Por Andrés Kogan Valderrama
La reciente entrega de la nueva propuesta de Constitución, luego que fuera aprobada en el Consejo Constitucional, más que una posibilidad para un Chile justo y solidario, es más bien una pesadilla para quienes vimos en este nuevo proceso una oportunidad para tener una nueva Carta Magna que dejara atrás el legado de las tres constituciones anteriores, las cuales fueron redactadas por y para una elite en el país.
De ahí que si uno revisa la nueva propuesta constitucional (1), es un texto más neoliberal incluso que la Constitución actual y dirigida a un pequeño grupo privilegiado en Chile, que usa la idea de libertad para profundizar desigualdades de todo tipo, negando así la posibilidad de construir un nuevo pacto social y una convivencia en el país más democrática y plural, que se haga cargo de los malestares acumulados, que derivaron en la revuelta del año 2019.
En consecuencia, el texto propuesto mantiene un modelo de sociedad excluyente, a través de la privatización de nuestros derechos, que se puede ver en la mercantilización de la salud, la seguridad social, la educación, el agua, la vivienda, como también una abierta negación a trabajadores, personas con situación de discapacidad, niñas, niños y adolescentes, pueblos indígenas y mujeres.
En otras palabras, se vació de contenido por completo el Estado Social y Democrático de Derecho, transformándolo en un ente de papel y decorativo, sin ninguna capacidad de garantizar derechos básicos y reconocimiento a ciertos grupos que históricamente han sido excluidos y maltratados por los sectores más acomodados del país.
En el caso de la temática de género, es claramente una Constitución ‘antimujeres’ ya que pone en peligro la ley de aborto de tres causales, pone en riesgo la ley papito corazón y el pago de pensión respectivo y no se reconoce el trabajo doméstico y de cuidados, lo que es un claro retroceso para la mayoría de la sociedad, que queda extremadamente desprotegida.
Por si fuera poco, esta nueva propuesta constitucional legitima el abuso explícitamente, a través de un marco que limita el poder y las facultades del Estado contra las grandes empresas, se le da libertad vigilada a violadores de los derechos humanos que se encuentran en la cárcel de Punta Peuco e instala normas ambientales pro empresas, que solo profundizan la concentración de la riqueza, el extractivismo y la crisis socioambiental actual.
Por último, es una propuesta contra las comunas y contra las regiones de Chile, ya que desfinancia completamente a las municipalidades más pobres y perpetúa el centralismo histórico y portaliano del país, destruyendo la relación más directa que tienen los ciudadanos con lo público, lo que solo beneficia a una elite empresarial que le da lo mismo el bienestar de todas y todos.
Ante lo dicho anteriormente, estamos en presencia de una Constitución que a diferencia de la del año pasado, pone en riesgo mínimos básicos que pensábamos que también iban a estar en esta nueva propuesta, pero resultó ser el producto de una ideología antisocial y estadofóbica, liderada por el Partido Republicano, que transformó la discusión constitucional en una disputa presidencial, que solo intenta desacreditar al gobierno de Gabriel Boric para así posicionar a José Antonio Kast como candidato para el año 2025.
Por el contrario, la primera propuesta constitucional del año pasado podrá haber tenido ciertas imprecisiones en algunos temas, pero era un texto explícitamente contra los abusos y promotor de derechos, en donde la salud, la vivienda, la educación, la seguridad social, los pueblos indígenas, las mujeres, las personas neurodivergentes, las regiones, las comunas, los niños, niñas y adolescentes, los animales no humanos, las personas en situación de discapacidad y la Naturaleza misma, tenían un espacio central.
Por lo mismo, estamos obligados a llamar a votar en contra de esta propuesta constitucional a favor de los privilegios, y hacer campaña para que se rechace esta vez, cerrando así de muy mala manera el episodio histórico más democrático que hemos tenido nunca como país, el cual no pudo, por muchas razones, tener un resultado positivo y esperanzador para Chile
No obstante, si bien hay que asumir nuestra derrota histórica con este cierre del primer proceso constituyente de Chile, no nos podemos quedar sentados a esperar que ocurra un nuevo estallido social en el país, sino seguir resistiendo a la ofensiva de una ultraderecha fascista libertaria que está dispuesta a todo con tal de imponer su agenda anti derechos, como también juntando fuerzas para seguir luchando por los buenos vivires.
Que las derrotas políticas nos sirvan para reflexionar y que nos obliguen a juntarnos y articularnos nuevamente, ya que la historia y la acción colectiva no se cierra con este fracaso constitucional, que podrá haber tenido un desenlace inesperado y paradójico, pero que nunca será el fin de nuestros anhelos y horizontes para un Chile diferente.
Por Andrés Kogan Valderrama
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