El Gobierno de Gabriel Boric, la vía neo-concertacionista y la crisis global

"Los gobiernos electos por el pueblo contra las opciones de ultraderecha no solo deben darse por tarea programática intentar realizar aquello para lo que se les otorgó confianza y poder, sino que también deben estar atentos a las demandas populares que van en el sentido del bienestar inmediato de los pueblos..."

El Gobierno de Gabriel Boric, la vía neo-concertacionista y la crisis global

Autor: Absalón Opazo

Por Leopoldo Lavín Mujica

Cuando el pensamiento crítico intenta hacer un “análisis concreto de la situación concreta” requiere de una mirada que abarque lo global. Como se sabe, a menudo, el árbol impide ver el bosque. Concretamente, entonces, Camila Vallejo, ministra Secretaria General de Gobierno, miembro de la dirección del Partido Comunista; Karol Cariola, presidenta comunista de la Comisión de Constitución de la Cámara de Diputados; y Guillermo Teillier, presidente del mismo partido, se las ingeniaron políticamente para que no se apruebe el llamado quinto retiro del sistema de ahorro forzoso impuesto por las AFP. Se alinearon públicamente tras la postura esgrimida por Mario Marcel, el socialista y ministro de Hacienda devenido factotum del Gobierno y garante de su conducta política-económica, no solo ante la industria de las pensiones AFP, sino que ante la oligarquía empresarial en su conjunto.

Manuel Riesco, influyente economista del Partido Comunista y admirador de primera hora del Presidente de la República, no obstante, asumió una postura contraria. Riesco escribió en El Ciudadano: “El gobierno y su coalición han quedado en una situación complicada que se va a prolongar y agravar con un costo político creciente. El camino de solución lo dio el propio presidente al justificar su apoyo como diputado del cuarto retiro, contra la opinión de sus asesores. ‘Escucho a mis asesores, pero también al pueblo’ dijo el presidente Boric”.

M. Riesco, cuya posición es también la del ex candidato a las primarias de Apruebo Dignidad, Daniel Jadue (PC), agrega: “El pueblo tiene toda la razón al exigir los retiros. No la tienen sus asesores al oponerse a los mismos. Se trata de una demanda justa que confirma la ilegitimidad absoluta del sistema de ahorro forzoso AFP. Para intentar frenarlos, los partidarios de mantener e incluso agravar este abuso exageran los aspectos negativos de los retiros mientras soslayan sus evidentes aspectos positivos”.

Dos posturas que se revelaron contradictorias al interior de la coalición gobernante y del mismo PC. Por, y contra el quinto retiro. Aunque este haya sido rechazado en la comisión de Constitución de la Cámara, y mientras que otra comisión parlamentaria aprobó un proyecto de retiro de las AFP, alternativo y del Gobierno, pero acotado a ciertos usos propios de las clases medias altas y con buenos ingresos. De todas maneras, las desavenencias quedaron de manifiesto al interior de la coalición gobernante.

Así las cosas, la situación puesta en perspectiva debería interpretarse en este marco político normativo: los gobiernos electos por el pueblo contra las opciones de ultraderecha no solo deben darse por tarea programática intentar realizar aquello para lo que se les otorgó confianza y poder, sino que también deben estar atentos a las demandas populares que van en el sentido del bienestar inmediato de los pueblos.

Si un programa es una especie de contrato entre los que gobiernan y los gobernados que los eligieron, un Gobierno que se concibe vinculado a los movimientos sociales no debe defraudar a sus electores. Gobiernos elegidos en momentos cruciales de la historia de un país y del planeta deben entregar señales claras que expresen esa voluntad de proyectarse al futuro con y por los cambios prometidos durante la campaña. Es la única manera de mantener viva la confianza y la esperanza popular por un mundo mejor. Sobre todo en momentos de gran desorientación nacional y de profundas fracturas planetarias y amenazas en ciernes que se expresan en guerras por la hegemonía planetaria, pandemias, crisis ecológica y económica, crisis de la representación política, abstención electoral; es decir, de desconfianza en los poderes constituidos en crisis ya sea nacionales o globales.

