-constitución política, material, simbólica, sensible.
No obstante, todos los obstáculos ya analizados están ahí. Ni bien se terminaron de contar los votos y se celebró el triunfo, específicamente con respecto al “proceso constitucional” reaparecen nítidamente las trampas y peligros ya descritos.
Además, la derecha y sus representados cuentan con llevar una lista única a la elección de convencionales constituyentes (no sin dificultades), en busca tanto del tercio de bloqueo como de hacer número para los posibles 2/3 del Partido del Orden en la Convención. Pablo Longueira, el “coronel” de la UDI defenestrado en su momento del escenario político por su participación en graves hechos de corrupción político-empresarial, lo resumía magistralmente a sus huestes evidenciando parte de las trampas del Acuerdo.
Por otro lado, los partidos de oposición parlamentaria es altamente probable que vayan divididos en al menos 2 listas (si bien hay llamados a lista única), por impulso sobre todo del ala más derecha de la ex Concertación, especialmente reacia a sacar los pies del círculo del Partido del Orden y abrirse a acordar con el Frente Amplio y sobre todo con el Partido Comunista. Una lista estaría integrada por toda la ex Concertación, y otra eventualmente por el FA y el PC (aunque incluso esta última encuentra sus dificultades).
Y todo esto, descontando lo ya dicho: se despliega el circo de los partidos deslegitimados, donde el octubrismo y el pueblo alzado, que abrieron la brecha, o no tienen lugar o como mucho sería uno subordinado y no protagónico, reforzando la posibilidad de una NC gatopardista.
Por estos días se apagan los ecos de las celebraciones, cunde la inquietud y se reponen los dilemas. En el movimiento de movimientos (M18 le apodamos) resurge la deliberación y vuelve a aparecer clara la necesidad de desbordar el proceso del Acuerdo. De máxima, cambiando la ley reglamentaria para lograr que sea una Asamblea Constituyente plurinacional y multitudinaria, sin la hegemonía de los partidos políticos y con sus propias reglas. De mínima, con otras fórmulas que al menos impliquen una Lista Única de candidatos a convencionales, con la participación de los partidos pero con hegemonía de los movimientos en las listas, constituyendo éstos a lo mejor alguna suerte de Asamblea General o Parlamento Popular en la cual deliberar y designar candidatxs. Y así, van surgiendo propuestas, en un proceso que será febril y enredado, cuyo horizonte más realista, desde la perspectiva rebelde, es la reapertura de las movilizaciones para forzar lo nuestro.
Es cierto que el bloque dominante no domina monolíticamente ahora y expone fisuras, precisamente gracias al largo ciclo de luchas iniciado en 2006 y a la rebelión. El marco general es de crisis de legitimidad y de extrema fragmentación político-partidaria, si bien no llega a ser de crisis de dominación porque el sistema muestra las garras de la represión, con las fuerzas armadas y de seguridad bien conducidas por el bloque neoliberal dominante. Recuerda aquello de que “lo viejo no termina de morir y lo nuevo no termina de nacer”.
Un diálogo entre el “M18” y los partidos, quizás necesario al menos coyunturalmente (al menos con aquellos partidos que como el PC, el FA, algún pequeño sector de la ex Concertación, partidos menores, puedan tener voluntad de articular contra el neoliberalismo), es difícil y hasta improbable, por diversos motivos que no hay espacio aquí para explorar, el mayor de todos su grado de deslegitimación.
Desafíos
Si hay algo así como un movimiento de movimientos que resulta una novedad política salvaje con respecto al sistema de partidos constituidos, que ha protagonizado la rebelión contra el neoliberalismo en ausencia casi absoluta de estos, abriendo un momento constituyente (y creemos que es así), este movimiento enfrenta todos aquellos desafíos: cómo y para qué ensayar su auto-constitución política, qué hacer con respecto al sistema de partidos y el poder del Estado, cómo mantener abiertos en sus posibilidades tanto el proceso de rebelión como el proceso constituyente (y este como doble movimiento, constitucional y de auto-constitución).
Qué horizonte de lo común, de la reapropiación de los ingresos, de la democracia y qué nuevas instituciones imaginar. Palpar si son posibles derivas revolucionarias y por cuales derroteros, problema de una época de capitalismo deslegitimado pero desquiciado y crecientemente destructivo. No hay dudas que es un movimiento que ha desplegado una enorme energía y creatividad, capaz de producir enunciados tales como “No era depresión, era capitalismo” ó “Hasta que la dignidad sea costumbre”, y que guardará un gran poder destituyente.
Todo ello, teniendo a las espaldas 30 años de fragmentación neoliberal, despolitización y memorias parcialmente cortadas. Y de frente tanto a la continuada amenaza de la represión como a todos los demás dispositivos neoliberales de normalización y captura, en un marco continental (y global) de operación de la alianza imperial-oligárquica, que sobrevuela como siempre a Nuestra América como vimos recientemente en el golpe de Bolivia. Grandes desafíos, a los cuales hitos como estos dos octubres consecutivos aportan aliento y épica.
Por Diego Ortolani