Los primeros habitantes del desierto de Atacama son actualmente conocidos como cultura Chinchorro y los estudios que se realizan sobre ellos nunca dejan de sorprender.
Ahora, un grupo de investigadores liderados por el Dr. Bernardo Arriaza de la Universidad de Tarapacá (UTA) descubrió que las poblaciones Chinchorro (5000 a.C. al 1000 a.C.) estaban altamente contaminadas con manganeso, producto del continuo uso de este mineral en sus rituales fúnebres.
De acuerdo al estudio, el 84% de la población Chinchorro estaba contaminada con manganeso, mientras que un 21% tenía valores de este mineral en sus huesos muy elevados (> 10 ppm o partes por millón).
Los resultados de la investigación fueron publicados en la revista Archaeological and Anthropological Sciences (revisar aquí).
Según los autores, el manganeso es un mineral de color negro potencialmente neurotóxico que los Chinchorro apreciaban de sobremanera.
Así, estas antiguas poblaciones, fascinadas por su color, explotaron ampliamente el manganeso por miles de años para aplicarlo externamente, ya fuera como pintura o pasta, sobre sus difuntos durante el proceso de momificación artificial.
La momificación natural es producto del medio ambiente árido y salino, la momificación artificial en cambio implica acciones humanas programadas y coordinadas para la preservación del cuerpo con remoción de órganos y relleno de las cavidades corporales.
No todo tiempo pasado fue mejor
Según los investigadores, la continua explotación del manganeso causó un importante deterioro en la salud de la población Chinchorro.
El Dr. Arriaza señala que “el uso recurrente de manganeso y su alta pureza afectó significativamente la salud de los Chinchorro, seguramente sufrieron de manganismo y de malestares psicomotores, especialmente aquellos individuos con mayor concentración de manganeso en sus tejidos, ya que la sobrexposición continua a este mineral produce risas patológicas, rigidez facial, problemas de coordinación psicomotora y rigidez muscular, entre otras condiciones”.
Además, agrega que “la inhalación continua de polvo que contenía pequeñas partículas de manganeso exponía a toda la población a un riesgo constante de envenenamiento, desde la extracción, refinamiento, acopio, hasta el pintado de los cuerpos” señala Arriaza.
“Seguramente las mujeres también participaban del proceso de momificación”, puntualizó.
Por su parte, Leonardo Figueroa, investigador del Departamento de Química de la Universidad de Tarapacá y coautor del artículo, comenta que “con análisis meticulosos, controlando por posible contaminación externa y utilizando equipos de absorción atómica se pueden obtener excelentes lecturas de los niveles de sobreexposición al manganeso que tuvieron los individuos en el pasado”.
Los autores plantean que gran parte de la comunidad Chinchorro estaba afectada con altos niveles de manganeso, independiente del sexo y la edad. Los niños también estaban afectados, lo que sugiere que estos se contaminaron al vivir y jugar en un ambiente rodeado de manganeso, situación que nos recuerda la contaminación por polimetales en la ciudad de Arica.
La publicación reveló además una faceta desconocida de las antiguas poblaciones Chinchorro: aparte de sus actividades de pesca, caza y recolección, también estaban involucrados en actividades mineras. Actividades que dejaron huellas no tan solo en los cuerpos ricamente elaborados (con momificación artificial), sino también en aquellos cuerpos sin preparación especial (momificación natural) de los tempranos habitantes de la costa del desierto de Atacama.
Esta investigación, encabezada por el Dr. Arriaza, es producto del proyecto “El color de la muerte: El uso ancestral del manganeso y el posible envenenamiento crónico de las poblaciones Chinchorro en el desierto de Atacama”.
Cuenta con apoyo del Fondo Nacional de Desarrollo Científico y Tecnológico (Fondecyt No. 1210036). El proyecto es desarrollado por el Instituto de Alta Investigación (IAI) de la UTA con la participación y colaboración del Departamento de Antropología y el Departamento de Química de la misma casa de estudios superiores. Arriaza es también Director del Centro de Gestión Chinchorro-UTA.
Participaron en la publicación los investigadores de la UTA Leonardo Figueroa, Juan Pablo Ogalde, Vivien Standen, y José Castelleti, y a nivel internacional los investigadores Dulasiri Amarasiriwardena (Hampshire College, MA, Estados Unidos), Sian Halcrow (Universidad de Otago, Nueva Zelandia) y John van Hoesen de Estados Unidos.
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