Maniobrar para escamotear los cambios estructurales tan esperados como necesarios con consignas tan manoseadas por la casta política como la “gradualidad” y el “diálogo” produce desazón popular, pues los momentos propicios al cambio que mejoren la vida y hagan realidad las expectativas de las amplias mayorías, cada vez más desfavorecidas por el contexto económico neoliberal, tanto nacional como internacional, se pudren. Las derechas, con su concentrado poder mediático y el de sus organizaciones empresariales acechan, se aprovechan e intentan consolidar su hegemonía. Así se explican los ataques contra la Convención Constitucional. Por el miedo y la angustia que generan las campañas mediáticas en épocas de cambios esperados. En estos contextos fluidos las relaciones de fuerzas son inestables y los agentes reactivos buscan deformar y capturar un proyecto de transformación constitucional, social, económico, ecológico, feminista e igualitario.

Son tiempos en que las derechas reactivas mueven sus peones y trabajan encubiertas y al descampado para imponer salidas de crisis como la de J.A. Kast en la pasada campaña: con más neoliberalismo, más conservadurismo constitucional y más represión contra los pueblos y las libertades civiles, contra los movimientos sociales, y contra los derechos de las mujeres.

Una guerra mortífera sobre la que no se debate en Chile

La Guerra actual en Europa genera más incertidumbre aún y tendrá un impacto global: por ejemplo, la pagarán las clases populares y la baja del nivel de vida será el pan cotidiano de la gran mayoría de los pueblos europeos y de los norteamericanos asalariados. Si la Unión Europea depende de la energía rusa, peor será para africanos y árabes que consumen los cereales rusos y ucranianos. La guerra servirá para justificar medidas anti populares en un contexto de lucha contra la inflación en la que se impone la llamada “responsabilidad fiscal” (dogma de la doctrina neoliberal); de la que de paso, cabe decir, Mario Marcel y Gabriel Boric son adeptos. Pero el debate de fondo es nulo. En tiempos de guerra, la información se instrumentaliza y transforma en propaganda bélica para capturar las consciencias. Y si Chile apoya la alianza occidental hegemonizada por los EEUU en la OTAN, sin debate interno en los partidos de gobierno o a nivel nacional sobre el carácter y alcance de esta guerra, estamos ante un problema de déficit de prácticas democráticas.

El presidente Boric le ha entregado su apoyo al presidente de Ucrania Volodimir Zelensky a través de Twitter. Zelensky, un actor propulsado por el canal de TV de un oligarca ucraniano, es un personaje político implicado en escándalos financieros revelados en los Pandora Papers (*). El mandatario ucraniano se ha transformado en héroe y paladín en lo que es una cruenta escalada guerrera empujada por las potencias mundiales, donde el pueblo civil de Ucrania es incitado a servir de carne de cañón en pos de la realización de objetivos estratégicos de una potencia estadounidense angustiada por el declive de su poderío después de la debacle de Afganistán y el ascenso de China. El presidente estadounidense Joe Biden intenta presentarse como un duro y el hombre de la situación mundial ante las opiniones públicas norteamericanas en vísperas de las elecciones legislativas.  

No decimos que Vladimir Putin sea un ángel. Este es un autócrata que gobierna con una férrea alianza entre el complejo militar-industrial ruso, la alta jerarquía militar, la oligarquía rusa que se enriqueció con el desmantelamiento de la URSS y el apoyo de las clases medias altas a las que el régimen post soviético les garantizó una vida confortable. Putin y la elite rusa optaron por invadir Ucrania después de verse cercados por bases de la OTAN desde la caída de la URSS y en la secuela del conflicto del Donbás en 2014 y la anexión de Crimea. Es una cuestión de potencias estatales que se mueven en un tablero donde el criterio es no permitir que disminuya la potencia de su Estado, sino de conservarla, aumentarla y proyectarla, ya sea soft power (influencia ideológica-cultural) o hard power, puro poder militar con máquinas de guerra mortíferas y sofisticadas de alta tecnología para destruir. Desde Maquiavelo se llama política realista o realpolitik.

