Por Pedro Neira Milchio, Médico, Candidato del Partido Humanista a Gobernador por el Biobío
Un terremoto deja viviendas en el suelo. Las instituciones corren para “dar solución”, demostrar eficiencia y levantar la casa otra vez. Cortan cintas, se sacan la foto y “cumplen”. Pero una pandemia que carga 16 mil muertos en nuestro país no puede aún acelerar la forma de proteger a las personas que viven en una catástrofe permanente, en los más de 800 campamentos a lo largo del territorio. Es una cruel forma de estimar cómo se abordan las urgencias y cuándo se requiere acelerar la ejecución de una tarea.
El desastre económico que está dejando esta crisis ha obligado a las personas más vulnerables, que viven con la plata del día, en empleos informales y, muchas veces, sobreexigidos de pega física, a pedir un espacio en la casa de otros. Es decir, a allegarse o en el caso más extremo a levantar un hogar en un sitio irregular. La pandemia vino también a demostrarnos que no hemos sido visionarios, que no hemos podido saldar una histórica deuda con esos chilenos que hoy se las arreglan como pueden en 47 mil hogares precarios que no tienen agua, ni luz, menos alcantarillado. ¿Cómo van a cuidarse así?
Hace unos días la prensa en Concepción hablaba de que existen 63 asentamientos irregulares en la Región del Biobío. Los números más altos se concentran en Lota, Talcahuano y Coronel, donde hay más de 7 mil personas en difíciles condiciones sanitarias.
Cómo le pedimos a ellos cuarentena, teletrabajo, telestudio. Con qué cara les indicamos que se laven las manos cada 30 minutos si deben salir a acarrear el agua. O el aforo máximo… Para ellos el distanciamiento social tiene otra dimensión, porque les hemos ido demostrando con los años que no es prioridad sacarlos de ahí, o que no es nuestro problema empujarlos otra vez a la pobreza sin techo, cuando la economía se altera.
Es un Chile que cuesta ver y que nos desafía a pensar que estamos lejos, muy lejos de las condiciones que se necesitan para vencer a un virus, una crisis o un cataclismo. Quizás no sea posible cambiar de un día para otro, pero los humanistas tenemos la conciencia de que priorizar estas temáticas es la clave para resolver y transformar. Para los humanistas la distancia puede ser física, pero no significa abandonar, trasgredir o desahuciar a quienes sufren más.
Mi ilusión de llegar a la Gobernación Regional es ésa. Sacar del cajón del Excel estos números para mostrar los distintos rostros de la pobreza, pelear por su dignidad, exigir que se les reconozca y de ahí en adelante trabajar por las soluciones. Para eso no se necesita tanto estudio técnico, ni asesores, ni la venia del poder central. Es voluntad, simplemente. Y mi voluntad es hacer de esta Región un lugar donde se sientan más cerca los que por años han experimentado la peor forma de distanciamiento social.