Los pueblos indígenas en Chile han experimentado diversas epidemias reportadas desde el contacto con la colonia española y más recientemente en el tiempo moderno a partir de la ocupación de sus tierras por parte del estado chileno y la colonización estatal que trajo aparejadas epidemias como fiebre tifoidea, cólera y viruela, así como la ya establecida tuberculosis, las que se suman al empobrecimiento que significó el despojo de sus tierras a fines del siglo XIX e inicios del siglo XX.
El departamento de Primeras Naciones del Colegio Médico en conjunto con diferentes instiuciones y agrupaciones de Salud de los Pueblos Originarios elaboraron un documento en que demandan al gobierno una serie de medidas para que la atención médica en comunidades y zonas con población indígena cumpla con los derechos de los pueblos y tengan pertinencia cultural y territorial.
El documento exige que se cumpla con la norma 820 del Minsal (2017) sobre captación de datos respecto a morbilidad y mortalidad de pueblos indígenas por covid19, desagregados por pueblo y jurisdicción.
Facilitar condiciones para que las comunidades que así lo soliciten participen de manera organizada de los cordones sanitarios comunitarios, territoriales y mantención de las cuarentenas. Asimismo facilitar el desarrollo de mecanismos de solidaridad y de reciprocidad con otras comunidades y familias frente a escasez de recursos, basados en la confianza y el consentimiento de las familias y comunidades.
Garantizar la autorización sanitaria para ejecución del Programa Especial de Salud y Pueblos Indígenas (PESPI) en las figuras de facilitadores y asesores culturales, y agentes de salud indígenas (machi, lawentuchefe, yatiri, colliri) en las comunas bajo programa, de tal forma de poder contar con apoyo preventivo desde la medicina indígena en contextos urbanos y rurales donde las familias no pueden acceder por sí mismas a medicina de pueblos originarios.
Garantizar la atención ética en el cuidado y toma de decisiones sobre la salud de los adultos mayores y sabios indígenas por ser ellos los portadores de la cultura, lengua y saberes de los pueblos, salvar su vida fortalece la vida de la cultura y del pueblo amenazado.
Los pueblos indígenas en Chile han experimentado diversas epidemias reportadas desde el contacto con la colonia española y más recientemente en el tiempo moderno a partir de la ocupación de sus tierras por parte del estado chileno y la colonización estatal que trajo aparejadas epidemias como fiebre tifoidea, cólera y viruela, así como la ya establecida tuberculosis, las que se suman al empobrecimiento que significó el despojo de sus tierras a fines del siglo XIX e inicios del siglo XX. En la actualidad lo conforman 10 pueblos con una población total de 2.185.792 habitantes, (12,8%) de la población nacional.
Actualmente, la pandemia por covid-19 enfrenta a las comunidades de pueblos indígenas de norte a sur como poblaciones vulnerabilizadas en sus derechos (tierra, salud, participación política, reconocimiento constitucional) y en sus condiciones de vida y salud. Por ejemplo, de acuerdo a recientes estudios del Ministerio de Salud, el riesgo de morir antes de cumplir un año en niños mapuche cuadruplica el de los no mapuche en la Provincia de Chiloé y lo septuplica en el área de cobertura del Servicio de Salud Reloncaví. Asimismo, la población mapuche mantiene una sobre morbi mortalidad mayor que el resto de la población nacional en enfermedades transmisibles (respiratorias, infecto contagiosas en general) y no transmisibles (salud mental, enfermedades cardiovasculares y violencia).
Si a eso sumamos el hecho que la pobreza en la población indígena en general alcanza un 14.5%, mientras en no indígenas un 8%, brecha que aumenta en el caso de la pobreza multidimensional, que vincula a la población indígena con un 30.2% respecto de un 19.7% de la población no indígena se perfila un escenario agresor adicional en contexto de pandemia.
La actual pandemia y su tratamiento clínico ha demostrado su visión eurocéntrica de los ancianos, quienes siendo el sector más vulnerable ante la falta de protección y priorización, se les ha dejado muchas veces expuestos a la muerte. La muerte de un anciano o anciana para la cultura indígena causa un impacto y pérdida irreparable porque con ello se pierde el conocimiento de las primeras naciones que habitan el actual Chile, cientos de años de historias, muchas de ellas todavía no contadas o no conocidas por su gente. En la cultura y sociedad de los pueblos originarios, los ancianos son valiosos y tienen roles importantes, practican y mantienen la sabiduría, la espiritualidad, participan de la socialización de los niños y también vigilan la vida comunitaria y la de los adultos.
Son personas hombres y mujeres, consideradas el eslabón de transmisión del saber a las nuevas generaciones, maestros del conocimiento propio, conocedores de la lengua a cabalidad. Es por ello que es preocupante que ante el colapso de la red asistencial se experimente una falta de priorización con ellos.
El caso más dramático se ha vivido en la comuna pewenche de Alto Bio Bio, donde fueron contagiadas 145 personas en un brote generado a partir de trabajo de temporero de jefes de familia Pewenche en contextos de hacinamiento y explotación laboral quienes multiplicaron contagio en sus hogares, con población dispersa rural, con dificultad de acceso, con pobreza de ingreso, escasa comunicación y equipos de salud sin los recursos suficientes para hacer aislamiento de casos y contención efectiva del contagio, alcanzando la tasa más alta de incidencia, con un riesgo de 206,6 casos por cada 10 mil habitantes. A esto sumado el hecho que a tres meses del desarrollo de la pandemia en el país, muchas comunidades indígena rurales poseen escasa comprensión y alcances del comportamiento y alcances de la enfermedad, lo cual ha estado determinado por los reducidos canales de comunicación (radio y tv) así como en el lenguaje monocultural y contexto urbano desde donde se emiten hasta hoy los mensajes preventivos sobre el coronavirus.
Cortesía de Radio del Mar
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