Estamos diciendo que es un tema complejo una guerra: que con mayor razón cabe discutir. Y que la paz es un asunto de los pueblos por la que los gobiernos democráticos deben trabajar para imponer soluciones duraderas ante el peligro de la vuelta de la amenaza nuclear. Que no hay que reaccionar emocionalmente. En primer lugar, las naciones latinoamericanas deben construir una mirada propia. En efecto, los medios chilenos no se interesaron en los sucesos que desde 2014 transformaron el Donbás en un teatro de guerra donde la documentación y los análisis de ex consejeros de la OTAN, o de generales franceses (R), demuestran el consistente apoyo militar de EEUU a las elites anti-Rusia de Ucrania con el objetivo de “poner a Rusia de rodillas”, con la participación, entrenamiento y apertrechamiento del Batallón Azov de clara tendencia neonazi. Hecho que no es una invención de la propaganda rusa (ver aquí el reportaje del verpertino Le Monde sobre el Batallón ucraniano neonazi).

En otros términos: la política exterior de Chile, en un contexto de extrema complejidad multipolar y de alta conflictividad, con las consiguientes votaciones decisivas en la ONU, es un feudo de algunos iniciados de la casta política. O sea, en el terreno de la diplomacia de la República (la res = cosa pública) el debate democrático en Chile no existe en el dominio de la política y de las relaciones internacionales. Hoy ha sido silenciado por los partidos de la coalición gobernante. Y bien sabemos que la casta dirigente del PS y el PPD han sido incondicionales del partido Demócrata de EE.UU y acallan las operaciones militares destinadas a asentar la hegemonía militar de los EE.UU, como en el bombardeo de 1999 en Kosovo por Bill Clinton, sin aprobación de la ONU (un “tapiz de bombas” se ufanaron las fuerzas de la OTAN de lanzar sobre Serbia).

Además, los EE.UU no son signatarios de la Corte Penal Internacional, lo que significa que los responsables – autoridades políticas y militares – de crímenes de guerra como Kissinger (Golpe de Estado de Pinochet 1973; bombardeo de Vietnam y Camboya), George Bush padre en 1989 por la muerte de 2.500 a 5 mil civiles panameños (según Comisión de Defensa de los DDHH de Panamá) durante la invasión militar a Panamá; Bill Clinton (bombardeo de Belgrado con muertes “colaterales” de civiles) o George Bush Jr. y su brazo derecho, el ex comandante en jefe del Estado Mayor de las FFAA de EEUU y ministro de relaciones exteriores Collin Powell, (por la invasión de Irak en marzo del 2003 después de mentir descaradamente en la ONU en la que, recordemos, participaron tropas de Ucrania) no pueden ser llevados a la justicia internacional (¡500.000 niños perdieron la vida en Irak por las sanciones impuestas por la ONU en 1991 – la «guerra del Golfo» – según el propio Fondo de la ONU para la Infancia, 1,3 millones según el gobierno iraquí! (*) y se estima que los muertos civiles son de 100 mil a un millón entre 2003 y 2018). “La fila de los que deben ser juzgados en la CPI es larga”, expresaba Pierre Conesa, un ex alto funcionario francés y experto del ministerio de Defensa de Francia en una entrevista televisiva.

