El Desierto de Atacama sigue maravillando por sus tesoros paleontológicos. Hace poco más de un mes, investigadores de la Facultad de Ciencias de la Universidad de Chile y del Museo de Historia Natural y Cultural del Desierto de Atacama presentaron en el Journal of Vertebrate Paleontology el estudio que permitió identificar a dos géneros de plesiosaurios que vivieron en esta zona hace unos 160 millones de años.
El mismo equipo sorprende ahora con los primeros fósiles de pliosaurios encontrados en Chile, especie conocida por ser uno de los mayores depredadores marinos del Jurásico.
El hallazgo, por el momento consistente en fragmentos de mandíbula y extremidades, representa el segundo registro más antiguo de pliosaurios en el Hemisferio Sur, después de una vértebra aislada encontrada en Argentina correspondiente al período Caloviano (168 a 166 millones de años), y el primero asociado al periodo Oxfordiano, época que comprende desde 163 millones hasta 157 millones de años atrás.
Rodrigo Otero, paleontólogo del Proyecto Registro Fósil y Evolución de Vertebrados de la Universidad de Chile que lideró esta investigación, explica que el descubrimiento, junto con representar el primer registro nacional de pliosaurios, llena una brecha temporal entre los restos del Caloviano y dos especies endémicas halladas también en Argentina del período Titoniano (152 a 156 millones de años atrás).
Los restos fueron encontrados en dos sitios ubicados en la cuenca del río Loa, zona que hace 160 millones de años estaba casi totalmente sumergida en el Océano Pacífico. El descubrimiento fue posible luego de distintas campañas realizadas al sector desde el 2017.
“Ambos especímenes vienen de un sector próximo a Cerritos Bayos, a unos 20 kilómetros al oeste de Calama. Del primero obtuvimos un fragmento de mandíbula. Del segundo espécimen, en tanto, hasta ahora hemos recuperado parte de una cintura, aparentemente pectoral, una aleta relativamente completa (de la que describimos por ahora sólo el húmero, mientras que el resto espera ser preparado) y el fémur, que ya se había erosionado en gran parte y fue recuperado peinando sedimentos recientes. De acuerdo a lo que hemos visto en terreno, es posible que la cola y parte de la pelvis se hayan erosionado, pero lo interesante es que hay una aleta completa, aparentemente el cuello, y lo mejor de todo, hemos confirmado que se encuentra preservado el cráneo”, explicó Rodrigo Otero.
¿Cómo eran los pliosaurios?
Los pliosaurios fueron reptiles marinos emparentados con los plesiosaurios que reinaron en los mares del Jurásico. Su enorme cabeza, mandíbulas y dientes, así como el impresionante tamaño que podían alcanzar algunos géneros (hasta 15 metros o más) son parte de las características anatómicas que distinguen a este megadepredador.
Otero agrega que este animal “se caracterizaba por poseer un gran cráneo con el rostro alargado, con dientes muy robustos y firmemente unidos a la mandíbula. El cuello era corto y robusto, su cuerpo era hidrodinámico y sus extremidades estaban adaptadas a modo de aletas».
Respecto a las características de estos especímenes chilenos, Otero describe que “el fósil completo debe medir entre 6 a 7 metros, su cráneo tiene cerca de 1 metro de largo, con dientes con forma de ají, los que rondan los 8 a 10 cm. Por el momento, no sabemos de qué género puedan tratarse, pero eso lo podremos aclarar cuando se prepare el cráneo y/o la aleta completa”.
Por otra parte, el investigador recuerda que el pliosaurio se ubicó en la cúspide de la cadena alimenticia: “Era un depredador de organismos grandes, posiblemente plesiosaurios, ictiosaurios y tiburones, entre otros. Haciendo un paralelo con la fauna marina actual, los plesiosaurios eran más parecidos a las actuales focas, mientras que el pliosaurio se asemejaba ecológicamente a las actuales orcas. Es muy probable que entre los pliosaurios estuvieran los depredadores tope de la cadena trófica del Jurásico Superior”, plantea el paleontólogo.
“Los pliosaurios existieron hasta mediados del Cretácico. Tras su extinción, su nicho ecológico fue ocupado por otros reptiles, entre ellos, los mosasaurios”, complementa Otero.
Biodiversidad jurásica
Los restos de estos reptiles marinos fueron detectados cerca de los sitios donde se encontraron también los fósiles que permitieron identificar a los géneros de plesiosaurios Muraenosaurus y Vinialesaurus. El hallazgo del pliosaurio, en este sentido, agrega información clave sobre la amplia biodiversidad marina de esta zona durante el Jurásico.
Sobre este punto, el investigador de la Universidad de Chile señala que aún existe un amplio registro fósil de fauna prehistórica por identificar en el Desierto de Atacama.
“En el sector que estamos estudiando, hemos hallado nuevos materiales de vertebrados marinos, incluyendo restos craneales de ictiosaurios, cocodrilos marinos y plesiosaurios, junto con una diversidad de peces que abarcan desde formas muy pequeñas hasta formas filtradoras gigantes que se estiman en unos 10 metros de longitud”, indica Rodrigo Otero.
Finalmente, el especialista plantea que esta diversidad de vertebrados marinos hallados en la zona, hasta ahora sugiere la hipótesis de un corredor marino o “Corredor del Caribe” que conectó la fauna marina del Mar de Tetis (Atlántico norte de hoy) y la del antiguo océano Pacífico durante el Jurásico Medio y Superior, cuando parte del territorio chileno estaba sumergido en el mar y Sudamérica aún integraba Gondwana.
“De todas maneras, esta ruta con seguridad varió durante el Jurásico y pudo reflejar pulsos de intercambio en determinados momentos de ese período, sin necesariamente excluir otras rutas”, puntualiza el investigador.
Las extremas condiciones de excavación y la actual pandemia también han significado una dificultad para continuar con la extracción de los restos: “Uno de los fósiles aflora en un sector con mucha pendiente, donde corre mucho viento y donde la radiación es altísima. Además, no existen caminos que permitan llegar al lado del fósil, por lo que su extracción tiene que ser ‘a pulso’, transportando enormes bloques entre varias personas cerro abajo. Todo esto hace que la recuperación y el estudio sean muy lentos. A ello tenemos que sumarle la pandemia, que eliminó toda posibilidad de trabajar en terreno durante este 2020, por lo que este espécimen tomará más tiempo para su completo estudio”, finalizó el investigador.