Chalecos Amarillos como Paramilitares

Por Simón Rubiños Cea* Las movilizaciones en Chile han recibido la atención de todo el mundo, que ve cómo en el movimiento se establece la disputa entre la población y la élite del país por la reivindicación de la dignidad reflejada en la demanda de una Asamblea Constituyente y la reforma a aspectos estructurales heredados […]

Chalecos Amarillos como Paramilitares

Autor: Director

Por Simón Rubiños Cea*

Las movilizaciones en Chile han recibido la atención de todo el mundo, que ve cómo en el movimiento se establece la disputa entre la población y la élite del país por la reivindicación de la dignidad reflejada en la demanda de una Asamblea Constituyente y la reforma a aspectos estructurales heredados de la dictadura. Sin embargo, un hecho particular despierta una preocupación que hasta el momento no ha sido discutida en el fondo de su gravedad. Esto es el surgimiento de un movimiento en parte por la convocatoria del presidente a civiles a defender el país[1], junto a la voluntad de quienes llaman a defender la propiedad privada y el orden, incluso armándose para ello: los chalecos amarillos.

Este grupo nace como mecanismo de autodefensa producto de la sensación de desorden y desprotección, o indefensión, por parte del Estado ante los saqueos y otros eventos desarrollados en el país en el marco de estas semanas de protestas. Si bien algunos han hecho acto presencial para defender su casa o su cuadra, otros han actuado como fuerza organizada para defender a Chile del saqueo[2] o de una supuesta intervención extranjera[3], incluso vitoreando el nombre del fallecido dictador[4].

Si bien hasta ahora han sido vistos de manera peyorativa por gran parte de la sociedad, este grupo no puede ser visto sin preocupación. Ex militares, pinochetistas, seguidores de José Antonio Kast (al menos los no-bots), civiles y políticos cercanos han desarrollado y/o fomentado determinadas prácticas para la autodefensa, inclusive violentas, portando armas de fuego, amenazando, golpeando y deteniendo personas, todo sin instrucción de uso medido, presentándose como prácticas similares al paramilitarismo.

Revisemos un poco de historia del paramilitarismo. Para controlar la insurrección en sus colonias, los franceses crearon organizaciones de este tipo para entrar en la disputa del control de la población a través del miedo, la tortura, el desplazamiento y otros dispositivos violentos que le aseguraran el dominio en cada país. Con el tiempo, estas técnicas fueron enseñadas a militares de otros países, entre ellos a estadounidenses que ya contaban con dichas prácticas, replicándolas dentro de lo que se conoce como la Escuela de las Américas, lugar de formación de varios personeros de las fuerzas armadas de Chile, particularmente altos mandos, donde además se reconocen vínculos de formación paramilitar del grupo Patria y Libertad[5], grupo de extrema derecha que realizó diversos atentados y acciones de desestabilización. Entre sus miembros estuvo Jaime Guzmán[6], redactor de la constitución vigente.

Por otra parte, Colombia, país conocido por su violencia estructural producto de la cooptación elitista del Estado, es un ejemplo claro de estructuras paramilitares. Bajo la influencia de Estados Unidos en un contexto de lucha contra el narcotráfico que más bien consistió en el combate a la expansión del marxismo en Latinoamérica, se formaron militares en contra de la insurgencia que nació producto de la violencia estructural y el terrorismo de Estado. Además, asumida como estrategia estatal, de políticos, élites y narcotraficantes, se fomentaron grupos paramilitares para desarrollar “el trabajo sucio” de defender propiedades y privilegios desde los años 80, adoptando el amedrentamiento a la población civil entendida como base social y política del enemigo.

Hubo intentos estatales por formalizar el paramilitarismo, con resultados nefastos, concentrándose principalmente en la figura de Álvaro Uribe Vélez –cuyo discurso es muy similar al de Kast. Uribe luego fue presidente, y desde allí fomentó su legalización, estableciéndolos, desde la informalidad, como un actor estructural del conflicto colombiano. Estos paramilitares son responsables de diferentes crímenes de lesa humanidad so pretexto de la indefensión producto de un Estado ineficiente ante un enemigo poderoso, llegando incluso a penetrar el Estado y a reemplazar sus funciones en determinados territorios.

Entre las prácticas más infames de los paramilitares, en conjunto con el Estado, se encuentran los falsos positivos (civiles asesinados por el Estado hechos pasar por guerrilleros), el amedrentamiento, detenciones arbitrarias y la criminalización de todo cuestionamiento al orden hegemónico, tildando a quienes lo hicieran, para el caso colombiano, de guerrilleros, que para Chile sería ser tachado de terrorista, lumpen, vago y/o comunista.

Desde el surgimiento de las protestas en Chile, las fuerzas armadas y de orden han mostrado un actuar, por decirlo de manera sutil, particular y selectivo, protegiendo determinados lugares y entidades, dejando otras en el abandono como el caso de Valparaíso. El criterio aplicado ha implicado la sistemática violación a los derechos humanos, simbolizado en la pérdida de ojos, heridos, cuerpos con perdigones e incluso calcinados que no han sido debidamente analizados por el Servicio Médico Legal, entre otras cosas.