Analistas remarcan que, si bien Europa y la OTAN han cerrado filas contra Rusia, la alianza occidental se encuentra aislada en otros continentes. Países africanos importantes como África del Sur, del Oriente Medio y la India no han votado para condenar a Rusia como los occidentales en la ONU. Las razones son históricas más que contingentes: el rol jugado por Moscú en los años 70 en la descolonización, el aprovisionamiento de armas a la India por Moscú, el apoyo soviético a la lucha anti apartheid en Sudáfrica, el trato que Ucrania y Polonia han infligido a migrantes que han transitado estos años por sus fronteras, y la estrecha relación comercial entre África y China son todos elementos que juegan contra las potencias occidentales. Hechos que revelan una desconfianza hacia países otrora fuertes, pero que hoy no gozan del monopolio del poderío militar. Es la opinión del politólogo y diplomático libanés Ghassan Salamé en entrevista con Pascal Boniface, geopolitólogo francés de renombre en los primeros minutos de la emisión titulada “Guerre en Ukraine : vers un monde dispersé ?” (***).     

La vuelta del Concertacionismo al ejercicio del poder o «Esperando a Godot»

Un mes de instalación es suficiente para ver si las intenciones de cambio y la voluntad democrática están presentes en el equipo de Gobierno conducido por Gabriel Boric. Este es responsable de la designación de su equipo ministerial, donde la coordinación en torno a la realización de las metas programáticas debe ser el objetivo estratégico. Lamentablemente esto no se ha visto en el Gobierno del pacto Frente Amplio/PC, al que se incorporó la tecnocracia concertacionista que el mismo pueblo movilizado había repudiado con los “no son treinta pesos, son treinta años”. Esta última entró colada a La Moneda, dejando así pasmado al pueblo ciudadano que eligió a este gobierno precisamente para no caer en manos de la derecha oligarca con Kast ni en la lógica de la impotencia del pasado, que fue el sello de la Nueva Mayoría (Concertación + PC) y que le pavimentó el camino al autoritarismo neoliberal y represivo de Piñera II.

Así fue como la integración de la ex Concertación (hoy “Socialismo Democrático”) al gobierno fue decidida por el presidente Boric con su “círculo de hierro». Fue una política de los hechos consumados. Cabe insistir en que la militancia de base de los partidos de Apruebo Dignidad y el pueblo ciudadano no fueron consultados en esta decisión política, contraviniendo así al espíritu democrático de transparencia, debates contradictorios y toma colectiva de decisiones. Gabriel Boric, siendo candidato, no reveló la influencia que sobre su percepción política tuvieron sus consejeros, de la rancia casta PS y PPD (Maira y Lagos seguro, posiblemente Correa y Tironi también), que le entregaría sus cuadros: los Marcel, Pacheco, Montes, Fernández, Monsalve. Y la operación copamiento del gobierno fue hecha en nombre de la responsabilidad y la “expertise”, y también del imperativo de gobernabilidad de las derechas concertacionistas, pero banalizando el rol anterior de consolidación del neoliberalismo jugado por el mismo concertacionismo.

En resumen, fue el abrazo del oso concertacionista para apagar la llama que porta aún la generación de los cambios: el proyecto asumido por la generación estudiantil luchadora y los movimientos sociales como el de mujeres, salidos de las clases medias, se ve así ensamblado a las viejas prácticas dilatorias de los dirigentes de la transición. Es decir, asociados a una cultura política institucional que desconfía de la movilización popular para generar transformaciones sociales. La casta política concertacionista que apuesta a los cambios por arriba diseñados por la tecnocracia (postulado neoliberal, pues esta sí “sabe” y el pueblo “ignora”) fue la que en el pasado hizo virtud de la convergencia (ver comentarios de Felipe Portales sobre el rol del estratega DC Edgardo Boeninger ícono del concertacionismo) con ese neoliberalismo criticado por la dirigencia del FA en sus tiempos estudiantiles. Todo indica entonces que la armazón programática de las auto llamadas “fuerzas transformadoras” está ausente. Es decir, en el Gobierno hay una coalición que no se dio el tiempo ni tuvo la voluntad de debatir ni de fijar prioridades programáticas ni urgencias concretas.

