Por Fernando Leal Aravena, Abogado / Dijeron que los estudiantes que saltaron los torniquetes en el Metro, como un acto de protesta, eran unos ilusos. “Esto no prendió cabros” aún se escucha de uno de los “príncipes” de la DC, un miembro de la elite, sin calle, sin empatía, disociado de la dura realidad que por años soportaron los chilenos, y en la que ellos se enriquecieron y acostumbraron a administrar este sistema perverso.
Esa bendita juventud que nació en esta pseudo democracia, creció sin el miedo de quienes nos criamos con toque de queda, con desaparecidos, con falsos enfrentamientos, con partidos políticos proscritos del sistema y en donde opinar distinto te hacía blanco de persecuciones. Esos jóvenes tantas veces vilipendiados, que dieron cara en las movilizaciones más masivas de que se tenga memoria, que organizaron una Primera Línea para proteger a sus hermanos manifestantes y muchos de los cuales terminaron mutilados o encarcelados, si, esos jóvenes son los que empezaron esto, son los que tomaron la bandera de la igualdad, de la equidad, de la justicia.
El 23 de julio de 2020, quedará marcado en nuestra historia republicana como el día que las calles, las movilizaciones, los caceroleos sonaron tan fuerte, que lograron que la clase política -sorda por años- por fin escuchara el clamor popular y entendieran que no era época de cálculos, de cuidar la economía, sino de salvar la crítica situación en que se encuentran miles de chilenos en medio de la actual pandemia.
Este caminar no fue fácil, no estuvo exento de víctimas, son mujeres desnudadas en cuarteles policiales, jóvenes y adultos mutilados, muertos, si, muertos en el estallido social que aún esperan justicia, un país que fue testigo de las más recientes, graves, masivas y reiteradas violaciones a los derechos humanos, confirmadas por numerosos organismos internacionales.
¿Valió la pena? Cada vida cegada, cada ojo perdido, cada abuso nos duele como colectivo, como patria, y resulta impensable que muchos tuvieran que ofrendar su vida, su futuro, para que muchos hoy accedan a un derecho. Cuando usted reclamó contra tanta protesta, sepa que eso es lo que permitió que se empezara a derrumbar el muro del sistema de AFP, mal llamado sistema de pensiones, que ha terminado siendo por años, un sistema de flujo de capitales.
Hoy despertaremos y el café estará más dulce y la marraqueta más crujiente, sabremos que era verdad esa hermosa canción que dice “El pueblo unido jamás será vencido”, que podemos tomar nuestro destino en las manos, que si participamos y nos comprometemos con el colectivo, Chile cambiará, nuestro entorno cambiará, y ya no podrán seguir abusándonos, esquilmándonos, torciéndonos la historia.
Por Gustavo Gatica, por Fabiola Campillay, por tantos y tantas, no nos soltemos más de la mano, cambiemos Chile, podemos, nos lo debemos y derribemos la Constitución del tirano, el proceso constituyente ya se inició en la Plaza Dignidad y ya no lo para nadie. Es hora de U-NIR-NOS, unidad, unidad, ¡Chile para todos, mierda!