En paralelo, Sebastián Piñera declaró que Chile estaba en guerra contra un enemigo poderoso. Después reculó e indicó que Nicolás Maduro y Cuba estaban detrás de todo, luego volviendo a recular para señalar que esto era posible ya que tenía información de otros países que así lo sostenían. Posteriormente, ante la continuidad de las protestas, en vez de responder al descontento y buscar una salida política al asunto, señaló que se endurecerían las medidas contra la protesta, los desmanes y las barricadas; incluso en su obstinación de declarar la guerra, convocó al Consejo de Seguridad Nacional, instancia para tratar temas de seguridad nacional, para tratar asuntos de orden público. En su última alocución, Piñera convocó a lograr tres pactos: paz, justicia y nueva constitución, sosteniendo lo que anteriormente dijo, perseverando en no responder a las demandas sociales.

Ante la prolongación de las protestas y la alteración a la normalidad alienante, este criterio político-policial alentó a determinadas personas que se vieron invocadas a defender la propiedad privada, el modelo, “el país” y su normalidad, siendo bautizados con el nombre de la prenda que les caracteriza: chalecos amarillos. Entre sus sostenedores aparece la figura de José Antonio Kast, quien, en su discurso fascista y conservador, llamó a defender a todo lugar el país. Éste además se ve respaldado por el gobierno, quien acusó recibo al ver en la represión la respuesta al estallido social reivindicativo por la dignidad del pueblo. De hecho, en su momento JAK convocó a una marcha de chalecos amarillos que luego tuvo que suspender.

El nacimiento de este movimiento en Chile ha sido visto de manera negativa por quienes estamos luchando de distintas maneras por lograr un mejor país. Pero a su vez, su surgimiento no deja de ser algo alarmante. En su actuar han aparecido armados con palos, herramientas, bastones de hockey e incluso armas de fuego. A esto se suman acusaciones de amedrentamiento, persecución, detenciones a civiles e incluso disparos. Un ejemplo de esto es John Cobin, ciudadano estadounidense ultraneoliberal, cercano a Kast y Cristian Larroulet, quien usando un chaleco amarillo disparó contra manifestantes en Reñaca, misma localidad donde otro usuario de esta prenda golpeó con un bate a una manifestante.

Lo paradójico al respecto, es la pasiva actitud policial y el beneplácito de la autoridad frente a otros chalecos amarillos, e incluso el trato preferencial a civiles, como el caso de un caballero de traje y corbata portador de un arma, la cual se la piden amablemente y se lo llevan del lugar.

Así, ante el beneplácito del gobierno y la autonomía coercitiva, las acciones desarrolladas y su praxis semejante, los chalecos amarillos se pueden considerar como actor de naturaleza paramilitar, lo cual, ante la proyección del conflicto en el tiempo, además hace pensar que serán nuevos y más graves los nefastos eventos en los que se verán involucrados, con un potencial escalamiento de la violencia utilizada al no estar capacitados para ello, en algunos casos, lo cual les permitirá formalizarse como actores para hacer el trabajo sucio que, de hecho, también vienen desarrollando las fuerzas armadas y de orden.

Es más, paralelo al surgimiento de los chalecos, está la aparición, o realce de su presencia, de los denominados Arañas Negras, herederos directos de Patria y Libertad, quienes a través de redes sociales han venido convocando y amenazando con atentar contra manifestantes en aras de conservar el orden y el país de marxistas y la imaginaria participación de otros países en el movimiento social chileno. La exacerbación del discurso de los civiles con la prenda de seguridad vial, establecen un vínculo lejano pero tangible entre estos dos grupos, por lo cual la categoría de paramilitarismo sigue pareciendo pertinente.

Para terminar, Umberto Eco, desde su experiencia en la Italia de Mussolini, nos dejó un manual para identificar el fascismo, definiendo 14 características[7] dentro de las cuales quisiera destacar el rechazo al pensamiento crítico y el principio de guerra permanente. La proximidad conservadora, pinochetista y neoliberal de los chalecos amarillos y las Arañas Negras, en su anhelo de reestablecer la “normalidad” y el ataque a las manifestaciones, tildando las demandas como comunistas, así como el llamado a armarse y “defender lo suyo, el país, el orden y la propiedad privada”, caracteriza este movimiento paramilitar además como movimiento fascista, lo cual se confirma por su cercanía a las figuras de Kast, Cobin, Jaime Guzmán, la diputada Camila Flores y otras tristes figuras de la ultraderecha chilena.

*Ingeniero Constructor, Universidad de Valparaíso, Chile. Magíster en Políticas Públicas, Universidad Nacional de Colombia. Investigador del Grupo de Investigación en Desarrollo Territorial, Paz y Posconflicto (GIDETPP) – UNAL y del Centro Estratégico Latinoamericano de Geopolítica (CELAG). [email protected]; [email protected].


[1] https://www.nodal.am/2019/10/chile-sebastian-pinera-decreta-estado-de-emergencia-tras-manifestaciones-por-aumento-del-transporte-publico/

[2] https://www.fayerwayer.com/2019/11/telegram-chalecos-amarillos/

[3] https://www.eldesconcierto.cl/2019/11/10/hay-que-desarticular-a-kast-y-a-los-chalecos-amarillos/

[4] https://eluniversal.cl/contenido/7339/video-pinochet-pinochet-gritan-chalecos-amarillos-en-la-capital-de-chile

[5] http://www.scielo.br/pdf/his/v26n1/a11v26n1.pdf

[6] https://www.cepchile.cl/cep/site/artic/20161004/asocfile/20161004134220/rev143_rcristi.pdf

[7] https://pijamasurf.com/2016/11/las_14_caracteristicas_del_fascismo_segun_umberto_eco/


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