Las instituciones políticas tienen un contexto histórico

Cabe hacer un poco de genealogía política. Hemos visto en la práctica como la dogmática jurídico-constitucionalista de las derechas es utilizada en el dispositivo mediático tradicional para atacar cualquier propuesta innovadora en la Convención Constitucional. Baste recordar, por ejemplo, que en la historia política la elección de Presidente de la República en las democracias liberales y representativas tiene fecha e intenciones. La figura presidencial se instala en Europa a partir de mediados del siglo XIX, no como un progreso sino como un vestigio de los antiguos regímenes de derecho divino. Es en 1848 que la figura del presidente electo se constituye en Francia por la presión de los partidos realistas, es decir una prolongación de la vida monárquica. De ahí se difunde al resto del mundo: es el origen constitucional del presidencialismo chileno y latinoamericano que copia el modelo franco-europeo.

Además, está la idea de la división clásica de poderes del Estado de Montesquieu y de su “equilibrio” (el “checks and balances” formal que tanto le gusta a las derechas constitucionalistas admiradoras del régimen político estadounidense) para que ese poder no aplaste al individuo. Al menos en teoría. Junto con dos cámaras. La segunda más flemática que la primera. Otra copia. Y el supuesto liberalismo que corresponde a la figura del individuo burgués libre y calculador en el mercado para decidir según su propio interés. Es Estado con sociedad civil inserta en economía de mercado capitalista. Fue ante ese esquema institucional impuesto por las clases pudientes, que alejaba al pueblo del ejercicio del poder, que estalla el acontecimiento extraordinario que fue la Comuna de París en marzo de 1871 donde el proletariado y los pobres de París inventaron durante 72 días sus propias instituciones democráticas. La Comuna fue aplastada de manera sangrienta por las fuerzas represivas de la burguesía francesa. Más tarde, aparece la noción de “Estado de derecho”.

El Estado se da tinte social solo cuando las luchas populares arrebatan a las clases propietarias derechos sociales y libertades públicas y civiles, como la libertad de manifestarse en el espacio público; de sindicalizarse, el derecho a huelga y el seguro social. Para evitar estallidos y rebeliones sociales el Estado en manos de las oligarquías se ve obligado a conceder reformas. Además del derecho a voto de las mujeres casi un siglo más tarde (1940). Todas estas son conquistas populares. Ahí donde el derecho favorecía a los económicamente poderosos en detrimento del pueblo trabajador, el pueblo y la clase trabajadora se organizaron y lucharon.

En ese juego de elecciones y luchas políticas, los partidos se institucionalizarán y transformarán lentamente en verdaderas máquinas de poder alimentados por dineros de las clases dominantes. Por supuesto, los partidos de derecha con ejercicio parlamentario representarán a las oligarquías ya sea liberales o conservadoras. Las socialdemocracias cuyo apogeo consolida estados sociales benefactores entre 1945 y fines de los setenta se neoliberalizan en los ochenta. Ya no serán alternativa real a las derechas neoliberales y a las corrientes neo fascistas iliberales (como Kast, Le Pen, Zemmour, Trump, Orbán) pues entrarán en abierta crisis a partir de los 90. Hoy se encuentran en plena extinción en Europa (las actuales elecciones francesas muestran la extinción total del otrora influyente PS francés, incluido el PC que puede ser calificado de socialdemócrata). Salvo en España y países escandinavos, en versión reducida. Paradójicamente, en Chile es la llegada al gobierno de la coalición FA/PC que les da oxígeno.

