1.-
La concepción del bien y su proximidad a la teoría de los valores viabiliza que la educación cumpla su tarea señera: la formación del espíritu de la persona. Se produce una segmentación del proceso formador cuando se separa la unidad de la existencia, esto es, cuando la economía se convierte en fundamento de la educación. Entonces la educación deja de caminar hacia el bien y, por tanto, deja de ser, dado que la persona ya no está directa y totalmente comprometida frente a sí misma. Se dice que en la actualidad la educación tendría base científica. Pero la ciencia no es “visión del mundo”, menos aún cuando ha sido confundida con la tecnología y se le ha orientado a acrecentar el poder de quien adquiere dicho conocimiento, bajo la conclusión de que todo lo que domina le pertenece.
Es así como la persona es o puede ser objeto de cualquier tipo o forma de investigación científica, porque no es considerada una finalidad, sino un objeto del poder que le otorga la técnica y que es indefinido. La ciencia se ha atribuido todo el dominio del conocimiento excluyendo toda ingerencia filosófica y, por tanto, la persona como problema de sí misma. No obstante, allí radica la debilidad principal de la ciencia: si no se sabe qué es el ser, no se puede saber lo que las cosas son. Y, en consecuencia, tampoco se sabe lo que es la persona humana. Luego, como la educación es algo propio de la persona, necesariamente debe fundarse en la filosofía.
La esencia de la persona es estar radicalmente desorientada. No obstante, al hacer filosofía busca una orientación radical en su situación de construcción del mundo y, en consecuencia, de la vida. Todos los demás quehaceres son sus decantaciones. Al hacer filosofía, la persona se encamina hacia la verdad radical, por lo que debe renunciar a toda afirmación que ella misma no haya elaborado en la soledad que le permite conocerse a sí misma. Aquí es donde radica la realidad, a la que debe tender la educación, porque es el bien máximo.
La filosofía conduce a la distinción entre la realidad absoluta-universal y la realidad relativa-particular. Quien alcanza esta distinción es la persona culta. Y la cultura es creada a través de la educación. El solo conocimiento empírico es una posibilidad de percepción, fuera de la cual estaría la nada. Pero lo real es lo que necesariamente es y no puede no ser. Es lo que no es nada. Si algo es real, existe. Siendo la realidad la posibilidad de, su estudio corresponde a la filosofía: el estudio de la realidad en cuanto realidad y sobre el sentido de la misma.
2.-
Lo que conduce a la posibilidad de la realidad es el devenir, porque lo que es, está en acto y, a la vez, tiene la posibilidad de devenir en otro ser. Si el ser es en acto y en potencia, es libertad. La persona tiene necesidad de libertad. La auténtica libertad es interior, porque la vida es algo que se da hacia el porvenir. Y la educación se da hacia el porvenir. Fuera de la libertad no puede haber educación, que es la expresión misma de la libertad. Es lo que trasciende al mercado y a los cálculos económicos, porque es trascendente, es decir, es un movimiento y, a la vez, es lo que permite el movimiento y que no es otra cosa sino el sentido de la realidad, de la existencia, de lo que es.
Siguiendo a Heidegger, trascendemos sin cesar hacia nuestro porvenir y nuestras posibilidades. Dicha trascendencia es el punto de partida del que se puede arrancar y al que, por otra parte, nada precede. En otros términos, el punto de partida más radical que pueda darse es la pregunta. El renunciar a preguntar es renunciar a pensar. La pregunta es el único punto de partida posible. En la medida que algo es, todo es interrogable cuando en el preguntar se conoce siempre el ser o el sentido del ser. El proceso del preguntar (y del responder) es el diálogo, antiguo y aún vigente método para alcanzar la verdad y que es indispensable en educación para que ésta sea educación.
Esta unidad se expresa en multiplicidades que, siendo diversas, constituyen un universo. Cada particularidad es en dependencia de los demás, formando así un orden universal. Cada particularidad es diferente de todo otro y semejante a todos los demás. Es cerrada sobre sí misma y abierta al conjunto. Es individual y comunitaria. Ello implica una estructura, a fin de que lo particular mantenga semejanza y diferencia con todo lo demás. En esta distinción se realiza el proceso educativo y no en la subordinación a una visión positivista, tecnocrática y economicista que fracciona la realidad.
