El discurso de Piñera nos muestra el carácter oscuro de estos supuestos “tiempos mejores”. Piñera intenta mostrarse a sí mismo como el heredero de los padres de la patria, portador de un mandato de supuesta libertad. Sin embargo, gran parte del discurso de Piñera no es un discurso de gobierno, y mucho menos es la encarnación de un ideal republicano. Es un discurso policial. Nos anuncia un futuro de vigilancia y represión en un país donde ya en los últimos 12 meses se han cursado más de 2000 denuncias por tortura.
La razón por la que hoy Piñera requiere darle ese carácter a su gestión es que debe administrar los resultados de la intensa precarización a la que estamos arrojadas las mayorías en Chile, misma precarización contra la que hoy nos rebelamos las mujeres en nuestro territorio y que hicieron que esta jornada iniciara con movilizaciones que siguieron durante todo el día. La precarización nos conduce a la organización y a la protesta, y el gobierno se prepara para enfrentar a esa organización, y así resguardar la intensificación del enriquecimiento de unos pocos a costa de las mayorías.
Se nos habla de que nuestro país entrará en una “segunda transición”, y las personas que conformamos el pueblo de Chile sabemos de lo que eso se trata. El momento político en el que hoy nos encontramos es, de hecho, testigo del fracaso de esa transición. Una segunda transición, supuestamente ahora al desarrollo, implica necesariamente la exclusión de nuestra participación social en la determinación política de nuestras vidas. La “amistad cívica” a la que Piñera apela recurrentemente, se manifiesta en forma concreta en la conformación de mesas de trabajo que intentan procesar las demandas y conflictos sociales, en vistas de detener la articulación que hemos comenzado a desarrollar.
Bajo la imagen de un patriarca que viene a poner orden en la casa, Piñera nos dice a las mujeres que nuestro lugar es el hogar y que nuestra tarea en la sociedad es ser madres. Sin embargo, parece que Piñera y su gobierno no han querido notificarse de las malas noticias que las mujeres tenemos para sus declaradas intenciones. Nuestra primera mala noticia es que las mujeres hemos convertido nuestras vidas precarizadas en un problema político, que ninguna mesa de trabajo particular va a poder resolver. La segunda mala noticia es que para resolverlo demandamos transformaciones estructurales: no nos sirven medidas que intenten igualarnos en nuestra precarización, no nos bastan las cuotas de género en espacios de poder, no nos sirven sus pronunciamientos.
Este gobierno es hipócrita cuando dice defender la familia. La única forma de defender la familia y con ello la comunidad es dar respuesta a nuestras demandas de fondo: trabajos estables sin brechas salariales, fin a la precariedad laboral, seguridad social, derecho a la vivienda garantizado para todas, fin al negocio en la salud, educación pública y no sexista en todos sus niveles, fin a las AFP, derechos sexuales y reproductivos garantizados, en fin: estas y todas aquellas demandas que reclamamos respecto de todos los y las habitantes del país, incluida la población migrante.
Coordinadora 8 de Marzo