Las movilizaciones sociales irrumpen en un mundo en crisis: Otro mundo es posible

Sólo los movimientos de masas – como el partícipe activo en los sucesos del 18/O del 2019 en Chile – generan rebeliones sociales que rompen con la inercia del sistema de poderes constituidos del que también forman parte los partidos políticos. Desde 2012 el mundo fue sacudido por movimientos sociales que revelan la crisis institucional profunda que vive Occidente y sus aliados. Estados Unidos se encontraba polarizado y agrietado entre los iracundos partidarios de Trump republicano, y los seguidores del partido demócrata. Era el tema del día. La guerra actual y el carácter beligerante de EE.UU busca reconstituir la unidad nacional interna y construir el enemigo del futuro. Las editoriales del New York Times se preguntaban si sería China o Rusia. Serán ambos. Humillado en Afganistán y en vísperas de elecciones legislativas el presidente Joe Biden quiere votos para su partido Demócrata. En las guerras, los tipos duros aumentan en las encuestas, como Thatcher en la guerra de las Malvinas. En estas circunstancias, de divisiones al interior de las clases dominantes planetarias los movimientos sociales y sus rebeliones sociales crean condiciones y acontecimientos democráticos para proyectarse al futuro, como la apertura de un proceso constituyente y la redacción de una nueva Constitución en Chile, proceso boicoteado hoy por las derechas ultras y las renovadas en el amarillismo y su poderoso y concentrado dispositivo mediático, impreso y audiovisual. Es la onda expansiva generada por la irrupción del 18/O la que posibilitó la convención constitucional y el despertar social que prefirió a Boric y rechazó a Kast.

La democracia dentro de los partidos se alimenta de la reflexión en congresos con debate

La única manera de salir del estado de inercia en que caen las izquierdas una vez alcanzado el gobierno, ante una realidad que requiere importantes decisiones políticas, es la movilización popular en pos de las demandas levantadas en años de dinámicas populares intensivas. Tanto mejor si se realizan congresos extraordinarios de las organizaciones políticas de izquierdas del FA para democratizar el poder dentro de los partidos con el objetivo de retomar una agenda de cambios que apele a las fuerzas transformadoras movilizadas.

Se nota que el Partido Comunista necesita un Congreso extraordinario de orientación para dirimir las contradicciones internas que se expresan en las dos posturas señaladas al comienzo acerca del 5º retiro y del programa de gobierno. Esos grandes ejercicios de democracia política se hacen para debatir, fijar y rearmar las posturas programáticas de las izquierdas de los partidos que componen una coalición de gobierno. Para fijar prioridades y reflexionar sobre la coyuntura internacional y la postura a partir de Latinoamérica y de lo que Boaventura de Sousa Santos llama El Sur Global. Es imprescindible alguna forma de debate en una instancia lo más abierta posible, de la coalición de Gobierno con las organizaciones del pueblo. Esto se prepara, se informa y se propagandea. Es un método de educación democrática en tiempos de desorientación y de tentativas de captura del poder por castas políticas confusas. Un método para enmendar rumbo cuando la corte de aduladores de la figura presidencial se enreda en los dibujos de la alfombra de “Palacio”.

Es la prioridad para darse una hoja de ruta programática para las transformaciones postergadas, que deberá considerar el plebiscito de salida y el apruebo a la nueva Constitución en un contexto, no olvidemos, de crisis planetaria con una faceta de urgencia que es la crisis ecológica, en medio de una guerra atroz, a la que el capitalismo globalizado y las potencias imperialistas han llevado al planeta desde el siglo XV. Capitalismo mortífero, cuya industria militar se nutre de guerras costosas y de sangre derramada. Nada mejor puede graficar el declive político-moral de Occidente y de lo que podría ser el fin de su historia y el fracaso de sus instituciones veneradas aún en Chile.  

Notas

(*) https://www.theguardian.com/news/2021/oct/03/revealed-anti-oligarch-ukrainian-president-offshore-connections-volodymyr-zelenskiy

(**) https://www.cath.ch/newsf/irak-les-enfants-d-irak-meurent-a-cause-des-sanctions-de-l-onu/

(***) Es la opinión del politólogo y diplomático Ghassan Salamé en entrevista con Pascal Boniface, geopolitólogo francés de renombre en los primeros minutos de la emisión titulada Guerre en Ukraine: vers un monde dispersé en https://youtu.be/XXp6OfVEbAc


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