En evolución hay un fenómeno fantástico que es el de la «exaptación», que es cuando la función inicial de un órgano cambia y comienza a cumplir una función diferente. El ejemplo clásico es el de los pulmones, que habrían evolucionado desde vejigas natatorias, vale decir, estructuras que ayudaban a los peces a flotar, a estructuras que ahora permiten a los vertebrados terrestres respirar.
El de las AFPs es también un fenómeno de exaptación, pero mentiroso, porque se crearon para que la gente recibiera buenas pensiones, pero la justificación de su existencia es cualquiera menos ese. Su creador, José Piñera, por ejemplo, cuando lo defiende, habla poco de las pensiones reales, pero mucho -y siempre con el mismo gráfico- sobre lo útil que ha sido el sistema para que Chile crezca milagrosamente y sea un ejemplo en la región: La mejor casa en un mal barrio. También ha servido, dicen los afpistas, para estabilizar la economía y controlar la inflación, porque si la gente, irresponsable, tuviera toda esa plata en sus bolsillos, la gastaría y los precios se dispararían. También, sirve, dicen los mismos, porque es un estandarte de la libertad económica, el mascarón de proa que legitima a Chile como ese buen alumno en un curso de mediocres.
Pero la exaptación de las AFPs es mentirosa por dos cosas. Estructuralmente, los chilenos seguimos envejeciendo. No hemos encontrado la fórmula de la eterna juventud y, por tanto, el sistema creado para las pensiones debería servir, especializadamente, a ese fin y no a otros. Es abusivo que en una economía que ya reparte de manera injusta y que es tan desigual como el chileno, la estabilidad y el crecimiento de su economía, dependa del salario de los trabajadores, que ya mucho hacen con su trabajo para producir riqueza en el país.
Tampoco es cierto que sean un símbolo de libertad, porque se trata de un secuestro que hace el Estado, por ley, desde el bolsillo de los trabajadores, para que los gerentes de las AFPs especulen o pongan esa plata donde se les ocurra. Un negocio tan redondo para unos pocos, que solo fue posible gracias a que se implementó cuando el Estado había sido, a su vez, secuestrado por esa élite de beneficiarios durante la dictadura. ¿Libertad mis amigos? ¡Pero la plata está ahí, lejos del Estado y sus mafias! dicen sus paladines. En efecto, está ahí pero no para sus dueños, que son los trabajadores, que no la pueden tocar y que cuando preguntan si pueden hacerlo, son tratados como irresponsables y populistas.
Los defensores del sistema de AFPs, han saturado el debate a punta de estos mecanismos de exaptación económica, que como vemos son injustos y mentirosos. Por eso, concluyo, que las AFPs son más comparable con las «estructuras vestigio», que en evolución se definen como aquellas que pudieron haber servido alguna vez, pero que quedaron ahí, inútiles, como un remanente de lo que fueron o de lo que pudieron ser, como el coxis, el último huesito de la espalda que alguna vez fue el comienzo de una cola, pero que hoy por hoy no sirve para nada más que para que te duela mucho cuando te caes de poto… como las AFPs.