3.-
Todos los profesores saben que las reiteradas reformas elaboradas por “expertos” son falsedades porque se basan en criterios economicistas y, a la vez, estos expertos y pseudo investigadores ocultan la ocupación de cargos sin fines claros, aparte de corresponder a “pagos” de servicios de parte de quienes ejercen poder. Se imponen normas, currículas, programas, planes, etc., con caracteres tecnocráticos, sin consultas ni participación de quienes ejercen la docencia. No es extraño, por tanto, que Unesco proyecte un déficit global de 44 millones de docentes para 2030. En América Latina y El Caribe, el déficit docente alcanzaría a 3,2 millones. En Chile, el Consejo de Rectores de Universidades ha proyectado un déficit de 33.000 profesores hacia igual fecha. Por su parte, la Universidad del Bío-Bío ha señalado que el 20% de los profesores se retira en los primeros cinco años de docencia. En términos generales, los factores que inciden en ello radican, en primer lugar, en las condiciones laborales de injusticia: bajos salarios, sobrecarga laboral, falta de reconocimiento de la sociedad. Incide la mala formación entregada por las universidades, debido a que éstas también han entrado en el juego del mercado, lo que implica ausencia de auténticos académicos, por lo que no hay transmisión de sabiduría. La profesión “académico” no existe en Chile. “Sólo los académicos pueden formar personas críticas, autónomas, creativas y, por lo tanto, ser el grupo formador de más alto nivel de los profesionales chilenos. De nada sirven las reformas educacionales a nivel Parvulario, Jardín Infantil, Enseñanza Básica o Secundaria, si los tutores o docentes en estos niveles no tienen el nivel de formación académico más alto que Chile puede dar. Nadie puede dar lo que no tiene. Si hay Academia en Chile, este alto nivel cultural se transmitirá a todo el país por los profesores de Estado, parvularias y otros docentes, formados por estos académicos y así a toda la sociedad chilena. Si la academia desaparece, el nivel cultural de Chile, que ya se está derrumbando, llegará a un estado de retroceso de décadas o quizás siglos en forma irreversible” (1).
Las direcciones escolares sostienen un énfasis administrativo y de control ideológico, por lo cual el profesor padece de escasa autonomía y deficiente capacidad de decisión en su propio ámbito. Los análisis de la situación educacional son fragmentados: formación inicial, inducción, desarrollo y evaluación. A lo anterior se suma la falta de incentivos y la nula valoración profesional. Es así como la función del profesor se ha reducido a convertir a éste en un sujeto pasivo, sometido a evaluaciones estandarizadas que priorizan el individualismo y la competencia por sobre la formación de la conciencia de las personas de los estudiantes.
No hay educación sin una base filosófica de sustentación. No hay educación sin filosofía. Y sin filosofía no hay humanización. La filosofía, en su búsqueda de la verdad, proporciona un encuentro con la realidad. Porque el valor de una persona no depende de la posesión de capacidades singulares, logros cognitivos y tecnológicos o éxito individual, sino de su dignidad intrínseca. La verdadera educación se propone la formación de la persona humana en orden a su fin último y al bien de las distintas sociedades y culturas. Su tarea esencial es formar el intelecto para razonar bien en todos los ámbitos, para proyectarse hacia la verdad y asumirla con responsabilidad. Por tanto, es indispensable romper ese imaginario sobre la educación, según el cual educar es llenar la cabeza de ideas. Así se forman autómatas, macrocéfalos, no personas. Educar es arriesgarse en la tensión entre “la cabeza, el corazón y las manos”. En el centro de este trabajo de formación de la persona humana integral está la relación indispensable entre maestro y alumno. Porque los profesores no pueden ser obligados a sólo limitarse a transmitir conocimientos, sino que deben ser también modelos de las principales cualidades humanas e inspiradores de la alegría del descubrimiento tras las preguntas esenciales de la persona humana (2).
Por Hervi Lara B.
Santiago de Chile, 24 de abril de 2025.
NOTAS
- Carlos Valenzuela. Programa de Genética Humana, Facultad de Medicina, Universidad de Chile. Carta del 20 de marzo de 2003 al entonces ministro de Educación, Sergio Bitar. ↩︎
- Cfr: ANTIQUA ET NOVA. Nota sobre la relación entre la inteligencia artificial y la inteligencia humana. Dicasterio para la Doctrina de la Fe y Dicasterio para la Cultura y Educación. Roma, 28 de enero de 2025, Memoria Litúrgica de santo Tomás de Aquino, Doctor de la Iglesia. ↩︎
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