Por Viviana Sepúlveda Cataldo, Periodista
Después de un recorrido por distintas animitas nos detenemos a un café con Víctor Rojas Farías, escritor e investigador que ha publicado su libro “Animitas en Chile”, donde resume casi cincuenta años de asedios y viajes en torno al tema.
Su casa denota al estudioso: colecciones de cartas a animitas, placas de las principales animitas de Sudamérica, fotos en papel e impresionante cantidad de objetos relativos al fenómeno: pañuelos, velas, poemas especiales dejados por los creyentes.
Pregunta: Tú dices que no hay animitas más que en siete países…
Respuesta: «Hay que diferenciar eso sí las animitas de las marcas de muerte. En las animitas se piden favores y se pagan mandas. Si no, no es animita. Ahora, en qué países hay. ¡Los países son unidades nacidas por convención, que se modifican y desaparecen! Hay animitas en zonas culturales que hoy pertenecen a siete países. Las zonas culturales son unidades en que la comunidad comparte costumbres y creencias, sin que tengan que ver las fronteras».
«Hace poco se discutía sobre si el charango es instrumento boliviano, peruano o chileno. Bueno, es altiplánico y en el altiplano hay una zona cultural que hoy comparten cuatro países. En Europa se han peleado a combos el canto jodel; si es alemán del sur, suizo, austriaco, italiano. ¡Y es tirolés! El tirol es una zona cultural. Antes de que alguien pasara una raya sobre un mapa y dividiera en países esas zonas ya estaban ahí. Ahora, dónde hay o no hay animitas: tu perteneces a una tradición y si sales de tu lugar llevas a cuestas tu tradición, pero tus descendientes no se sienten ligados, eso genera un lazo distinto y precario, y eso ha pasado con las animitas en Europa, por ejemplo, de exiliados».
P: Algunos estudiosos citan antecedentes de las animitas en distintas partes del mundo…
«Ah, sí, bueno… Nada nuevo hay bajo el sol. Aunque cuidado. Letra A: la mayoría de las culturas ha señalizado lugares relacionados con las muertes (…) Y B: todísimas las civilizaciones han mantenido mitos sobre la muerte, o han sostenido creencias en una vida posterior al cuerpo que se estropajea, y han desarrollado ritos de petición a poderes sobrehumanos. Partes sueltas del culto de animitas pueden ser filiadas a muchocientosmil casos dispersos en mapa y calendario. Pero así como vemos los parecidos entre cosas diferentes, veamos las diferencias entre cosas parecidas».
P: Con esto de las diferencias y las igualdades, tú señalabas que ni siquiera en las palabras había acuerdo…
«Ah. La torre de Babel nuestra de cada día. Un niño dice “Vi pájaros en la playa”, y tú le especificas: “Son gaviotas, no son cualquier pájaro”, y un lugareño te especifica más: “Son gaviotas capucha y dominicanas, no son cualquier gaviota”, y un científico especificará aún más: “No cualquier capucha ni dominicana, son larus dominicanus y macullipenis”. Porque debemos saber en qué nivel estamos hablando, y de qué, en temas de objeto de fe hay una ensalada: a las animitas la gente puede llamarlas “señales”, en el sur, “descansos”, en el centro, “crucecitas o almitas”, en el norte. Pero los estudiosos debemos exigirnos precisión: o al menos que definamos bien, para evitar el error».
«Cuando uno redacta parece feo repetir palabras y se usan conceptos que parecen sinónimos, en vez de animita algunos ponen cenotafio o crucecita, o en vez de mito ponen leyenda, o en vez de adivinanza ponen enigma. Pero no son sinónimos y se producen enredos. En fin, se desvió la conversación; volvamos al punto. Son miles las animitas pero obedecen a un solo modelo primordial, y…»
P: Perdona esta interrupción, escuchándote me nació una inquietud… ¿Cuántas animitas hay en Chile?
«En Chile, hoy. Uuuáh. Son una realidad en constante movimiento: inicio, consolidación, disminución y fin, todos los días. Es como decir cuántas hojas tiene un árbol. Aunque, por deporte y con una metodología científica que se llama ‘ojímetro’, Sandra Rojas pasó varios días calculando».
«Mira. Hay animitas como las de la Difunta Correa, que en realidad corresponden a una sola figura, presente en cuatro países, pero que sepamos en Chile hay sesenta emplazamientos en distintas regiones, muchos de ellos tienen alrededor de dieciocho casitas rodeadas de botellas de agua. La palabra casitas es engañosa, ya veremos, pero usémosla para no dar lata acá. Así que por parte baja ahí tienes quinientas casitas, pero una sola animita: la Difunta».
«Poca cosa, si piensas que una animita sola, como Fortuoso, en Puerto Montt, tiene en un solo lugar alrededor de 250 habitáculos. Y que animitas como Romualdito, con cerca de cincuenta, o Malvinita, que está en varias partes de Chile, no son casos únicos. Entonces, ¿cuántas animitas habrá en Chile? Hay un sistema que consiste en cuadricular el mapa de un camino y multiplicar las animitas de un cuadro por el total. Jacinto Bustos lo hizo en la panamericana norte: consiguió fotos satelitales, y se rindió. Porque además las animitas se le confundían con otras cosas: marcas de muerte comunes, casuchas de perro, casitas para guardar leña, ermitas de santo, grutitas marianas, en fin».
