Vía Resumen / En el valle que se forma entre la ribera del Rio Andalién y el Rio Biobío, zona donde antiguamente abundaban humedales, lagunas, bosques y animales, hoy en día se expande la ciudad de Concepción. En las últimas décadas, el negocio inmobiliario se ha extendido en todas direcciones incluyendo el noroeste de la ciudad en la ribera del Rio Andalién, creando nuevos barrios para las clases medias y altas de la comuna. Distintos sectores residenciales más o menos exclusivos se han levantado sobre humedales y bosques nativos como los sectores de Las Princesas, Barrio Torreones y Lomas de Bellavista, entre otros.
En el año 2008, una empresa inmobiliaria, en conjunto con el Banco del Desarrollo, se encontraban construyendo un nuevo barrio de más de un centenar de casas pareadas de dos pisos con firmes estructuras de ladrillo, madera y cemento.
El proyecto inmobiliario, sin embargo, nunca se concretó y quedaron algunas casas construidas y otras a medio construir. El problema fue que el Banco involucrado en el negocio quebró y la obra se paralizó. La cooperativa de vivienda que gestionó el proyecto perdió su dinero y hasta el día de hoy se encuentra en juicio para recuperar lo invertido.
La construcción estuvo abandonada cerca de 6 años hasta que en 2014 un grupo de pobladoras y pobladores se tomó las casas dando vida a una interesante experiencia de okupación, acción directa y organización colectiva del habitar, un verdadero “Barrio Integrado Okupa” a las orillas del Río Andalién y en el corazón de una zona residencial de clase media relativamente acomodada en la comuna de Concepción.
La iniciativa
En agosto de 2014 un grupo organizado de pobladores y pobladoras sin casa irrumpieron en el sector de Las Princesas, comuna de Concepción. Su objetivo: okupar decenas de casas en completo abandono y en proceso de degradación durante años.
Rompiendo el cerco, marchando conjuntamente y con pancartas en alusión al derecho a una vivienda digna los y las vecinas se tomaron el recinto habitacional. La mayoría provenientes de poblaciones como Lorenzo Arenas, Teniente Merino, Barrio Norte y los cerros de Talcahuano, todas personas sin solución habitacional en un país en donde el habitar un techo digno suele ser un privilegio.
Pronto se organizó el nuevo barrio okupado a través de guardias continuas para el control territorial del espacio y evitar posibles desalojos, trabajos comunitarios de limpieza, restablecimiento de servicios de agua y luz, pintado de murales, mejoramiento y cuidado de la sede comunitaria, entre otras actividades de recreación y esparcimiento.
En un primer momento había mucha energía y se implementó una biblioteca comunitaria, un invernadero que funcionó durante un par de temporadas, se construyó una plaza comunitaria, huertas comunes, además de talleres de agroecología, danza, dibujo, jornadas de juegos y actividades para niñas y niños, así como el festival Callejearte, entre otros eventos que daban vida a la “toma”.
En las periódicas asambleas muy concurridas en un comienzo se votó el nombre definitivo de la iniciativa llamada “Toma de pobladores y pobladoras en lucha: Una Nueva Esperanza”. Y aunque estrictamente no es una “toma”, ya que estamos frente a una “okupación” de viviendas, se eligió ese nombre por representar la acción fundamental del movimiento de pobladores y pobladoras durante la historia de este país.
Esta experiencia que también es conocida como “Toma de las Princesas” o “Okupación Nueva Esperanza” es una iniciativa surgida desde pobladores y pobladoras, con apoyo de una serie de organizaciones e individualidades que aportaron en la creación de este proyecto desde diferentes orientaciones políticas.