«En Chile, en 2007, había por lo menos quinientastreinta mil animitas, en distinta vigencia. Pero es como calcular cuantas gotas trae una ola: cambian a cada rato y en verdad el dato no es importante. Cada una de esas nosecuántasmil animitas corresponde a un solo modelo mítico. Hoy a seis mil metros parados hay animitas emplazadas por montañistas; y bajo el mar hay animitas emplazadas por buzos. Ni hablar de aquellas del desierto, o las de la antártica. Cuando nuestros astronautas de estas zonas lleguen al planeta Ultrania, lo colonicen y se muera uno, aunque usen otros materiales le harán una animita, porque eso es lo que la tradición les manda (ríe). Si hay comunidad, se mantendrá».
P: Vamos a mundos más cercanos: cuéntame sobre tus estudios. Llevas casi cincuenta años investigando lo mismo, animitas y cultos de muerte.
«Otra cosa lleva a la una. Cierta deplorable inestabilidad laboral me ha hecho ir de un lado a otro por todísimo el país y otras distintas zonas culturales (ríe) de modo que he podido ver in situ el fenómeno, y eso lleva a preguntarse cosas y tratar de responderlas».
«Por ejemplo, durante el gobierno militar en Chile fueron fusiladas sólo cuatro personas después de proceso legal, por un pelotón de gendarmería. Dos carabineros y dos CNI, los psicópatas de Viña y los dinamitadores de Calama. No direccionaron hacia animitas sus tumbas sino a algo espeso: el mundo de los favores negativos, de las maldiciones y brujerías. Al contrario que fusilados “buenos”, como Emilio Inostroza, en Temuco, o Serafín, en Valdivia, o Dubois, en Valparaíso. Eso en Chile, pero ¿en otros lugares se da lo mismo e igual? ¿Qué pasa con el fusilado Apaza, en Perú, por ejemplo? Tuvimos que investigar eso y nos llevó un par de lustros…»
P:-Después de casi cincuenta años publicas tu libro sobre animitas. ¿Por qué ahora?
«Ril editores me había ofrecido publicarlo hace mucho, y lo tenían hasta diseñado, pero debí pararlo porque cambié la definición y eso terremoteó el trabajo total. Después hubo problemas con la tesis de origen, que había que probar y comprobar, y eso implicó un montón de trabajos buscando datos. Uno dice “trabajos” y esa palabrita engloba labores de detective buscando libros o publicaciones, de viajero viviendo con las comunidades, “navegando”, en fin, el fin. No es cosa poca andar por el laberinto sin murallas del desierto o metiéndose a los pantanos».
«También tuve que implicarme en el estudio de fenómenos otros, para no confundirlos: los cementerios simbólicos, las marcas muertas, los descansos, y etcétera etcétera por la carretera. Y luego vienen los problemas de escritura: las cosas pasan simultáneas y toda descripción es sucesiva, las cosas pasan enredadas o relacionadas y un texto se configura con un solo hilo. En fin, cambió el panorama editorial en el país y ya las editoriales le sacaron la vuelta a arriesgar fondos propios y eso frenó el proceso. Ahora, el Fondo del Libro a través de la línea apoyo a la industria, que es apoyo a editoriales, se implicó, así que debemos agradecerle como si fuera una animita sus favores concedidos».
P: ¿Qué tal la recepción?
«Como pan tibio. Van entregas a público cautivo y se han hecho algunas donaciones. Hay algunos grupos constituidos en torno a animitas y era lógico entregarles. Por ejemplo la figura de Hermógenes San Martín, en Iquique, generó sociedades de creyentes. En Valparaíso están los descendientes de la Sociedad de Amigos de Dubois, sin personalidad jurídica ni nada, porque justamente cuando iban a legalizarse no quisieron inscribirse usando las únicas opciones de agrupación social o deportiva. No quisieron ser “entidad religiosa” porque nunca lo fueron. Y así por todo el territorio. El libro está recién salido, imagino que al menos los estudiosos o interesados en el tema querrán hojearlo (ríe nombrando una retahíla de personas)».
P: ¿Qué trae este estudio a nivel temático?
«Definiciones, tan necesarias, descripción de las partes del fenómeno, clasificación de cuantos tipos de animitas hay. Pues hay grandes diferencias entre una animita caminera, solitaria, de la cual no se sabe ni el nombre, y otras como las de la Difunta o Dubois, donde saber la historia es parte del culto. Y una tesis sobre el origen de las animitas y más o menos en qué fecha se inició y por qué. Además, está la primera colección de relatos de animitas tomados directamente de los creyentes, sobre mandas, favores, historias simpáticas. En fin, casi cincuenta años de terreno y biblioteca».
P: ¿Con esto se cierran tus investigaciones sobre cultos de muerte? ¿O tus acercamientos al tema?
«Unamuno hablaba del afán. Crees tener un afán pero el afán te tiene a ti, de modo que aunque decida yo no decido yo. Como cuando renuncié a mi trabajo en educación: quería ser mi propio jefe y terminé siendo mi propio empleado. En fin, con respecto a mis investigaciones siento que debería cerrar tres o cuatro hilos pendientes, apurándome muy despacio pues como cualquier cocinero sabe cada cosa tiene su tiempo de preparación, pero por otro lado no querría que sacando o poniendo una coma me llegue el punto final a mí».